German Kortabarria: ¿Quién defiende a la Ertzaintza?"
Desde ELA hemos criticado en más de una ocasión actuaciones de la Ertzaintza o de algunos de sus miembros. Recientemente la intervención, abusiva y desproporcionada, de la policía autónoma el viernes 4 de noviembre, en Bilbao, con ocasión de la huelga de hostelería. Son intervenciones que nos hieren especialmente a quienes aspiramos, como buena parte de los propios miembros de la policía vasca, a una Ertzaintza puesta al servicio de la ciudadanía y de la sociedad de la que forma parte, respetuosa y valedora de los derechos de la gente; una Ertzaintza que, en contraposición con los cuerpos policiales reflejo de la imposición, podamos considerar "geurea". La defensa que ELA ha hecho y sigue haciendo de un modelo sindical confederal, frente a los modelos corporativos, es un reflejo de esta concepción.
Es verdad que no vivimos tiempos fáciles para una policía democrática, al servicio de la sociedad. Seguramente nunca lo han sido. La fuerte jerarquización de la policía y su dependencia de directrices y decisiones políticas la hacen muy sensible al modelo político y social que se imponga. Un modelo de orden público atento a los derechos y problema de la ciudadanía, que asuma las manifestaciones de conflicto, configura comportamientos policiales bien distintos que aquél que se obsesione con la apariencia de normalidad.
Vivimos un tiempo en el que la progresiva liquidación del modelo social acarrea una creciente desigualdad en el reparto de la riqueza y las oportunidades. El poder acentúa su perfil autoritario y se encomienda a la policía el mantenimiento del orden público ante la conflictividad laboral y social. En este proceso se va alejando a la policía de la ciudadanía, y de una policía cercana, de proximidad y colaboración, se va pasando a una policía más lejana, que aparece exclusivamente cuando hay que mantener el orden. Es un proceso al que, lamentablemente, no es ajena la Ertzaintza.
La Ertzaintza se encuentra con problemas añadidos. Por una parte, la realidad de un marco jurídico-político con nula legitimación entre amplios sectores de la ciudadanía (negación del ámbito vasco de decisión, ley de partidos, ilegalizaciones, prohibiciones, extensión del antiterrorismo a ámbitos que nada tienen que ver con la violencia...). Por otra, la propia policía vasca se convierte en blanco de la violencia política y en objeto de deslegitimación social. Por último, también desde el discurso antiterrorista que cuentan con presencia más que testimonial dentro de la propia policía vasca se ataca y deslegitima a ésta por insuficientemente represiva.
Ante todo ello, la situación de la Ertzaintza, atrapada entre una dirección política que muestra preocupantes tics autoritarios, la todavía vigente violencia política y el rechazo de un sector político, es suficientemente difícil como para que, ante hechos como los del viernes 4, la reacción sea la negación de la crítica, el corporativismo y el cierre de filas.
Si se establecieron criterios y se dieron órdenes muy cuestionables desde el punto de vista de los derechos, habrá que cuestionar dichos criterios y órdenes; si hubo actuaciones improcedentes e infracciones de las normas más elementales, habrá que investigarlas, corregirlas y sancionarlas. Si, en general, se detecta una preparación insuficiente del personal sobre el alcance, por ejemplo, del derecho de huelga, el papel de los piquetes o las competencias y derechos del comité de huelga (un problema que ELA-Ertzaintza ha planteado repetidamente a Interior), habrá que establecer las medidas necesarias para llenar vacíos de tanta gravedad. Encerrarse y negar las críticas no ayuda a la regeneración en clave democrática de criterios y actuaciones.
En este contexto reviste una gran importancia el papel que debe jugar -está jugando ya- un sindicalismo, como el de ELA-Ertzaintza, que mantiene la perspectiva de clase y la incorpora a la reflexión sectorial. Comprometido con los valores democráticos y sociales, con el respeto de los derechos de personas y grupos y con una concepción de policía al servicio de la ciudadanía. Capaz de administrar desde estos criterios las tensiones, las contradicciones incluso, que conlleva el trabajo policial.
Se ha acusado a ELA de atacar a la Ertzaintza. No es cierto, aunque hayamos criticado con mucha dureza el comportamiento de algunos agentes y los criterios que presidieron la actuación de determinados dispositivos en Bilbao. Pienso, por mi parte, que no hay mejor forma de defender a la Ertzaintza que denunciar hechos como los del 4 de noviembre, impropios de una policía democrática, y exigir la urgente corrección de la deriva autoritaria que se aprecia en la entidad. Los enemigos de la Ertzaintza hay que buscarlos entre quienes la ponen al servicio de los patronos o extienden el manto corporativo sobre desmanes como los que se produjeron en el Hotel Carlton.