Ajustes técnicos (Astekaria 159, opinión)

23/05/2005

El diálogo social tal como hoy se concibe versa sobre el ajuste técnico de decisiones ya adoptadas en materia laboral y social. Para empezar, no trata del reparto de la riqueza, que es cada vez más injusto; las reglas que impone en esta fase de globalización neoliberal un sistema económico sin freno ni medida son intocables.

La invitación al diálogo social se produce cuando los ejes de la estrategia han sido ya fijados: las empresas deben ser más competitivas (es decir, aumentar aún más sus ganancias en detrimento de los costes salariales); los contratos de trabajo deben ser más flexibles (se debe aumentar el poder de las empresas y reducir las garantías de su personal); las condiciones de trabajo deben ir tomando como referencia los países que las tienen más bajas; la fiscalidad de las rentas empresariales y del capital debe reducirse; los servicios públicos deben privatizarse siempre que se pueda; el gasto social y la protección social, debe reducirse, etc. etc.

Para cuando se inicia el diálogo el terreno de juego ha sido acotado. Lo vemos, por ejemplo, en el diálogo sobre una nueva reforma laboral, que parte de las bondades de la flexibilidad en la contratación; véase el "informe de los expertos" (encargado por patronal, UGT y CC 00) que enumera las virtudes de la temporalidad: adaptación ágil de la mano de obra, contención de costes salariales, ágil modificación de condiciones de trabajo...

El informe reconoce que la actual generalización de la temporalidad fraudulenta no es sostenible y propone una solución "equilibrada" que recoja nuevas figuras de contratación temporal, y una "regulación de salida" menos gravosa en términos económicos y procedimentales. Se tratarla de que las empresas no tengan que recurrir al fraude de ley para disponer del empleo de su personal. Es evidente que, acotado en estos términos o similares el campo de juego, los trabajadores tenemos todas las de perder y seguramente no podemos aspirar sino a que no nos goleen.

Podríamos llamarlo diálogo trampa, si no fuera porque quienes aceptan participar en él están perfectamente en el ajo.