Día Internacional del orgullo lésbico, gay, bisexual y transexual

El 28 de junio toca salir a las calles con la bandera multicolor en pro de las libertades sexuales y el orgullo lesbo-gay-transexual-bisexual. ¿Nos toca, verdad?
Y hablamos de tocar no como una obligación sino como una lucha que nos toca, que nos atraviesa en nuestras propias carnes. En el sindicato ELA y, partiendo de su propia militancia, la regla social de que lo “normal” es ser heterosexual y que tener una identidad de género definida y normativa es lo correcto queda cada vez más en entredicho.
Podríamos obviar esta afirmación, es cierto, pero sabemos que romper con el imaginario colectivo y abrir la propia identidad de la clase trabajadora como sujeto colectivo heterogéneo encierra el reconocimiento de múltiples dimensiones y de realidades individuales y colectivas a menudo invisibilizadas. Tal es el caso de las reivindicaciones históricas provenientes de los colectivos LGTB+.
En el overbooking diario de injusticias, de discriminaciones y de situaciones de desprotección presentes en el mercado laboral y fuera de él, la defensa de los derechos sexuales es irrenunciable para la agenda sindical. No puede ser de otra manera si no queremos parcelar los derechos, más aún sabiendo que la restricción de un derecho conlleva un efecto en cadena a la hora de perder otros derechos básicos que a su vez son complementarios e interdependientes. Derechos sociales y laborales, derechos sexuales... Derechos Humanos, al fin y al cabo.
El cuestionamiento del orden sexual y las normas de género pueden parecer una cuestión de minorías, una cuestión que no afecta a la mayoría de la población o a la clase trabajadora, pero resulta que sacrificar a las supuestas minorías tiene su coste y no solo en términos democráticos.
De esta forma, el mantener el orden heteropatriarcal capitalista, el encerrar en un armario el derecho a vivir una vida afectivo sexual libre o el patologizar la transexualidad se convierten en muros de acero a la hora de construir otro modelo de sociedad, otro modelo de personas con otra cultura política, otros pensamientos y otros sentires. Personas y colectivos que hagan vía a la hora de transformar nuestra sociedad desde sus raíces.
El reconocimiento de toda esa cultura de “lo otro”, de lo que no es norma o es diferente en cuanto a la opción, condición sexual e identidad de género, nos interpela como organización sindical y nos toca. Nos toca no solo en nuestra pelea sindical cotidiana, sino que, además, refuerza nuestra apuesta por la alianza con otros colectivos y movimientos sociales críticos con las normas establecidas.
Así, la intersección entre luchas y ejes críticos es necesaria más allá del discurso formal a pesar de los numerosos obstáculos y de las dificultades a la hora de cruzar agendas, luchas e intereses colectivos en una agenda social y laboral reivindicativa.
Por todo ello, esa intersección teórica tendrá que ir acompañada de prácticas individuales y colectivas que cuestionen y reformulen todo ese sistema de creencias y de valores que establece quién te tiene que gustar, cómo tienes que ser hombre o mujer e incluso cómo te puedes llamar en tu documento de identidad, entre otros.
En este famélico régimen democrático (si es que aún lo podemos seguir llamando así) y patriarcal los instrumentos de defensa colectiva se están convirtiendo en especies en extinción. El austericidio así lo dicta y desde el mundo del trabajo lo vemos muy claro: reformas laborales, reforma de la negociación colectiva, reforma fiscal, la LOMCE o la inminente reforma del aborto, entre otros.
Recortes, retrocesos, pérdidas de derechos... tremenda cantinela y, para colmo, resulta que estos males van a ser nuestra salvación, no en vano todos los medios y discursos oficiales invocan una supuesta recuperación y salida del túnel.
Cuando nuestros derechos más básicos se venden a precio de saldo, conviene estar alerta sobre los impactos más invisibles y que afectan a colectivos y personas en situación de mayor riesgo. Para ello, desde el sindicalismo la acción sindical y la negociación colectiva tienen que seguir siendo instrumentos que acompañen y que luchen a favor de los derechos del colectivo LGTB, por la diversidad sexual y por las identidades de género múltiples. Desde medidas y acciones vinculantes en los centros de trabajo, así como a través de la alianza visible y eficaz con colectivos y movimientos sociales involucrados.
Desde ELA reiteramos nuestro compromiso en este 28-J y con las“otras” y en los “otros” que rompen con la heteronorma y los mandatos de género impuestos. En los tiempos que corren no nos podemos permitir el lujo de relegar luchas históricas ni seguir acallando voces que nos cuestionan desde nuestras entrañas.