Ante vuestro blanqueo morado, nuestra lucha feminista

04/03/2020
Jone Bengoetxea- ELAko genero politika saila
Ante la proximidad del 8M, Día Internacional de las Mujeres, muchas seguimos con resaca de las huelgas feministas de los dos años anteriores. Lo que está claro es que hay un antes y un después para mujeres de todo el mundo. El feminismo ha venido para quedarse, y esperemos que siga siendo incómodo para los poderes establecidos, porque el feminismo nada tiene que ver con el purplewashing o el lavado de imagen morado tan habitual por parte de las instituciones públicas, también en Euskal Herria.

Y es que, ahora que todo el mundo es feminista y se apunta a la celebración, no queremos dejar de señalar los peligros de la borrachera feminista. La asimilación por parte del sistema de las reivindicaciones feministas y su procesamiento y reciclaje en discursos, propaganda y marketing pseudo feminista es ya una práctica habitual.

Ha colado en muchos casos, también aquí, donde las instituciones nos tratan de vender un supuesto oasis vasco, más si cabe, en una fecha tan señalada como el 8M. Lo cual resulta, como mínimo, irónico, cuando ese mismo día las trabajadoras de las residencias de Gipuzkoa llegarán a los 237 días de huelga. Aparentemente, en este oasis de igualdad la precariedad es relativizable y la conflictividad laboral es una mancha a borrar en el currículum.

Claro ejemplo de ello es el intento por parte de la Diputación de Gipuzkoa de relativizar la precariedad y las pésimas condiciones laborales de las trabajadoras de las residencias, y a la par, construir un retrato idílico de un supuesto territorio colocado a la vanguardia del bienestar social y la igualdad de género en Europa. Desgraciadamente, vemos cómo la propaganda cala, pero sospechamos que a la larga la crisis de los cuidados hará aún más aguas, y creemos además, que sostener los cuidados mercantilizados a costa de la precariedad y la explotación de las trabajadoras tiene un límite. La huelga sigue en pie, por tanto.

Huelga laboral y feminista. Así la nombramos y honramos, porque la lucha de clase feminista se lleva tiempo cocinando, haciendo y estallando en los centros de trabajo, en las calles y en los hogares de nuestro pueblo. La épica o el relato obrero feminista se escribe sobre todo en las calles a pesar de que aún creemos que falta mayor reconocimiento social y político de estas luchas protagonizadas por cientos, miles de mujeres, muchas de las cuales nunca se hubieran imaginado que la vida las llevara por estos derroteros. Mujeres con megáfono y pancartas en mano, mujeres haciendo marchas y manifestaciones por los pueblos para socializar su conflicto, mujeres organizando un festival alternativo de cuidados –Zaintzaldia– en la calle y paralelo al Festival de cine –Zinemaldia– de Donostia, zumbatones, concursos de fotografía, performances… Mujeres que enfrentan mesas de negociación muy duras con las patronales. La lista se queda corta.

Igualmente, las mujeres que hacen huelga son malas mujeres, sobre todo para los dirigentes políticos, gobernantes, y para las empresas y patronales amigas como se da en el caso de las residencias. No olvidemos que estas mujeres están cometiendo además uno de los mayores pecados como es el de “dejar” de cuidar, esa función social, intrínseca a las mujeres según el dictado patriarcal.

Otro elemento importante en las huelgas laborales feministas son los vínculos y las redes de cuidado internas que se generan en el colectivo durante el conflicto. Hay una frase que bien podría ser extraída de cualquier libro de auto ayuda pero que me animo a decir que también aplica en el caso de las huelgas: “la gente nunca quiere ser parte del proceso, pero quiere ser parte del resultado. El proceso es donde descubres quien merece ser parte del resultado”.

Es más, en el caso de la lucha de las residencias, el resultado se aplicará también a quien quizá no ha formado parte del proceso o no, al menos, todo el tiempo.

Vayan estas líneas en homenaje a todas estas mujeres que sin representar a ninguna vanguardia revolucionaria o mujeres que ni siquiera son conscientes de las pequeñas grandes revoluciones que están enfrentando, luchan para todas. Mujeres que hacen huelgas en sectores laborales precarizados y feminizados. Tampoco podemos olvidar en este punto que también hay mujeres que ni siquiera pueden hacer huelga, como las empleadas de hogar o las trabajadoras internas, las cuales ni siquiera se reconocen como trabajadoras y están inmersas en un mundo de explotación sin parangón.

Hace poco una amiga me comentaba apesadumbrada lo anestesiada que está la sociedad,

la falta de empatía que es generalizada a la hora de solidarizarse con injusticias que a priori no nos cruzan. A menudo siempre esperamos que los demás se muevan. Es difícil medir el impacto y las repercusiones que generan los conflictos laborales feministas, pero estamos convencidas de que merecen la pena. Luchar siempre merece la pena.