Batz-Araluce: el ataque del capitalismo cooperativo

05/12/2019
Unai Martinez - Responsable de industria eta Eraikuntza de ELA
Igorre (Bizkaia, 4.257 habitantes) es un pueblo industrial. La empresa más grande del municipio es Batz (grupo Mondragón), con cerca de 800 cooperativistas en plantilla. En 2016, Batz adquirió Araluce, también ubicada en Igorre desde 1949, y que actualmente cuenta con 141 trabajadoras y trabajadores.

Entonces Batz lo explicó así: “La nueva unidad denominada BATZ Araluce compartirá modelo de gestión, área comercial e ingeniería con la matriz. Manteniendo el empleo y presentando un ambicioso plan de reindustrialización, la absorción de Araluce incrementará la capacidad instalada de Batz Tooling”.

Es decir, una absorción. Batz se hizo con el 100% de Araluce y el área comercial, de gestión y la propia dirección pasa a ser enteramente la misma que en Batz y por lo tanto nos encontramos ante una única compañía en cargas de trabajo y en la definición de su futuro industrial. Existe, eso sí, una diferencia laboral importante: Quienes trabajan en Batz son socios cooperativistas, y quienes lo hacen en Batz-Araluce lo son por cuenta ajena.

A primeros de octubre de 2019, quienes trabajan en Batz-Araluce reciben el siguiente planteamiento: La empresa se liquidará despidiendo a toda la plantilla a 31 de diciembre y les abonará el mínimo legal. Además hay que continuar con la producción hasta terminar todos los trabajos pendientes. Para conseguir su objetivo la cooperativa Batz contrata a unos asesores que se hacen llamar a sí mismo “liquidadores” y son los que trasladan esta decisión.

Este planteamiento supone un terremoto social en Igorre. Las relaciones personales y familiares entre quienes trabajan en los dos centros de trabajo son innumerables. La plantilla de Araluce decide pelear. No tienen nada que perder. Además les adeudan salarios y deciden convocar una huelga y comienzan a socializar el conflicto, peleando por mantener el proyecto industrial que les da sustento.

La traumática decisión de plantear el despido y la liquidación no proviene de una multinacional o de una empresa gestionada por un oscuro fondo de inversión situado a miles de kilómetros. La decisión se toma a unos cientos de metros. La dirección de Batz trasladó a sus socios cooperativistas que el futuro de la empresa pasaba por la liquidación de Araluce. Omitió en cambio, que las dos compañías son una, y que la solución, o pasa por un plan que apueste por el futuro en común o 1.000 puestos de trabajo pueden perderse.

Desgraciadamente, volvemos a constatar que, cuando se trata de la vida laboral de empleados por cuenta ajena, el movimiento cooperativista actúa siguiendo el manual del capitalismo más inhumano. Una paradoja en un grupo que ha hecho suyo el lema “humanity at work”.

De los liquidadores solo hemos recibido el planteamiento de que el cierre es irreversible, y muchas amenazas. Aceptaron ampliar el plazo del cierre en tres meses más solo si aceptamos la liquidación y los despidos planteados. Ante la huelga en Araluce y su consiguiente repercusión en los trabajos en curso decidieron que la legislación laboral les estorbaba. En la madrugada del 8 de noviembre (1:30 horas), los liquidadores y un grupo de trabajadores ajenos a Araluce irrumpieron en la empresa y expulsaron a quienes trabajan en el turno de noche. Adujeron que un cierre patronal justificaba la actuación.

Aquella madrugada la plantilla de Araluce dio un ejemplo de dignidad, y también de sentido común. Es muy duro ver cómo te expulsan de tu puesto de trabajo, y que personas en algunos casos de tu propio pueblo se prestan a pisotear tus derechos. Respondieron defendiendo su sustento, con firmeza, y de manera pacífica. La Ertzaintza, que suele actuar ante las huelgas siempre a favor “de quienes quieren acudir a su puesto de trabajo”, actuó impidiendo a los y las trabajadores de Araluce poder acceder a su puesto de trabajo. Kafkiano.

Tanto la Inspección de Trabajo, como la delegación de Trabajo del Gobierno Vasco han decretado que la actuación patronal no tuvo justificación alguna. Lamentablemente, dentro de muchos años seguiremos recordando aquella madrugada.

Aún así queremos mirar adelante. A día de hoy, tenemos claro que Araluce no tiene futuro sin Batz, ni Batz sin Araluce. La batalla jurídica puede llevarse por delante 1.000 puestos de trabajo. Ni Igorre, ni Arratia se lo merecen. Hacemos un llamamiento al Gobierno de Gasteiz: consejera Tapia, la política industrial nada tiene que ver con acaparar minutos obsesivamente en la radio televisión pública para hacer propaganda. Este país se está desindustrializando, no queremos que se repita un nuevo cierre traumático. A la dirección de Batz y a MCC: aparquen la soberbia. Los y las trabajadoras por cuenta ajena también tienen derechos y los van a defender. No van a acatar sumisamente lo que se decida en asambleas ajenas donde se aporta información parcial.

Estamos trabajando para salvar el conjunto de Batz. Deberíamos ser capaces de construir comunidad saliendo de la lógica que el capital nos quiere imponer. Igorre, Arratia y más de 1.000 familias lo merecen.