Cocktails antes de la huelga
Lo acaba de contar José María Fidalgo en un almuerzo con periodistas: “Yo sigo hablando con los ministros, algunos porque me llaman y otros porque me los encuentro en algún cóctel”. Parece como si Fidalgo hubiera querido situar el alcance de la huelga en sus justos términos: huelga sí, pero sin ruptura, algo así como esas riñas de enamorados que preludian calurosas reconciliaciones.
Claro que, igual, Fidalgo se equivoca en sus cálculos y el rencoroso Aznar no les perdona la infidelidad. Por de pronto Aznar ha avisado ante la huelga de que “podía buscar el empate, pero quiero ganar el partido”. No es seguro, por tanto, que se vaya a abrir a corto plazo una nueva fase de “reforma con consenso”.
La patronal, directa beneficiaria de la reforma que está pasando inadvertida en el fregado, se ha dado cuenta de que puede ser el momento de colar de matute, quizá en la ley de acompañamiento de los próximos presupuestos, la reforma de la negociación colectiva que incluya la eliminación de la ultraactividad. Lo peor puede estar por venir.
Tras la huelga el sindicalismo español deberá plantearse el camino a seguir en lo sucesivo. Una de las opciones, por la que alguno de los sindicatos se ha manifestado ya, es la del retorno a la concertación, algo que para su desgracia no está exclusivamente en sus manos.
Porque que también puede ocurrir que el despechado Aznar no esté por la labor y considere que, incluso sin concertación, puede llevar adelante sus planes y culminar su proyecto de reforma; en otras palabras, que decida prescindir de los servicios de los sindicatos.
Se habrán acabado, en ese caso, los cócteles con ministros. Y quizás entonces el sindicalismo español empiece a plantearse de verdad la revisión de modelo.
HI