Mitxel Lakuntza (ELA)
"El diálogo social es un fraude; las mejoras vienen de la confrontación"

Tres sindicatos, la Intersindical, el vasco ELA y el gallego CIG, han decidido reforzar su alianza para potenciar un polo basado en un sindicalismo de confrontación, según ellos mucho más eficaz que el diálogo social que protagonizan las grandes centrales estatales, CCOO y UGT. Lo han puesto en común en un encuentro en Barcelona, y los líderes de las centrales vasca y gallega asistieron al encuentro de delegados del sindicato catalán, que anunció, como ELA desde hace años, la creación de una caja de resistencia para ayudar a las personas afiliadas que hagan huelgas sectoriales o de empresa.
Mitxel Lakuntza es el secretario general de ELA, trabajador de Gamesa y técnico electrónico nacido en Pamplona en 1976. Hemos hablado con él para que nos explique el modelo de su organización, la más representativa en su país, con diferencia, y que se fundó en 1911 con una orientación cristiana y entonces próxima al PNV. Hoy ELA, bien conectada internacionalmente, es referente de un sindicalismo combativo con 104.000 personas afiliadas en Euskadi, donde las 37,5 horas semanales son ya una realidad, y en Navarra. Lakuntza habla también de la política vasca, la izquierda abertzale y el PNV. Su sindicato fue a finales de los 90, gracias a una potente alianza con LAB, central históricamente vinculada a la izquierda abertzale y con un peso similar al de CCOO y UGT en Euskal Herria, clave para el Pacto de Lizarra, el principio del fin de ETA y acelerador del Plan Ibarretxe.
Explíquenos el significado del encuentro entre los sindicatos vasco, gallego y catalán.
Nos hemos reunido porque tenemos una alianza entre los tres sindicatos, de realidades diferentes pero los tres de países sin estado y con elementos comunes de reivindicación para desarrollar nuestro modelo sindical. Queríamos actualizar nuestra lectura política.
La Intersindical se alía con sindicatos vascos y gallegos por un modelo de de «confrontación» nacional. ¿Cuáles son esos elementos comunes?
Los tres compartimos una idea de la sociedad que queremos, más solidaria, más feminista, más antirracista y profundamente antifascista. Compartimos una reivindicación democrática, que es el derecho de autodeterminación. Y el tercer elemento es el modelo sindical, que nos enseña que solo avanzamos cuando confrontamos. Nuestra experiencia nos dice que los mejores convenios colectivos vienen de la confrontación. Cualquiera que conozca a la patronal, y si hablamos de la patronal vasca, sabemos que solo se mueven cuando les presionas.
En el manifiesto que han presentado se muestran muy críticos con la estrategia de diálogo social de los sindicatos estatales CCOO y UGT, que consideran un fracaso.
Sí, el modelo de confrontación es enfrentarse al mal llamado diálogo social que define a los dos grandes sindicatos estatales. Para nosotros es un fraude para la clase trabajadora y un invento para la patronal, ya que si se limita el alcance de lo que se puede conseguir en esas mesas, la patronal veta cualquier tipo de iniciativa. Como estamos viendo ahora mismo.
Se refiere al debate en torno a la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas?
Esto refleja el fracaso de ese modelo. No nos extraña la posición la patronal, pero sí la de Comisiones y UGT. Sería bueno que estos dos sindicatos hiciesen una reflexión sobre ello en el actual contexto de neoliberalismo y ascenso global de la extrema derecha.
¿Creen que existe la base para potenciar un gran tercer polo sindical soberanista y más reivindicativo en el estado español?
Creo que la realidad sindical más destacable en el estado español es la que representamos los sindicatos de la periferia. Se demuestra que allá donde se plantea una alternativa nacional enraizada en el territorio esas opciones se convierten en mayoritarias. En nuestro caso somos la central mayoritaria, con un 40%, y la segunda es LAB, con el 20%. Comisiones tiene el 19% y UGT, el 10%. Tenemos el doble de representatividad que el segundo sindicato. En Navarra la situación está más igualada, con UGT con un 25%, CCOO con un 24% y nosotros con un 23%. LAB tiene un 18%. Allí donde hay una alternativa con un modelo sindical alternativo, aquella se impone. Un modelo en el que las huelgas son un elemento importante.
