A Baiona

24/09/2018
Adolfo Muñoz "Txiki", secretario general
ELA considera imprescindible el trabajo social para concienciar y movilizar a la sociedad, y de esa manera obligar a los gobiernos a priorizar la lucha contra el cambio climático. No es una exageración: es cuestión de vida o muerte.

 

“Cambiar el sistema, no el clima”, porque sin cambios que afecten a cuestiones estructurales, sin medidas radicales, el cambio climático causará estragos. Ya lo está haciendo. Los y las expertas trabajan con una perspectiva: si no se toman medidas severas la temperatura media subirá 3º centígrados. Se superaría con creces el punto de no retorno y sería inviable la vida en el planeta Tierra tal como la conocemos.

¿A quién no le preocupa este debate? A los ingenuos y desinformados y, por supuesto, a quienes tienen intereses creados para que nada cambie. Hay intereses concertados económicos y políticos para que este debate no se socialice. A muchos dirigentes políticos y a grandes empresas no les interesa que se pongan en cuestión los sistemas productivos, de distribución y consumo en los que acumulan poder y capital. Un sistema que, además de desigualdades de todo tipo, provoca un gravísimo coste medioambiental. Como explica Yayo Herrero, “el cambio climático tiene un sesgo de clase brutal. Son, precisamente, las clases trabajadoras, las más vulnerables y la crisis económica está en el corazón de la crisis ecológica”. Sesgo de clase que se corresponde con las “soluciones” adoptadas durante la crisis para reforzar las posiciones de los monopolios y grandes empresas.

Personajes como Donald Trump no deberían ser excusa para que nuestros respectivos gobiernos no estén a la altura. Con Trump -y lo que significa- no es posible un acuerdo para impedir el cambio climático. Tampoco lo fue antes sin él, como se comprobó con el fiasco del Acuerdo de París. En Francia ha dimitido recientemente del Gobierno de Macron el ministro de Transición Ecológica y Solidaria Nicolas Hulot. En su despedida, además de denunciar la influencia de los lobbys en el Gobierno, afirmó que “no podemos asistir con indiferencia a una tragedia anunciada”. Es contundente y honesto: “No quiero seguir mintiéndome. No quiero dar la ilusión de que mi presencia en el Gobierno significa que estamos a la altura”. Los intereses creados llevan a los gobiernos, en el mejor de los casos, a que el cambio climático se convierta en parte de su propaganda. En la práctica, en sus políticas no se incorporan los cambios estructurales que la vida humana digna necesita para existir. En nuestro país tampoco: industria armamentística, impulso de las energías fósiles (petróleo, gas…), grandes infraestructuras inútiles (TAV, Supersur, variante sur ferroviaria, incineradora…), extensión generalizada de grandes superficies comerciales...

El IPCC (Panel Internacional sobre Cambio Climático) ha hecho público un informe en el que establece que “los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) establecidos para el 2030 en el Acuerdo de París, no serán suficientes para evitar que se sobrepase el calentamiento de 1,5º”. Ese organismo prevé gravísimas consecuencias: 10% más de días con temperaturas extremas, 25% más de ecosistemas forzados a desplazarse de latitud o altitud, 50% más de estrés hídrico mundial (mayor en el área mediterránea), desplazamiento de 100 millones de personas… El IPCC plantea qué medidas se deben adoptar para evitarlo, todas ellas orientadas a la utilización de energías renovables, al no uso del carbón y a reducir drásticamente las emisiones de CO2. Todo a la mayor brevedad. Seguro que Nicolas Hulot se ha ido del Gobierno francés porque, más allá de la retórica, no venía nada de eso. Lo mismo que sucede en nuestros gobiernos, pero sin que se produzcan dimisiones por ello.

No habrá cambios sin presión social. Y no habrá presión social sin pedagogía y socialización. Hay fuertes presiones para que nada cambie; los monopolios empresariales abusan de su poder y con la crisis han obtenido aun más poder. Sólo rinden cuentas a accionistas y altos directivos que priman sus beneficios y sueldos desorbitados por encima de cualquier otro derecho, bien sea laboral, social, medioambiental, democrático... Se puede afirmar que la soberanía, por ejemplo en el estado español, reside en el IBEX-35.

Baiona, 5 años después del primer “Alternatiba” en 2013. Estuvimos y el primer fin de semana de octubre vamos a volver a Baiona para reflexionar, proponer y socializar alternativas. Baiona en 2013 cuajó, reproduciendo “Alternatiba” en muchos otros lugares en Europa. En Hego Euskal Herria hemos impulsado Alternatiben Herria en Bilbo e Iruñea. Iremos a Baiona a reforzar esta lucha en la que el movimiento sindical debe asumir un papel esencial.

Se trata de democratizar decisiones que nos afectan, a toda la ciudadanía y a las generaciones futuras. Hay que desplegar agendas y debemos estar presentes. Hay que localizar decisiones que nos comprometan desde ya; traer al territorio concreto las alternativas y propuestas concretas que supongan cambios en las actitudes individuales y colectivas y fuercen a las instituciones a liderar esa transición. Esta transición debe ser social, ecológica, feminista y democrática. Y las organizaciones sindicales y sociales que estamos comprometidas con este cambio debemos actuar conjuntamente.

Este debate interpela directamente al movimiento sindical. Desde el sindicalismo, sabiendo que en nuestro ámbito más concreto de trabajo hay muchas cosas que hacer e inercias que remover. En ELA estamos convencidos que cuando nuestra militancia se mezcla con la militancia climática crecemos como militantes políticos y sociales. Eso es muy importante. Son espacios de lucha complementarios, todos ellos, con el objetivo de lograr una sociedad más justa y una vida digna. Nos vemos en Baiona el 6 y 7 de octubre.