Cuando la política es unilateral y antisocial, no hay diálogo social
Dice Mario Soares, ex-presidente de Portugal, que “la política no sabe decir no”; que solo sabe “ser obediente” con el poder económico. ELA está de acuerdo con Mario Soares. Es evidente que aprobar reformas antisociales; imponer la disciplina presupuestaria que sacraliza el déficit y el pago de la deuda; aceptar que la democracia se devalúe, y aplicar recortes desgasta a los gobiernos. Por eso los gobiernos, preocupados por su imagen, quieren que las organizaciones sindicales demos apoyo a sus políticas para trasladar la imagen de consenso social. En Navarra, Barcina lo consigue sea cual sea la situación. CCOO llegó a decir que “habrá diálogo social, pase lo que pase”. Barcina conoce muy bien qué niveles de dependencia tienen CCOO y UGT de la financiación pública. Otros, parece que también.
El Lehendakari Urkullu quiere montar la mesa de diálogo social en la CAPV para llevar adelante un “modelo vasco”. Despachar la negativa de ELA a acudir a esa mesa como si de una actitud de mala educación se tratara es una frivolidad. Dicho eso, ELA quiere explicar su posición.
¿En qué consiste ese “modelo vasco”? ¿Hay que aceptar llamar “diálogo social” a aplicar políticas que aumentan las desigualdades sociales? ¿Deben ayudar los sindicatos a que los gobiernos escondan su responsabilidad? ELA opina que no. No nos negamos al diálogo social; lo que afirmamos con rotundidad es que no hay diálogo social.
¿Qué hace el gobierno de Gasteiz? Por el lado del gasto, acordar con Rajoy el nivel de déficit público y priorizar (para cumplir la reforma de la Constitución) el pago de la deuda pública. Una deuda que crece sin parar (378 millones en 2013 y más de 800 este año) para beneficio de los bancos que especulan con ella (Kutxabank incluida). Por el de los ingresos, con un diferencial de presión fiscal de más de 4.400 millones de € con la media europea, acordar con PSE y PP una reforma fiscal muy injusta e irrelevante en términos de recaudación. Pues bien, sacralizando la disciplina presupuestaria y negándose a una reforma fiscal progresista en profundidad, lo que queda son recortes, paro, pobreza y más desigualdades. Con esas prioridades los objetivos del gobierno no son el empleo y la solidaridad. Es imposible.
Urkullu aplica la normativa del Estado, una gran parte de ella, de manera acordada. Además, los últimos gobiernos de Gasteiz han eliminado, aplicando la normativa española que defendían Confebask, CCOO y UGT, los rasgos distintivos que quedaban del incipiente Marco Vasco de Relaciones Laborales; en políticas de empleo, formación (Hobetuz), salud laboral (Osalan)… Por otro lado, el gobierno dice que le preocupa la negociación colectiva, mientras en su ámbito de responsabilidad ha destrozado la que existía en el sector público y en los sectores que tienen una relación directa con los presupuestos. Nada distinto a lo que sucede en el Estado y en Navarra.
Además, no hay participación real -ni siquiera consulta- respecto a las decisiones que adoptan. La pequeña élite que toma decisiones por todos ha decidido que hay que privatizar Kutxabank, y lo hace dentro de un proceso planificado desde hace tiempo presidido por la falsedad y el engaño. La política vuelve a aparecer atrapada para dar la razón a Botín, que hace cinco años dijo: “las cajas son una anomalía con la que hay que acabar”. ¿Por qué en Alemania las cajas no se tocan? ¿Por qué no se abre un debate social sobre esta gravísima decisión? Nadie obliga; es falso. Desde el inicio de la bancarización su objetivo era privatizar las cajas. También podemos preguntarnos… ¿apoyar la privatización de Kutxabank forma parte del diálogo social? CCOO ha decidido apoyarla.
Teniendo en cuenta todo eso… ¿qué queda para las mesas de diálogo social? Pues, por ejemplo, acordar que se financie con dinero público a la patronal para que haga contratos cada vez más precarios sin que ese dinero redunde en un solo puesto de trabajo más. Como se ve, las políticas que importan se acuerdan con Confebask: una patronal que solo confía en la ley; que abusa de una representación otorgada para bloquear y vetar contenidos en la negociación colectiva, y hace de lobby para erosionar todo lo social financiada con dinero público.
¿Y qué hacemos los sindicatos? Es verdad, que dada la actual correlación de fuerzas hay cosas que, desgraciadamente, no podemos hacer. ¡Y mira que lo lamentamos! El capital tiene una hegemonía prácticamente total en la política y condiciona sus decisiones. Pero sí hay algo que podemos hacer: No dar cobertura. No renunciar a las alternativas; no dejarnos arrastrar por la presión mediática dirigida desde el poder económico y político; no aceptar el chantaje de la estigmatización al que someten a la disidencia. No aceptar la condena al individualismo que nos ofrecen: una sociedad sin referencias, que termina por no distinguir, como en Francia, al Frente Nacional del Partido Socialista. El neoliberalismo está haciendo estragos en la política. El sindicalismo a todo eso tiene que decir, con nosotros, no.
Esto es la política real. En Hego Euskal Herria quieren extender el modelo español, mesas de diálogo social incluidas, para sacar al sindicalismo de su espacio natural: la organización de su clase, la reivindicación y la lucha. Ni gobierno, ni Confebask, están interesados en el Marco Vasco si eso supone una política diferente a la española. Al inicio de la legislatura, ELA planteó al gobierno de Urkullu -igual que en su día a López- abordar temas parciales (Salud Laboral, Formación...) que puedan ser de interés mutuo, con el objeto de acabar con la perversión en que se han convertido. López no quiso. ¿Y Urkullu?
Las mesas de diálogo social son una ratonera para el movimiento sindical; una jaula, en la que te alimentan –te financian–, pierdes tu autonomía y quedas atrapado. Si vas a esas mesas, aceptas ser un figurante.
Para llevar adelante los contenidos que preocupan a la clase trabajadora el sindicalismo tiene el reto de su autonomía; esto es, no aceptar ningún nivel de subordinación respecto de partidos, gobiernos y patronal. Por eso, ELA insiste en que hay pocas cosas más políticas para el movimiento sindical que la afiliación y la militancia. Sin esas dos cosas se pierde, por un lado, la autonomía financiera, el pensamiento propio y la libertad para decidir alianzas, alternativas y movilizaciones; y por otro, la militancia que permite, con su compromiso, llevar adelante un proyecto. Lo que sucede en el estado español con la financiación de organizaciones sindicales también explica los distintos modelos que existen.
Rechazar la presencia en esas mesas no es un problema de mala educación. Las políticas que realizan los gobiernos lo hacen imposible.
Adolfo Muñoz “Txiki”
Secretario General de ELA.