¿Recurren a ellas con frecuencia?
Nosotros hablamos muy positivamente de las huelgas. Hay en determinados ámbitos la imagen de que la huelga es un fracaso. Para nosotros el fracaso es que la precariedad siga existiendo y no tengamos capacidad para afrontarla. La huelga es una oportunidad, la puerta de la mejora para muchos trabajadores. Las huelgas están directamente relacionadas con la mejora de las condiciones laborales. Una cosa que tiene que ver con la desafección sindical, con la lejanía de los sindicatos respecto de los trabajadores.
¿Cómo cree que acabará el pulso por la reducción de jornada?
Solo puedo decir cómo me gustaría que acabase. No está en nuestra mano. Cuando el gobierno español quiere sacar adelante un proyecto necesita una mayoría. Sobre la reducción, nos gustaría que fuesen 35 horas, pero bueno, se plantean 37,5 y nos parece un paso adelante. Le decimos al gobierno español: reúnan las mayorías necesarias y si hay partidos en contra, que se retraten. Y hay un tema importante, que es el incremento del salario mínimo en el que tenemos un problema anterior, que no tenemos competencias legislativas en nuestros territorios. Por eso reclamamos unos marcos laborales propios.
Lo dicen en su manifiesto, en efecto.
Esta es una reivindicación que planteamos que los partidos soberanistas hagan suya.
Ustedes, la CIG y la Intersindical se manifestaron en contra de la reforma laboral del gobierno español.
Los tres sindicatos hemos hecho una lectura compartida de la reforma, que ha sido uno de los grandes incumplimientos del gobierno Sánchez. Un punto importante del programa con el que se presentó a las elecciones fue la derogación de la reforma laboral del PP. Pero no se derogó. La patronal, junto con CCOO y UGT, saludó la reforma, y cuando la patronal hace eso hay que sospechar. La reforma da a los empresarios todo el poder de gestionar los despidos; no se modificó el despido individual ni el colectivo.
Pero ha reducido la temporalidad. ¿O no está de acuerdo?
Ciertamente, la temporalidad se ha reducido, pero porque estadísticamente se lee de otra manera. La contratación parcial se ha incrementado de manera muy relevante. La realidad no se debe maquillar.
Son la primera central del País Vasco. ¿Cómo se consigue que un sindicato nacional y de clase logre la hegemonía en un territorio?
Hay diferentes factores que influyen. Nosotros insistimos mucho en nuestro modelo, que se explica desde la autonomía política y la independencia financiera. Más del 92% de nuestros recursos vienen de las cuotas de los afiliados. Somos 104.000 personas afiliadas. Siendo mayoritarios, estamos fuera del entramado institucional del país. Fuimos fundadores de algunas mesas como la de salud, laboral, la de relaciones laborales, el Consejo Económico y Social… que hemos ido abandonando y suponían unos ingresos que hemos dejado de percibir, lo que nos ha llevado a aumentar nuestra autofinanciación. De este modo nadie condiciona nuestra posición desde fuera del sindicato.
Nos caracterizamos también por nuestra autonomía política; no tenemos ninguna vinculación con los partidos. Desde la refundación del sindicato en 1976 se decidió que las personas que están en la dirección no pueden participar en la candidatura de ningún partido. Y hay también un elemento determinante, que es la caja de resistencia. El 25% de las cuotas se destinan a una caja de resistencia, que apoya a los trabajadores en huelga. Hemos tenido huelgas que han superado el año de duración.
En alguna ocasión han criticado a LAB por ser demasiado pactista con el Gobierno Vasco. ¿Están haciendo un camino inverso los dos sindicatos?
Nosotros nacimos en 1911, en un contexto muy diferente del actual. ELA ha cambiado mucho a lo largo de su historia. Pero siempre ha mantenido dos elementos comunes: ha sido un sindicato abertzale y de clase. Esto también forma parte del éxito. Para nosotros la refundación de 1976 es muy importante. Y en el congreso de hace cuatro años nos definimos como independentistas. Con LAB coincidimos en que somos un sindicato independentista y estamos de acuerdo en aspectos como la defensa del euskera.
