Carrera de fondo #Landeia

13/11/2019
¿Cómo hacer sindicalismo en sectores precarizados? Este reportaje de la revista #Landeia tiene como objetivo responder a esa pregunta. Para eso se recoge el testimonio de dos representantes del sindicato: Igor San José e Isa García.

Igor San José lleva años recorriendo los tajos de Gipuzkoa, y no duda en calificar el sector como “muy precarizado y fraudulento”, lo que condiciona el trabajo sindical. “La crisis se llevó por delante a gran parte de las pequeñas empresas de construcción, y las empresas importantes que quedan se alían en UTEs –Unión Temporal de Empresas– para conseguir grandes obras públicas como las del estadio Anoeta, el Metro o el TAV. En estas obras el funcionamiento es de libro: adjudicaciones muy a la baja, plazos muy cortos y subcontrataciones en cadena. Las empresas de las UTEs apenas construyen directamente porque el margen de beneficio les parece muy pequeño. Así que desglosan los diferentes trabajos y los subcontratan a empresas piratas (la mayoría extranjeras), con contratos de fin de obra y sin representación sindical”.

Los trabajadores de estas subcontratas son mayoritariamente emigrantes, y soportan condiciones de semiesclavitud. La mayoría desconoce que al trabajar en Gipuzkoa se les debe aplicar el convenio de la construcción de Gipuzkoa; apenas hablan castellano y mucho menos euskara; y de sindicatos y sindicalismo, nada de nada. Cualquier logro se fragua a fuego lento, con enormes dosis de paciencia, constancia y ánimo.

Sindicalismo a pie de obra

“Realizamos visitas casi diarias a las obras. Entablamos contacto con la gente. Les explicamos sus derechos. Les animamos a que nos enseñen sus contratos y nóminas... Tenemos que ganarnos su confianza. Y no es fácil, hay mucho miedo. A pesar de las dificultades, al cabo de unos meses, normalmente, el trabajo acaba dando frutos. Siempre hay alguien un poco más lanzado que pregunta algo, o llevamos algún delegado de su misma nacionalidad. Oír hablar en su idioma les da confianza, se abren. Nos explican su situación y empiezan a brotar las ilegalidades...”.

Es el caso de la reforma del estadio de Anoeta, en Donostia. ELA ha denunciado a 20 empresas subcontratadas y a la propia UTE que gestiona la reforma por contratación fraudulenta, falsificación documental y por incumplir los derechos laborales y de seguridad más básicos. Los trabajadores, la gran mayoría de ellos migrantes, están sujetos a jornadas abusivas remuneradas con entre cinco y ocho euros la hora, salarios que están entre el 40 y el 60% por debajo de lo establecido en el convenio de la construcción de Gipuzkoa; jornadas laborales por encima de las 12 horas... Incluso la Inspección de Trabajo ha confirmado que más de 200 trabajadores han trabajado con documentación falsificada.

Y ni siquiera cuando se consigue una victoria como la lograda en las obras de Anoeta la alegría es total: las reclamaciones han de realizarse a nivel individual y muchos no reclaman por miedo a perder su trabajo o porque no se enteran, al no estar ya en esa obra o en el país. “Calculamos que las empresas han dejado de pagar unos 4,5 millones de euros. Aunque Inspección nos ha dado la razón, muchos de ellos no han cobrado ni cobrarán este dinero. Es duro ver que muchas veces las empresas acaban saliéndose con la suya, pero el sindicato hace lo que tiene que hacer; no podemos mirar para otro lado”.

Aunque ingrato en ocasiones, este trabajo no es en vano. Unos volverán a sus países de origen y perderán el vínculo con el sindicato. Otros muchos, sin embargo, continúan en el territorio en obras diferentes y saben que pueden contar con ELA. “Visitas las obras del Metro y te encuentras a gente que ya habíamos contactado anteriormente en otros tajos. Entonces, todo es mucho más fácil y rápido. Saben que pueden confiar en nosotros. Las victorias sindicales en nuestro sector son fruto de un trabajo organizado, estructurado, continuo en el tiempo... y suponen un chute para seguir haciendo sindicalismo a pie de obra”.

“Los queremos indignados, no resignados”

Isabel García realiza su labor en el sector servicios y está acostumbrada a que los pequeños logros sean su alimento. “Son empresas en las que la precariedad es brutal; la gente está dispuesta a aguantar lo que le echen porque necesita ese dinero para sobrevivir. En esas circunstancias el sindicato se hace más necesario que nunca, pero la gente se siente tan vulnerable y la legislación la arropa tan poco que tiene miedo a reclamar lo que es suyo”.

Su última experiencia sindical ha sido la huelga en Pizzerías Domino´s, en Bizkaia. Un grupo de jóvenes se acercó a ELA después de que UGT y CCOO dieran por buenas sus penosas condiciones laborales. Tras numerosas reuniones, decidieron luchar y movilizarse. Hubo despidos disfrazados de no renovaciones de contratos, amenazas, sustitución de trabajadores en huelga... “Las grandes cadenas hacen uso de todos los medios a su alcance para que su millonario negocio, basado en la precariedad laboral, no se vaya al traste”. Al final, la huelga se desactivó porque durante el verano parte de los huelguistas encontraron un trabajo con mejores condiciones y decidieron irse... antes de que los echaran. “Se trata de gente muy joven. Para la mayoría es su primer trabajo. Carecen de experiencia laboral y sindical y, en muchos casos, dan por bueno que eso es lo que hay”.

Alguno podría pensar que el caso de Domino´s ha sido una derrota sindical; Isa no lo ve así. “Es un éxito que un grupo de chavales y chavalas hayan decidido organizarse y plantar cara a la empresa. La semilla de la lucha está echada, y tarde o temprano volverá a germinar y lograrán mejorar sus condiciones laborales. Quizás han abandonado esta batalla, pero no la guerra. Quienes han cambiado de empleo conocen ya a ELA y volverán a plantar cara, si la situación así lo exige, en sus nuevos trabajos”.

Isa asegura que en la hostelería la gente tiene mucho miedo. Es un sector, además, en el que hay muchas personas migrantes, con mucho temor a plantar cara a la explotación porque no pueden permitirse el lujo de perder su trabajo. “La precariedad afecta a todos y todas, pero las personas inmigrantes lo tienen aún más difícil; son más vulnerables. Con su sueldo tienen que vivir ellos y, en muchos casos, las familias que han dejado en sus países de origen. El caso de la subcontrata Constant –conflicto que ganamos– nos permitió conocer auténticos dramas personales. Esa precariedad les obliga, en ocasiones, a tener varios empleos para conseguir un salario suficiente. Así las cosas, es muy complicado que acudan a las reuniones con el sindicato, que militen...”.

Esta sindicalista cree que hay un antes y un después de la crisis en el espíritu de la gente. “Hay más miedo que antes. A menudo escucho: ‘no estoy bien, pero al menos tengo un trabajo...’. Se ha extendido una resignación que, de primeras, impide a la gente pelear. Contra eso, también, tenemos que luchar”. Isa reconoce que su trabajo es frustrante a veces, “cuando no conseguimos revertir situaciones injustas, que es en muchas ocasiones”, pero es consciente de que cambiar el mundo desde abajo es una auténtica carrera de fondo. “Para ser sindicalista hoy en día se necesita fuerza mental, valentía y grandes dosis de optimismo vital; cada pequeño logro tenemos que vivirlo como una gran victoria”.