La transversalidad de Zapatero.
Zapatero utiliza a los mismos jueces que Aznar para llevar adelante el mismo Pacto de Estado. Es indudable que en el Estado español existe una disputa electoral pero nos engañaríamos si pensásemos que lo que vemos es coyuntural y fruto sólo de esa disputa. Las prácticas antidemocráticas, que una vez roto el alto el fuego se daban por descontadas, son intrínsecas al sistema. Un sistema con leyes excepcionales, con jueces excepcionales y con fallos judiciales injustos. Un sistema como el español, en el que un juez instructor puede, en la instrucción de un proceso penal, anular el derecho a la participación electoral de miles de ciudadanos. Un sistema, en el que quien insta la actuación judicial (bien sea el Gobierno o un “sindicato” de extrema derecha) conoce de antemano el fallo judicial; lo conoce porque conoce a los jueces; y sabe por qué están seleccionados esos y no otros. Sabe en que instancia judicial le dan la razón. Un sistema así tiene más parecido a una republica bananera que a un Estado de derecho.
En los medios de comunicación españoles toca ahora ocultar las trifulcas habidas entre el PSOE y PP a la hora de renovar los puestos del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. No toca hablar de eso porque podría ser utilizado para demostrar –para quién todavía duda– que la justicia española esta apestada de “designación partidaria”. Una designación en la que, y no es baladí, la promoción en la carrera judicial es decidida por lo más rancio y casposo de la derecha judicial. Todo muy sutil. Una hábil manera de unificar la doctrina.
Se había anunciado que roto el alto el fuego iba a suceder lo que estamos viendo. Una competición del PSOE con la extrema derecha por ver quién es más eficaz, en la que han decidido que todo está “contaminado”; tenga o no que ver con ETA. Todo lo que conviene al nacionalismo español. Se involucra a lo político, a los movimientos sociales, a lo cultural, al mundo euskaltzale, a los medios de comunicación... Es una barbaridad, sí, pero es cuestión de simple oportunidad.
La conclusión para ELA es que el pacto de estado PP y PSOE funciona. Ese pacto, en la actual coyuntura y mientras aquí no se cambie de estrategia, tiene tomada la medida a la capacidad de repuesta de quienes queremos el cambio político. Ese pacto, da por descontado a ETA y sus acciones armadas: tiene estrategia clara ante eso y es bien conocida. Ese Pacto también tiene previsto el máximo nivel de oposición política al que está dispuesto a llegar el nacionalismo institucional. Lo da por descontado y lo acepta. Zapatero, para quien quería ver, dio señales inequívocas respecto hasta dónde llegaba con su transversalidad: el “cepillado” catalán y la espantá en Nafarroa. Es obvio que no fue él quien se equivocó.
Huir de lo agónico y orientar la oportunidad
30 años desde el inicio de la transición y estamos ante signos que apuntan a la repetición de estrategias que han fracasado. Los partidarios del derecho a decidir de nuestro pueblo deberíamos haber sacado conclusiones. ELA cree necesario insistir en dos cuestiones. La primera cuestión, respecto al fracaso de la vía estatutaria. No da. Ni por contenidos que son incluso reversibles, ni por su falta de garantías, ni por su limitación territorial. La vía estatutaria es unilateral. Siempre es el Estado quien decide. 28 años después de su aprobación, los Gobiernos de Madrid, han dicho que no se cumplirá “ni en esta vida ni en la otra”. La segunda, la persistencia de la lucha armada. Por los daños humanos y materiales que conlleva; porque impide la suma de fuerzas partidarias del cambio político y porque sirve de justificación a las vulneraciones de derechos y a la violencia de estado. El mantenimiento de esa estrategia impide el inicio de un proceso democrático y civil de confrontación por la soberanía. ELA insiste en que no es posible compatibilizar la lucha armada y suma soberanista, como tampoco lo es, realizar proclamas de superación del marco mientras el nacionalismo institucional convive placenteramente con el vigente, aceptando incluso, la renuncia a materias recogidas en el mismo. Un problema de simple falta de correspondencia con lo que se hace todos los días.
Es obligado reconocer dos cosas: que no estamos bien y que hay hablar, de nuevo, de la estrategia soberanista. Es imprescindible también incorporar unos códigos de relación entre diferentes que permitan un trabajo en común. Sobra decir que no es fácil. ¿Entre quienes se puede recorrer ese camino?
Adolfo Muñoz,"txiki"
secretario general adjunto