Pero nunca hemos coincidido en la negociación colectiva. Nos gustaría tener en este ámbito un acuerdo de mínimos. Un desacuerdo se refiere a cómo entiende LAB la independencia política y otro, los mecanismos de actuación. Ellos no tienen caja de resistencia y también tengo que decir que en algunos convenios han sumado mayorías con CCOO y UGT frente a ELA, cuando son dos de los principales agentes activos contra la normalización del euskera. Para nosotros los sindicatos estatales nunca serán aliados potenciales. Y tampoco entendemos que LAB haya vuelto a los organismos que he citado antes.
¿Aquella declaración independentista iba más allá de la definición? ¿Implicaba una profundización de la estrategia de confrontación? ¿Una radicalización, si se puede decir así?
La radicalización, si es hacia posiciones democráticas, siempre es positiva. Definirnos como sindicato independentista era consolidar una praxis. El sindicato aceptó el Estatuto en los años 80, pero a finales de los 90 consideró que la vía estatutaria era una vía muerta.
¿Cuándo se rompió la buena sintonía con el PNV?
En los años 80 había una relación de cierta cordialidad, no exenta de tensiones, entre dos organizaciones independientes, al entender también la necesidad de construir las instituciones del país. Pero hubo un giro en la línea del PNV en los años 90. Un partido que provenía de la tradición democristiana y defendía unos equilibrios entre patronal y sindicatos, que implicaba la defensa de los servicios públicos, da un giro neoliberal de acuerdo con el contexto de los 90. A partir de ahí el PNV apuesta por las políticas neoliberales. Nosotros nos referimos al PNV como un partido de derechas. El PNV es un partido de derechas. Sabemos que hay gente que dice: "¡Pero si es muy diferente del PP!".
¿Y qué responden a eso?
Hombre, hay cuestiones como el respeto a las minorías o a la diversidad en las que el PP tiene unas opciones mucho más conservadoras. Pero si hacemos un análisis en el plano económico, la función del PNV es favorecer a los poderes económicos. Y nuestra desgracia es que el concierto económico y la fiscalidad en la CAPV se ponen al servicio de esos intereses. Si se analiza la política fiscal en el País Vasco, lo que se ve es que las empresas cada vez pagan menos por el impuesto de sociedades y el peso de la recaudación recae cada vez más sobre las rentas de trabajo. Esto no es casualidad; es un diseño de la política fiscal.
Eso, por tanto es anterior a la etapa de Urkullu.
¡Y tanto! Diría que eso ya estaba sobre la mesa en los años de José Antonio Ardanza. Y se ha ido acentuando con el tiempo.
¿Han mejorado las cosas con Imanol Pradales?
Ha habido un pequeño cambio en las formas. Desde 2013 Urkullu no había tenido interlocución con ELA. Era un acto de prepotencia política. Es algo extraordinario, pero refleja una concepción autoritaria de la política, que va de la mano de una visión neoliberal. Eso le pasó factura, sobre todo el desgaste de los servicios públicos. Pradales celebró una reunión con nosotros. Ha cambiado las formas, pero a su vez mantiene el fondo. Lo veremos ahora en los presupuestos. Uno de los debates más intensos en el País Vasco ha girado en torno a la degradación de Osakidetza, de la sanidad pública, y esto tiene que ver con la falta de recursos. Ahora el gobierno ha sentado a la misma mesa a la patronal, el PP, otros sindicatos… Nosotros somos la única organización que no hemos participado en ella.
¿Por qué motivos?
Porque es una mesa sobre la sanidad, no un pacto por la salud pública. Y mientras pasa eso se continúan privatizando servicios. La partida presupuestaria no se incrementará como debería y al mismo tiempo se desatiende la mesa sobre las condiciones de trabajo de Osakidetza. Hay que recordar que más del 50% de los trabajadores son eventuales. El Gobierno Vasco dispone de dos cosas fundamentales: la primera es que tiene mayoría parlamentaria. Ya le gustaría a Sánchez. Y la segunda es que hace muchos años que gestionan la sanidad y conocen perfectamente los problemas. No necesitan medio año para averiguar dónde están los problemas.
