Necesario nuevo ciclo (Landeia 125, editoriala)
Tras años de hosquedad y bloqueo, hay signos de una situación política más fluida. Algunos tabúes empiezan a decaer: se reconoce que el conflicto vasco precisa soluciones políticas, el diálogo vuelve a cotizar al alza, se contempla un escenario sin lucha armada -expectativa alimentada por un largo período sin atentados mortales- y el gobierno español se manifiesta abierto a pactar una revisión del marco político que deba ser ratificada por la ciudadanía vasca. Todo ello sugiere que un nuevo ciclo se podría estar abriendo, aunque el viejo ciclo no esté cerrado, como muestran, por ejemplo, las últimas actuaciones del "estado de derecho" contra Gara.
Por otra parte, los resultados de las recientes elecciones al parlamento de la CAPV han puesto sobre la mesa un mapa sin mayorías suficientes, que puede valer para mostrar hacia dónde quiere y está dispuesto a moverse cada cual. Todos se apuntan, en cualquier caso, a lo que se ha convertido en el discurso política-mente correcto en la actual coyuntura: que hay que dialogar, y que el objeto primordial de este diálogo no debe ser la configuración del gobierno en Gasteiz sino la pacificación y la normalización política.
Este diálogo se configuraría en torno a una mesa triangular cuyos vértices ocuparían PNV, PSOE y Batasuna. Paralelamente, debieran desarrollarse los contactos entre ETA y Madrid para tratar de la finalización de la lucha armada y de la resolución de sus secuelas. Es un diseño al que ELA debe dar un voto de confianza, aunque no sea sino porque, a juicio de quienes lo promueven, puede valer para avanzar hacia la pacificación y una mínima normalización política. Para ELA, la superación de la fase de conflicto armado es una prioridad, y es de entender que los más directamente afectados decidan sobre el mejor formato para el éxito del proceso.
Somos conscientes de que este formato de negociación de élites deja poco espacio al papel de fuerzas sociales. A pesar de ello, cabe esperar que sirva para superar la actual fase del conflicto vasco. Y debe exigirse, desde luego, que se aborde con seriedad para no frustrar nuevamente las expectativas creadas en la sociedad.
No es razonable pensar que en la actual relación de fuerzas estos procesos de diálogo den lugar a compromisos políticos que desde la perspectiva soberanista puedan considerarse suficientes; pero sí, lo que no es poco, que el avance en la pacificación nos sitúe en mejores condiciones para la acumulación y activación de fuerza política y social por el derecho de autodeterminación.