El plan de Patxi (Astekaria 133, opinión)

26/04/2004

Tras el vuelco electoral del 11-M, el PSE-EE ha anunciado su réplica a la propuesta de nuevo Estatuto del Gobierno Vasco. En su estructura el plan de reforma estatutaria de Patxi López se parece bastante al plan del lehendakari. Como éste, se compone de tres piezas: Parlamento de Gasteiz, Parlamento español y consulta popular. Pero ahí acaban las coincidencias, ya que cada una de las piezas tiene en uno u otro invento cometidos o funcionamiento distintos. Vamos por partes.

Al parlamento de Gasteiz le correspondería en ambos casos debatir y aprobar las propuestas: por mayoría absoluta, en el "plan Ibarretxe", o por una "amplia mayoría" que debiera incluir necesariamente al PSE, en el "plan López".

En ambos casos el parlamento español debería aprobar el proyecto, con la sustancial diferencia de que para el PSE el voto contrario de las Cortes españolas pondría punto final al proceso, mientras que en el plan Ibarretxe el proyecto se sometería en cualquier caso a la decisión de la ciudadanía vasca.

La tercera pieza, la de la consulta popular, tiene por ello en uno y otro caso naturaleza radicalmente distinta, ya que, si en el "plan Ibarretxe", diga lo que diga Madrid, el proyecto se terminaría sometiendo a la ciudadanía vasca, en el plan del PSE la consulta popular sólo llegaría a producirse tras un pronunciamiento favorable de las Cortes españolas; un pronunciamiento desfavorable cerraría, como se ha dicho, toda opción de consulta popular.

El planteamiento del PSE es sin duda hábil, ya que le permite emanciparse de la agobiante tutela ejercida por el PP desde el petardazo de Nicolás Redondo ante la propuesta de Ardanza y abandonar el incómodo e impopular discurso del no. "Si Ibarretxe tiene un plan, nosotros tenemos otro", pueden decir ya los del PSE. Otra cosa es que el plan del PSE responda satisfactoriamente al conflicto de fondo en torno al derecho a decidir de la ciudadanía vasca, algo que, evidentemente, no hace. En efecto, en el plan López la capacidad de decidir que se reconoce al parlamento de Gasteiz queda sometida a su aprobación por el parlamento español, y la ciudadanía vasca sólo podría expresar su voluntad en referéndum si el parlamento español decidiera consultarle. La soberanía sigue, por tanto, donde estaba.

Y el debate sobre la soberanía no es en modo alguno un debate nominalista, como lo ha calificado, para descalificarlo, Patxi López, sino el meollo y la sustancia de este conflicto.

G.K.