A propósito de PISA 2006

11/12/2007

La Internacional de la Educación (la mayor federación internacional de sindicatos de personal docente y de apoyo a la educación que representa a más de 30 millones de miembros en todos los sectores de la educación, desde la enseñanza preescolar a la universidad, a través de 390 organizaciones afiliadas en 170 países) ha levantado recientemente su voz para expresar su creciente preocupación por la manipulación política de los resultados del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes de la OCDE (PISA). Lamentablemente, ELA observa que Euskal Herria no es ajena a este fenómeno, con la particularidad de que aquí debemos añadir el uso torticero e interesado de los datos para atacar la enseñanza en euskara e impedir su avance.

La publicación del último informe PISA 2006 se ha visto acompañada de un gran despliegue mediático. Si bien PISA es más que una simple clasificación de países y sistemas educativos, la casi totalidad de los medios de comunicación del país lo han reducido simplemente a eso y lo han convertido en un fenómeno mediático.

El informe PISA, realizado cada tres años en 30 países de la OCDE y 27 países asociados, analiza el rendimiento de estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencia. Es un informe que aporta datos valiosos. Sin embargo, el informe sólo ofrece una instantánea del modo en que un grupo de jóvenes alumnos responde a una serie de preguntas. En ningún caso supone un retrato detallado del sistema educativo de ningún país.

Cuando los medios de comunicación y los políticos contextualizan e interpretan los resultados del estudio PISA tanto en Euskal Herria, como en otros países suelen centrarse solamente en las clasificaciones, sin analizarlas realmente. En mayor o menor medida, pretenden convertir la educación en un bien calculable y sujeto a infinidad de clasificaciones, por lo que el debate acerca de la enseñanza se reduce a una cuestión de clasificación en los informes PISA. Esto genera una presentación simplificada e incorrecta de cuestiones que son mucho más complejas.

Como consecuencia de todo lo anterior, aparece la tentación de poner en marcha reformas con el objetivo casi único de obtener una mejor clasificación. Se trata de un objetivo superficial que pone en peligro la calidad y el acceso a la educación. La complejidad de la educación no puede reducirse a una simple clasificación, como si se tratara de deporte, en la que alguno/as alumnos/as salen ganadores/as y otros/as, perdedores/as.

Además, otro aspecto claramente denunciable es la suposición de la OCDE, explicitada en el informe PISA, de que los sistemas educativos deben centrar sus objetivos para satisfacer las exigencias del mercado laboral en un mundo comercial hipercompetivo. La educación debe suponer más que "aprender para ganar". Hoy como ayer, es necesaria una educación universalizada, equilibrada y plenamente desarrollada, que tenga en cuenta el futuro de los/as estudiantes como ciudadanos/as y no como simples trabajadores/as.