Las huelgas feministas de cada día, también el 8M #M8GrebaFeminista

08/03/2019
El Movimiento Feminista de Euskal Herria ha convocado a la mitad de la población a una huelga general el 8 de marzo, dando así continuidad a la demostración de fuerza del año pasado. La convocatoria de este año tendrá ingredientes innovadores al trascender los límites del empleo formal para llegar a suponer un paro en todas esas tareas imprescindibles para el mantenimiento de la vida, y que supone traer a un primer plano la necesidad del reconocimiento de las tareas de cuidado. A ese respecto cabe preguntarse qué ocurriría si, de pronto, las mujeres dejaran de hacer todas esas tareas que suelen hacer desinteresadamente. Y la respuesta es inequívoca: colapsaría el sistema, con un resultado caótico.

Supone mucho que la huelga tenga ese sentido. El sistema capitalista promueve la precariedad de las vidas de forma más severa que nunca, y para hacer una lectura apropiada de la precariedad debemos indagar en el marco de las relaciones laborales. El conflicto no se da solamente entre el trabajo (empleo) y el capital, los que realmente colisionan son el capital y la vida. La respuesta, por tanto, también debemos darla en el mismo plano, organizando las luchas en los distintos ámbitos de la vida.

Al tratarse la precariedad laboral de un elemento de explotación, y como quiera que se extiende como un reguero de pólvora, las vidas de las mujeres son cada vez más vulnerables. Sin condiciones de trabajo dignas, no se puede ser autónoma. El empleo formal también tiene sus bordes y aristas, y en ese filo es donde se encuentran las mujeres casi siempre. Por eso, las luchas contra la precariedad laboral, que tiende a convertirse en estructural, cobran un sentido capital, y así lo vemos en nuestro sindicato.

No es por casualidad que las huelgas más significativas de los últimos años hayan sido protagonizadas por mujeres. Mantenemos vivo el recuerdo de la hazaña realizada por las mujeres de las residencias de Bizkaia, que batieron el récord de la huelga más larga llevada a cabo por mujeres en Europa.

Y van por el mismo camino las mujeres de las residencias de Gipuzkoa, con una prolongada dinámica de movilizaciones, en las que se reivindica el reconocimiento del valor que tiene el trabajo de cuidados, y la consiguiente mejora de condiciones laborales, la desaparición de la brecha salarial, y la mejora de la calidad de los servicios básicos que han sido objeto de privatización.

Las mujeres de los servicios de ayuda a domicilio de Bizkaia también reclaman unas condiciones más dignas para los trabajos de cuidados que prestan en nuestros vecindarios, oponiéndose rotundamente a los procesos de privatización de estos servicios.

Por otra parte, las mujeres de los sectores de limpieza de juzgados y comisarías llevan más de cinco meses de huelga, en denuncia de la discriminación que sufren respecto al sector mayoritariamente masculino de limpieza viaria, donde ingresan al año entre 1500 y 3000 euros más.

Tampoco podemos dejar de mencionar el conflicto laboral que tuvo lugar de hace unos pocos meses en los hoteles NH y Barceló de Bilbao, donde las trabajadoras, en un régimen de esclavitud laboral y racista, llevaron a cabo una huelga de algo más de 40 días. Tenían unas retribuciones de 2,5 euros la hora, contratos en fraude de ley, jornadas indefinidas, ratios inaceptables, y sueldos que no alcanzaban los 800 euros con pagas extra incluidas. Se trataba de una lucha interseccional: sector feminizado, precarizado y con componentes racistas, donde las trabajadoras procedían de más de quince países.

Las luchas citadas y tantas otras han sido conflictos sindicales ejemplares y, al mismo tiempo, casos prácticos de reivindicaciones feministas, que han puesto el foco en los trabajos de cuidados, la brecha salarial...

Es innegable que el imaginario del sindicalismo y los protagonistas vamos cambiando. Las mujeres, cara a cara y desde primera línea, batallamos por unas condiciones de empleo y de vida dignas.

En ELA hemos ido aprendiendo mucho de todas estas luchas en los últimos años. Han supuesto una aportación inestimable al proceso de dar centralidad en la estrategia del sindicato a los intereses y necesidades de la mujer. Aunque todavía queda mucho por hacer, los pasos que hemos dado no tienen vuelta atrás, hoy está fuera de toda duda que un sindicalismo que pretenda ser transformador no tiene futuro, sin un componente feminista.

Pero el feminismo también debe colocar en el centro la lucha de clases y su visión, ya que la visión de clase es un factor indispensable para poner en cuestión el reparto de la riqueza y del poder.

Es evidente que la clase trabajadora es cada vez más plural, igualmente obvio resulta que no todos los integrantes de la clase trabajadora nos situamos en el mismo nivel, existen diferencias en función del origen, papeles de extranjería, opción sexual o diversidad funcional. Pero no es menos cierto que tenemos intereses comunes que nos ayudarán a entrelazar las distintas sensibilidades y perspectivas, en tanto en cuanto somos mujeres diversas de una misma clase trabajadora. El feminismo transformador debe reforzar la lucha de clases para así hacer frente más eficazmente al sistema capitalista, racista y heteropatriarcal.

La mejor aportación que hace ELA al feminismo procede de las luchas de los sectores feminizados, y estamos orgullosas de ello. Las mujeres que salen a la huelga en sus centros de trabajo están llevando a cabo también una lucha feminista. Detrás de cada huelga hay un trabajo enorme de organización, unos procesos potentes de empoderamiento, desde lo individual a lo colectivo, como trabajadoras y como mujeres. Y el sindicato es una herramienta eficaz en ese empeño.

De todas esas huelgas cotidianas desembocaremos en el 8 de Marzo. Partiendo de la situación de precariedad de todas esas mujeres tenderemos puentes hasta otros ámbitos de lucha que están más allá del empleo.