¿Mileuristas?

2007/02/21

Empieza a ser un lugar común referirse al sector laboral más precario (jóvenes y mujeres, fundamentalmente) como mileuristas. Es tal el grado de socialización del enunciado, que hasta Espido Freire titula de esa manera su último best seller. Literatura aparte, lo cierto es que con ello damos por hecho que esos famosos 1.000¬ constituyen el mínimo salarial en que se mueven los menos afortunados y que, a partir de ahí, las cosas mejoran paulatinamente según sector, contexto y tesitura.

Hay que reconocer que la palabreja suena bien y tiene gancho. Tanto, que si seguimos blandiéndola a modo de análisis, queja o reivindicación, acabaremos de dar por sentado que las cosas son así y que ese es el suelo real del panorama sociolaboral guipuzcoano. Sin embargo y por desgracia, hay todavía bastantes sectores y colectivos laborales a los que les encantaría ser considerados desafortunados mileuristas .

Sé perfectamente que en el terreno de la semántica suenan peor y casi devienen en impronunciables conceptos como setecientoseruristas y ochocientoseuristas , pero reflejarían bastante mejor el actual estado de la cosa económica para bastantes jóvenes y mujeres. Y no me estoy refiriendo a trabajadores y trabajadoras sin contrato o en condiciones fraudulentas. Tampoco incluyo en esta apreciación a inmigrantes doblemente explotados, trabajadoras del hogar clandestinas , ni personal de hostelería con parte de la jornada y salario en negro e invisible para la Seguridad Social. Ni siquiera a becarios y aprendices utilizados como carne de cañón. No, ¡qué va!: esos no son el suelo legal , sino el subsuelo ilegal y materia en todo caso de intervención urgente para la inoperante Inspección de Trabajo.

Hablo de la gente (mujeres jóvenes, casi siempre) que nos atiende en los comercios del textil, incluidas esas grandes cadenas de moda de archiconocidos nombres. Hablo también de las perfumeras y drogueras guipuzcoanas, actualmente en pie de guerra para conseguir un convenio provincial que les redima de las miserias del estatal que padecen. Hablo del personal del Comercio del Alimentación. Hablo de las nuevas subclases sociales que se están generando en grandes empresas y en las mismísimas Administraciones Públicas, con subcontratas que bajo el eufemismo de servicios acaban por hacer buenas a las propias ETTs y conforman de facto dobles escalas salariales y sociales para el mismo trabajo. Hay más, pero valgan estos ejemplos como muestra.

Resumiendo: por desgracia, a la palabreja mileurista todavía no le ha llegado la mayoría de edad para ser empleada en el tono peyorativo que le venimos dando. Confiemos en que mediante la concienciación y la lucha de todas y todos, el mileurismo acabe por ser, realmente, el suelo a superar y no la todavía latente y sentida reivindicación de decenas de miles de guipuzcoanas. Siempre, claro está, que no coincidamos con las recientes palabras del secretario general de CC.OO., sr. Fidalgo, y, como él, consideremos que ser joven y cobrar poco es ley de vida.

Xabier Perez Herrero, Secretario Comarcal de ELA- Donostia