En Newark San Andrés ya han parado la reforma de negociación colectiva

01/02/2012
El conflicto de Newark-San Andrés (factoría papelera de Villava-Atarrabia) ahora terminado supone un ejemplo perfecto de la acción sindical que debe oponerse a la reciente reforma de negociación colectiva (imposición de convenios firmados en Madrid, notablemente más pobres que los provinciales) y a la ofensiva patronal, basada en la desregulación de condiciones (lo llaman flexibilidad) y en el alejamiento de la negociación a ámbitos cada vez más lejanos, donde la fuerza de los trabajadores se diluye en mesas y foros más o menos dóciles (diálogo o concertación social).

Además, está sobre la mesa la pretensión de acabar con la ultraactividad de los convenios (es decir, que decaiga su aplicación cuando termina el plazo para el que se acuerdan), imponiendo arbitrajes que decidan cuando las negociaciones se atascan en posturas alejadas entre sindicatos y patronal. En definitiva, restar efectividad a la movilización de los trabajadores poniendo la espada de Damocles de un plazo lo más corto posible para acordar nuevas condiciones laborales. Sin duda, eso va a propiciar la dejadez negociadora de los empresarios y su deseo de dilatar lo máximo posible todas las negociaciones... hasta que un arbitraje dicte nuevas condiciones cada vez más favorables a la patronal.

Pues bien, en Newark San Andrés, una plantilla sindicalizada, con alta afiliación, y liderada por un comité con mayoría de ELA (6 delegados de 9) ha conseguido frenar esta dinámica que se vende como imparable en tantas empresas y sectores. Es decir, las sucesivas reformas de la negociación colectiva se pueden parar, en cada ámbito y en cada empresa, si el mensaje está claro, la plantilla lo asume y los delegados sindicales lo llevan hasta las últimas consecuencias ante la patronal: “Por ahí no pasamos”.

Descendiendo a lo concreto: seis días de huelga indefinida y 18 de paros parciales han doblegado la intención de Newark de suprimir el pacto propio de empresa para aplicar el convenio estatal del sector, lo que hubiera conllevado: congelación indefinida de salarios; pérdida de pluses; doble escala salarial para nuevas contrataciones; libre temporalidad sin obligación de hacer fijos; contratación por ETT; tres jornadas anuales más de trabajo; perder el derecho a la jubilación parcial... Y a la larga, lo que es más grave: depender para siempre de un convenio estatal firmado en Madrid por elites sindicales (en este caso, UGT y CCOO) sin contacto con la realidad de cada empresa e impidiendo a los delegados del comité negociar sus propias condiciones.

Por contra, la acción sindical en Newark-San Andrés ha logrado frenar esta pretensión y, lo que es más importante, obligar a la empresa a negociar las condiciones de Villava-Atarrabia con un convenio propio, figura legal que otorga mucho más respaldo normativo que el hasta ahora existente pacto de empresa. La plantilla de Newark ha demostrado con su ejemplo que las reformas impuestas en Madrid (ahora la de negociación colectiva) se pueden parar empresa por empresa, si hay sindicalización y trabajadores afiliados, conscientes de su situación y de su capacidad de hacer frente a la patronal.

Como todos deberíamos saber, para aplicar un convenio estatal que uniformice derechos (recortando los nuestros) no basta con que el Gobierno central reforme la negociación colectiva en ese sentido (éste es el escenario). Al Gobierno y a la patronal le hacen falta sindicatos (estos son los actores) que vayan a Madrid y los firmen, dando carta de naturaleza efectiva a esas medidas (la obra de teatro completa). Y, como también todos deberíamos saber, puede remarse a contracorriente de esa tendencia, pero para ello deben defenderse los pactos y convenios propios con la convicción y la rotundidad que han demostrado los trabajadores de Newark-San Andrés.

  

Daniel Narváez Zunzarren (ELA-Hainbat)