¿Las y los vascohablantes discriminamos y somos racistas?

18/03/2024
Pello Igeregi, responsable de euskera
Las declaraciones que Nerea Fillat ha hecho al diario El Salto han provocado una fuerte polémica en las redes sociales.

Ha sido concretamente la versión en castellano de la entrevista la que más ha sonado; ponían en boca de Fillat la siguiente reflexión: “creo que gran parte de la actividad cultural vasca lo mira desde la comodidad y se están produciendo profundos errores políticos que condicionarán el futuro. En esto, mi voz no es la única; hay voces que dicen que hay políticas que se hacen desde el mundo del euskera que son bastante racistas y discriminatorias “. A mí no me ha gustado la denuncia general dirigida contra el mundo euskaldun y que se generalice así sobre la discriminación y el racismo, sin concretar a qué y quiénes se refiere en concreto. Supongo que está hablando de la segregación escolar y que denuncia la teoría de la sustitución que defienden algunos euskaltzales, no el mundo del euskera en general.

Sería de agradecer que en lugar de lanzar una denuncia tan general hubiera explicado, a quienes no hayamos leído su libro, qué le preocupa concretamente. Quizá el problema esté en la traducción que ha buscado la periodista que ha recogido la noticia. En todo caso, la manifestación de estas ideas de esa manera es echar sal en las heridas que muchos tenemos abiertas, y creo que no hay necesidad para ello. Entre otras razones, porque esa generalización solo sirve para alimentar a lo sectores que buscan extender la euskarofobia.

Sin embargo, debo confesar que, aun cuando la denuncia se haya formulado de manera tan injusta, me ha llevado a examinarme a mí mismo. Y lo que veo en el espejo no es perfecto. Pero, al mismo tiempo, qué cabronada es querer ser euskaldun, porque eso nos lleva a incurrir constantemente en contradicciones.

Me resulta difícil admitir que una comunidad de hablantes de una lengua minorizada tenga capacidad de discriminar a lenguas hegemónicas, porque en realidad somos nosotras las personas discriminadas. En Hegoalde el castellano ha ocupado por la fuerza todos los espacios públicos (en la calle, medios de comunicación, ocio...). Esa hegemonía le permite castellanizar la sociedad, ya que las capacidades lingüísticas están estrechamente ligadas a nuestro entorno. Un entorno castellanoparlante hace que el input recibido en castellano se reproduzca a su vez en la misma lengua.

Por ejemplo, estamos obligados a consumir en castellano el cine, los programas de televisión, radio o los audiovisuales que se comparten en las redes sociales; asimilamos los juegos de palabras, bromas o términos que se utilizan en esos ámbitos y los reproducimos en otras situaciones en las que se emplean esos mismos juegos de palabras, bromas y términos.

El euskara tiene muy pocos espacios hegemónicos, y estos nos resultan imprescindibles, tanto a la lengua como a las personas vascohablantes. El euskara los necesita para su supervivencia; si no, será una lengua muerta. Y quienes lo hablamos, para desarrollar nuestras capacidades lingüísticas y poder vivir en euskara.

Pero con frecuencia debemos construir esos espacios en que el euskara es hegemónico en entornos muy castellanizados, entre quienes hablamos euskara desde casa y la gente que ha hecho el esfuerzo de aprenderlo. Pero actuar entre nosotros excluye a otros, disminuyendo las posibilidades de recibir el euskera. 

Por ejemplo, la campaña Arnas Dezagun buscaba impulsar que en las zonas donde predomina el castellano las niñas y niños vascohablantes no se dispersen en clases diferentes. Si esto ocurre en un espacio donde el castellano es hegemónico, se diluyen y en la mayoría de los casos acabarán castellanizándose. Asimismo, quienes están alejados del euskara, a falta de relaciones con alumnos y alumnas euskaldunes, tendrán menos oportunidades de euskaldunizarse. Pero ¿cómo lograr la euskaldunización de las personas que no hablan euskara en un entorno que castellaniza a la gente euskaldun?

Esta contradicción no la llevo nada bien. Los vascohablantes estamos obligados a elegir. Las personas castellanohablantes no tienen ningún problema porque el español predomina en todos los espacios y no necesitan elegir (entre otras cuestiones, porque todos los vascohablantes también hablamos castellano y les damos oportunidad de hablar en la lengua que quieran). Soy consciente de que en esa opción el euskara puede llegar a ser un pretexto para el racismo o el clasismo. Pero qué injusto es echar la culpa de ello de modo generalizado a la gente euskaldun, cuando la opción es fruto de una opresión.

Con tal de resolver esa contradicción algunos vascoparlantes, la minoría, diría yo, atacan a las y los migrantes. Sin embargo, estas personas se limitan a reproducir la situación hegemónica en Euskal Herria. Si en Euskal Herria el euskara fuese la lengua dominante la gente migrante se euskaldunizaría. Ese es el debate de fondo: el de si en todos los espacios públicos el euskara debe tener o no un estatus político y legal equivalente al del castellano. Eso no quiere decir que la migración no tenga sus efectos; los tiene, y deben ser tenidos en cuenta. Pero la cuestión principal es la hegemonía forzosa del castellano (reforzada aún más por el capital).

Las amigas más cercanas de mi hija menor hablan euskara desde casa, y eso le permite socializarse en euskara. La madre de una niña con la que compartía mesa en clase es de origen extranjero, y esta hablaba euskara con dificultad. La profesora nos dijo que al cabo de tres meses el nivel de euskara de esta alumna había mejorado sustancialmente. Pero eso ha sido posible, a su vez, porque la práctica en euskara de mi hija es sólida (por capacidad y sentimiento), y porque ha seguido hablando en euskara con la compañera de clase que se dirigía a ella en castellano. Me hubiera gustado que esta microexperiencia se hubiera convertido en macroproyecto gracias a una Ley educativa distinta de la que fue aprobada, pero la opción política ha sido la de mantener el actual sistema segregador, erdaldun y mercantilista. Y puede que algunos de los vascoparlantes sean racistas, pero me parece muy injusto que se nos achaque la responsabilidad de la discriminación que sufrimos.

Como responsable de euskara de un sindicato, aspiro a hacer de él un instrumento de mejora de las condiciones de la clase trabajadora que sea más euskaldun y más euskaltzale. Si somos líderes en la mejora de las condiciones de vida, seremos un agente que puede tener un enorme impacto en la euskaldunización, y podremos atraer al euskara a las personas que están alejadas de nuestra lengua (sea cual sea el color de su piel).