"Covid-19 ha hecho aflorar e incrementar la violencia machista"

14/12/2020
ELA denunció la violencia institucional que sufren las mujeres de sectores precarizados y feminizados en el Día Internacional contra la Violencia Machista

La crisis generada por Covid-19 ha puesto de manifiesto la violencia que muchas mujeres sufrían por parte de las instituciones públicas en sectores ya precarizados y feminizados. Así lo denunció ELA el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia Machista. En la tertulia organizada por el sindicato dentro de este día, estuvieron Jone Bengoetxea y Nahia Fernández, del área de igualdad de ELA, en Argita, junto a Mireia Saiz, miembro del Centro Asesor de la Mujer.

Como explica Jone Bengoetxea, en el mundo laboral también existe la violencia machista, concretamente la violencia institucional, como ha aflorado la pandemia, aunque la violencia sea más sutil y difícil de detectar.

Recordó que la división sexual del trabajo se ha visto reforzada en el periodo Covid-19 y que las mujeres de sectores precarizados y feminizados han sido las más afectadas. De hecho, en la primera ola de pandemia muchos trabajadores (sanitarios, de ancianos, domiciliarios, empleados domésticos y de cuidados, limpiadores...) fueron nombrados trabajadores de servicios básicos por decreto. Los trabajadores acudieron entonces a los centros de trabajo, poniendo también en peligro sus vidas. Ahora, sin embargo, Bengoetxea denunció que las mujeres que se consideraron imprescindibles han vuelto a ser invisibles. "De aquello no ha quedado nada, ni siquiera aplausos, sólo recortes y despidos", se queja.

Coincide Mireia Saiz, de Argitan. "Durante la pandemia ha aumentado la violencia, la precariedad y la pobreza, lo que ha golpeado sobre todo a las mujeres que ya tenían falta de recursos". Recordó que esto ha traído consecuencias muy severas: pobreza, exclusión social, precariedad e incapacidad para abandonar la violencia machista.

Le acompañan los datos. En las tres primeras semanas de confinamiento, las llamadas que recibió Argitan aumentaron un 140% respecto al mismo periodo del año anterior, es decir, más del doble. Casi todas las llamadas fueron de mujeres que sufrían violencia machista y problemas económicos por cuarentena.

Las llamadas de mujeres que sufrían violencia machista durante las siete primeras semanas de confinamiento fueron otras de las cinco primeras semanas de 2019. Dicho de otra manera, en mes y medio, se detectaron 30 casos.

La dejadez institucional, en evidencia

Ante la gravedad, las instituciones públicas denunciaron haber mirado para otro lado. Saiz recordó que, aunque el decreto del estado de alarma estableció que el servicio de atención a las víctimas de violencia machista era un servicio básico, en lugar de ofrecer más recursos en la práctica, se realizaron recortes en el servicio.

Tiene ejemplos. En lugar de derivar las llamadas y avisos que recibe Argitan a los servicios de las instituciones públicas (servicios jurídicos públicos, atención psicológica, casas de acogida, juzgados de 24 horas...), las propias instituciones públicas han derivado las llamadas de las víctimas a Argitan, es decir, las instituciones públicas han dejado sobre un proyecto militante la responsabilidad de atender a las víctimas de violencia machista en plena pandemia, en lugar de ofrecer recursos públicos. Así, las llamadas del 016 o las llamadas recibidas por Osakidetza han sido derivadas a Argitan.

Bengoetxea coincide en que en el mundo laboral también sufren el abandono y la violencia de las instituciones públicas. En su opinión, ha llegado el momento de exigir un mínimo de justicia social y feminista, argumentando que los trabajadores merecen una reparación emocional.
La situación no es nada fácil. Según los datos facilitados por Argitan, en el Estado español las víctimas de violencia machista tardan una media de 11 años y 7 meses en solicitar ayuda (Fuente: estudio sobre el tiempo que tardan las mujeres víctimas de violencia de género en verbalizar su situación). "La realidad es más cruda que estas cifras porque muchas mujeres no entran en las estadísticas", añadió.

Ante esto, ¿qué puede hacer ELA? Nahia Fernández, miembro de la sección de género de ELA, intentó responder a esta pregunta. Según explicó, es el momento de abordar la negociación colectiva feminista, es decir, de que las necesidades prácticas e intereses estratégicos de las mujeres las traigan al núcleo de la negociación colectiva. "La mejora de las condiciones de trabajo y de vida de las mujeres es un claro mecanismo de defensa contra la violencia machista".

Y dice firmemente que ELA, más allá de las palabras, está en ello. "Estamos hablando, cuando no firmamos planes de igualdad insignificantes, estamos hablando, cuando ponemos sobre la mesa el tema del acoso sexual, o cuando iniciamos procesos y conflictos para dignificar las condiciones laborales en sectores feminizados". Ejemplo de ello es la huelga en el ámbito de la vigilancia convocada por el sindicato el 17 de noviembre.

En este sentido, está convencido de que el sindicalismo puede ser una herramienta de poder para las mujeres, articulando necesidades individuales e intereses colectivos, que provocan la transformación tanto de la sociedad como de la vida personal.