Huelgas para un país mejor

05/06/2023
Mitxel Lakuntza, Secretario General de ELA
Hace unos días, la secretaria general de uno de los principales sindicatos belgas me preguntó cómo nos iban las cosas. Al explicarle que una de la prioridades de ELA es que los salarios no pierdan poder adquisitivo, me comentó: “En Bélgica, las empresas están obligadas por ley a aumentar los salarios al menos lo que suba la inflación”. Una medida así solo se explica por la movilización y capacidad de huelga del movimiento sindical belga a lo largo de la historia.

Precisamente las movilizaciones laborales son un tema muy actual: Hego Euskal Herria registra el 55% de las huelgas del Estado, con solo el 6% de su población.

Pues bien, tanto la patronal vizcaína Cebek como el PNV han mostrado su preocupación por este hecho diferencial vasco. La patronal afirma que somos “el peor ejemplo del Estado”, añora las mesas de diálogo social y los pactos de CEOE, UGT y CCOO (no son de obligado cumplimiento, no suben el IPC, dan más poder a las mutuas y precarizan más los contratos parciales que se aplican a las mujeres). Ese es el modelo que le gusta a la patronal. Además, Cebek miente cuando acusa a ELA de recurrir “a la huelga como primer recurso. Debería ser el último, si las negociaciones no han culminado con éxito”. Nadie mejor que la patronal sabe que la huelga es siempre la última opción. De hecho, la del Metal de Bizkaia se convocó tras 20 reuniones infructuosas.

Tampoco es cierto que Cebek negocie “con todos los sindicatos pero con el único que no llegamos a acuerdos es con ELA”. Ciertamente, ELA es más exigente y por ello los convenios que firmamos son mejores, pero acabamos de firmar el Comercio Textil o Residencias con Cebek, después de decenas de días de huelga.

Recientemente, el lehendakari Urkullu y Andoni Ortuzar buscaban las razones de la pérdida de votos del PNV. Urkullu: “Euskadi es líder en huelgas, manifestaciones y protestas" a pesar de ser "puntera" en varios índices. La respuesta a la incredulidad del lehendakari está en su misma afirmación. Aquí las condiciones laborales son mejores porque existen esas movilizaciones, no porque gobierne él. Su reflexión pendiente es analizar el origen de las protestas. No es tan difícil: el deterioro de Osakidetza, la vivienda, el encarecimiento de la vida… Desde luego, nada que ver con la principal preocupación del lehendakari: un TAV cada vez más cuestionado.

Andoni Ortuzar también apuntaba al clima de protesta como responsable de su pérdida de votos: “¿Es inducido o auténtico? ¿Ha habido una acción concertada para crispar en ese momento?”. No tenga dudas, señor Ortuzar, es muy auténtico. Su primer error es trasladar la impresión de que las protestas se han ceñido a la campaña. Cualquiera sabe que esas protestas forman parte de la realidad cotidiana de este país. Las trabajadoras de las residencias de Bizkaia alcanzaron el 23 de mayo un acuerdo para aumentar su sueldo de 1.400 a 1.800 euros, pero tras un año de movilizaciones y 68 días de huelga. Porque las huelgas no tienen otro calendario que el de sus mesas de negociación. Son las mismas mesas que la patronal y el Gobierno Vasco bloquean (Osakidetza), y que solo se desbloquean con la huelga. Otro dato fundamental: ELA no creó la caja de resistencia hace dos semanas, sino en 1978.

El segundo error es ignorar las causas de las huelgas: las políticas neoliberales conllevan un injusto reparto de la riqueza, una creciente desigualdad y un empeoramiento de los servicios públicos. Si a eso le sumamos una patronal que bloquea las negociaciones para no subir ni el IPC (especialmente en los sectores feminizados) mientras crecen los beneficios empresariales, es fácil entender el enfado de tanta gente.

La gran paradoja es que los mismos que dicen que las huelgas no sirven para nada, ahora buscan ahí una justificación de su bajón electoral. Cuando no se atienden las necesidades de la gente, el enfado crece y puede tener consecuencias políticas. Es también una conclusión válida para una izquierda que, con carácter general, aboga más por la moderación que por cuestionar el orden económico, y que no confronta con los intereses del capital. A la izquierda también debería preocuparle la creciente desafección política que se constata, entre otras cosas, con la abstención. El enfado social da una pista sobre dónde tiene que enfocarse la política.

¿Acaso, señor Urkullu, aparecer continuamente junto a los poderes económicos (invitación al presidente de Iberdrola a un acto de su partido) no puede tener también consecuencias electorales? ¿No será que el problema es la acción concertada entre el poder político y el económico?

En definitiva, ELA va a seguir defendiendo sin complejos la movilización y la huelga. Incluso los buenos acuerdos logrados sin ir a la huelga se explican precisamente por todas las que hemos hecho antes. Las huelgas y movilizaciones consiguen mejorar las condiciones de vida de muchas personas en este país, y ése es siempre un país mejor.