¿En qué ha cambiado el mundo sindical de Euskal Herria con el fin del conflicto?
Ha cambiado el contexto general de la sociedad. Hoy la sociedad vasca está mejor que hace veinte años en términos de convivencia. Que haya desaparecido ETA es una de las cosas que el sindicato reclamaba. Pero el que haya desaparecido no quiere decir que haya concluido el conflicto político.
Lo que ha desaparecido es la violencia.
Efectivamente.
¿Es imaginable, aunque no sea a corto plazo, sino más adelante, que la sociedad vasca plantee una hoja de ruta independentista?
Me gustaría responderle que sí, pero hay una falta de pulso nacional en Euskal Herria y, en nuestra opinión, tiene que ver con que no se ha buscado la confrontación y la polarización política con el estado en defensa del autogobierno. Una de las cosas interesantes que ha hecho el Gobierno Vasco ha sido un trabajo de documentación sobre la erosión del autogobierno. Ha sido un estudio tan silenciado que hasta el propio ejecutivo lo ha ocultado.
El estado y el Tribunal Constitucional han ido recortando el autogobierno, como la regla de gasto, sin que los lehendakaris hayan dicho nada. Tampoco sobre las tasas de reposición: no podemos decidir cuántos funcionarios tenemos. Ahora estamos precisamente en una huelga en el sector público. Ha habido un recorte constante. Defender, como lo hace ahora Pradales, la bilateralidad cuando el estado no te garantiza el autogobierno no tiene sentido. Tenemos que empezar a construir la soberanía nacional vasca a partir de centrarnos en aspectos vinculados a la vida de la gente.
¿Cómo valora la estrategia que está siguiendo Bildu y la izquierda abertzale?
Curiosamente, un elemento que se ha convertido en casi estructural de la política vasca es el acercamiento de Bildu a los partidos sistémicos en las políticas públicas. Lo veíamos en Navarra, con una gran sintonía con el PSN, y cuando allí se hace un análisis en materia de vivienda, servicios públicos, hay una continuidad respecto de los gobiernos de la derecha. Los presupuestos para 2025, que saldrán adelante por sexta vez gracias a la abstención de Bildu, son muy parecidos a los que dejó UPN. Echamos en falta una lectura crítica de esto.
¿No es un modo de cerrar el paso al retorno de la derecha navarra?
Obviamente, nosotros no queremos que UPN vuelva al gobierno, pero una cosa es eso, y otra hacer un discurso triunfalista que ignora los problemas sociales existentes. En el caso de la CAPV ha habido en territorios como Gipuzkoa acuerdos previos entre PNV, PSE y Bildu, con una predisposición permanente para el acuerdo y obviando muchos problemas sociales. Lo que le reclamamos a EH Bildu es que plantee un modelo alternativo a la derecha, al cual parece haber renunciado.
En el manifiesto con La Intersindical y la CIG advierten de la amenaza que supone el ascenso de la ultraderecha. Este contexto de inflexión ultra ¿ofrece también oportunidades para el mundo sindical?
Si hay alguna oportunidad es para generar militancia y polarización. Lo único que puede frenar a la extrema derecha es más democracia, más derechos y más movilización. Dicho esto, la extrema derecha prácticamente no tiene expresión en Euskal Herria (en Iparralde sí, porque está el Rassemblement National). Y eso en parte se explica por el asociacionismo, la fuerte implantación sindical y la relevancia del movimiento feminista. Estos movimientos sociales son un blindaje frente a la ultraderecha. Si analizamos el auge ultra vemos que se produce en lugares donde antes la izquierda era fuerte. La extrema derecha ha avanzado por la incomparecencia de la izquierda. Es interesante lo que ha dicho Bernie Sanders sobre la desconexión del Partido Demócrata respecto de los problemas de la gente. Cómo será esa desconexión que han visto un referente en un magnate...