DEMOCRACIA AUTORITARIA
La esperada, y no por ello menos grave, decisión del Tribunal Supremo español de declarar nulos de pleno derecho diversos acuerdos de la Mesa del Parlamento vasco persigue varios fines: el primero, continuar la operación de castigo contra un grupo político que ha sido respaldado en las urnas por muchas decenas de miles de electores; el segundo objetivo, no menos explícito, es el de desautorizar "es decir, negar autoridad" a los miembros de la Mesa del Parlamento que defendieron la autonomía de la cámara y, de paso, dar luz verde a su encausamiento penal.
El tercero y en mi opinión principal objetivo de estas resoluciones es el de dejar sentado que el parlamento vasco, "institución en la que se ha depositado la representación de los ciudadanos y ciudadanas de la CAPV" no es una institución soberana, sino sometida a los dictados del estado y que, en cuanto intente hacer su propio camino, las razones y argumentos jurídicos que alegue no serán sino corazas de hojalata ante los misiles del estado.
Hay razones para pensar que tras esta actuación del Supremo vendrán nuevos embates contra el propio Parlamento y otras instituciones, como dio a entender el presidente del Tribunal Supremo en la proclama política con la que abrió el Año Judicial. Siempre, enfatizan, en aplicación del estado de derecho. ¡Hay que ver qué ilusión le hace a esta gente poder hacer, ahora como demócratas, lo mismo que sus papás "o, en muchos casos, ellos mismos" hacían cuando eran franquistas!
Y es que están convirtiendo a marchas forzadas el estado de derecho en el andamiaje formal de un sistema autoritario, en el que las personas, colectivos o pueblos que no compartan los postulados del régimen no tienen sitio ni garantías. "Democracia autoritaria", lo ha llamado Julio Medem. Creo que fue otro donostiarra, Chumy Chúmez, quien, respecto del régimen anterior, dijo aquello de que "esto más que un estado de derecho es un estado de firmes". Estado de firmes al que se aproxima cada vez más esta democracia autoritaria.
GK