Trabajar los acuerdos

2005/10/24

Landeia aldizkariaren editoriala; 128. alea

El reciente documento del Comité Nacional de ELA "Preparar la confrontación democrática para ganar la soberanía ha suscitado numerosas reacciones. Las que más eco han tenido han sido, como suele ocurrir, las críticas, sobre todo teniendo en cuenta que han provenido de los vértices del "triángulo" PNV, PSOE, MLNV.

El presidente del PNV ha subrayado su rechazo del mensaje central de nuestro documento, el de la necesidad de la confrontación democrática; no debe ser un camino de futuro, en absoluto, ha dicho. Tampoco ha gustado a Imaz la opinión de ELA sobre la mesa de partidos, valoración a la que también se han referido con dureza portavoces del PSOE y del MLNV.

Es preciso aclarar, antes de nada, la posición de ELA sobre este extremo; y no porque en el documento del Comité Nacional esta posición no estuviera clara, sino porque han proliferado lecturas precipitadas o interesadas. ELA ha dicho, en primer lugar, que apoya sin reservas la mesa de partidos. En opinión de ELA, esta mesa puede y debe facilitar el proceso de pacificación y dar pasos imprescindibles hacia una cierta normalización política. Los límites de esta "normalización" son más difíciles de establecer, aunque deberá empezar por garantizar el derecho de participación de todas las fuerzas políticas y sociales sin exclusión.

ELA no piensa, sin embargo, que en la fase actual existan condiciones para que en esa mesa se aborde con la solvencia necesaria el meollo del conflicto político, es decir, la cuestión de dónde reside la soberanía. Esto es lo que ELA ha dicho, y no porque no nos gustaría que así fuera, sino porque nos parece altamente improbable, por decirlo suavemente, que el gobierno español o el PSOE vayan a ninguna fórmula que cuestione que la soberanía reside en la nación española. Ojalá nos equivoquemos, pero los datos, al menos los que conocemos el común de los mortales, no apuntan en esa dirección.

En cualquier caso, la situación que vivimos es de confusión, de mezcla de planos y prioridades. Una situación que exigiría combinar un acuerdo estratégico de fondo -que en nuestra opinión debiera tener por objeto la conquista del derecho de autodeterminación- con el acuerdo sobre lo que sea prioritario en este momento. Y si hoy, como se sugiere, la prioridad es la transición de un ciclo armado a un ciclo político -porque se dan condiciones para ello- creo que todos, y desde luego ELA, deberíamos contribuir a que ese proceso cuente con el máximo apoyo político y social.

No parece, sin embargo, que la suma sea el primer objetivo de quienes lideran esta transición. Al contrario, no trabajan alianzas ni buscan complicidades que no se limiten a la adhesión acrítica e incondicional. Y, lo que quizá explique lo anterior, dan la impresión de tener la vista demasiado puesta en la disputa de espacios y en el cálculo de los réditos que su participación en el proceso les pudiera reportar.

Todo ello constituye, en nuestra opinión, un grave error que, además de no favorecer, seguramente, el desarrollo del proceso actual, mina las bases sobre las que, según dicen, planean articular en el futuro una amplia política de alianzas.