Ley del Euskara: Abrir puertas, aprovechar ocasiones

19/10/2018
Iván Giménez, responsable de comunicación de ELA
Por primera vez en la Historia, quienes mandan en Navarra no gobiernan contra el euskara. Y la historia es muy larga. De siglos. Durante años, mucha gente ha trabajado a favor del euskara, con tenacidad y resistencia, pero no nos hemos hecho preguntas demasiado difíciles. Salvando las distancias, estar a favor del euskara -así, en general- era como estar en contra del hambre en el mundo.

En cambio, el presente es corto y fugaz. Ya han pasado tres años desde que UPN dejó el Gobierno, y poco se ha hecho para normalizar la situación del euskara (normalizar: llegar a una situación similar a la que disfruta la lengua castellana). Hoy, en la Cuenca de Pamplona, hay cuatro escuelas infantiles más en euskara, se ve ETB y ha entrado en vigor un modesto decreto para fomentar el euskara en la Administración (y aunque se quedó muy corto, conviene recordar que ELA fue el único sindicato que lo apoyó).

Y por puntualizar: la extensión del modelo D a toda Navarra y la licencia de Euskalerria Irratia no son logros del nuevo Gobierno, sino que ambas medidas venían de la anterior legislatura. Sin embargo, y a pesar de la timidez de estos avances, la agresividad del Viejo Régimen ha sido formidable, forzando repliegues como el de la lista única en Educación, por poner un ejemplo.

Ahora, por fin, existe la ocasión de elaborar una nueva Ley del Euskara, y ELA ha hecho sus deberes: en junio estuvimos en el Parlamento de Navarra para presentar nuestras propuestas concretas, recogidas en un documento de 18 páginas (esfuerzo poco imitado, dicho sea de paso).

En este tema, sabemos que hay un largo trecho entre lo que se puede hacer y lo que nos gustaría. Y en ese terreno nos tendremos que mover. Pero las ocasiones están para aprovecharlas, ahora o… nunca? Buf, quién sabe…

En todo caso, si queremos una nueva Ley del Euskara, habrá que llenarla de contenido. Con esa premisa, las propuestas de ELA, reales y factibles, pretenden ser un punto de partida para un debate imprescindible y urgente. Nada más. Pero no es poca cosa. Y siempre teniendo en cuenta que se trata de una Ley del Euskara para toda la ciudadanía navarra, sea bilingüe euskaldun o monolingüe (castellanoparlante).

Por ello, estudiar y vivir en euskara debe ser un derecho universal, tanto para las personas bilingües como para las castellanoparlantes, ya vivan en Lesaka o en Fitero… Cada persona decidirá en qué idioma quiere vivir, pero igual que existe y se respeta a todo el mundo el derecho a vivir en castellano, lo mismo debe garantizarse… en euskara. La opción debe ser universal; lo contrario es imponer el castellano.

¿Cómo superar la zonificación?

Los derechos, en definitiva, o son universales, o no son derechos. Por tanto, para evitar discriminaciones, el euskara debe ser oficial en toda Navarra. Pero, ¿cómo superar la zonificación? Así, a mano, tenemos un buen modelo en vigor desde 1988: la ordenanza del euskara de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona (MCP). En dicha entidad se agrupan municipios de las tres zonas lingüísticas (es una Navarra a menor escala), y con esa ordenanza se han logrado avances significativos sin mayores problemas, respetando los derechos de todo el mundo.

Dicha ordenanza “pretende establecer una regulación uniforme, de tal manera que todos los ciudadanos gocen de los mismos derechos en materia lingüística, independientemente del municipio en el que se ubique su domicilio”, con el fin de “garantizar que quien entable una relación con la Mancomunidad pueda utilizar el idioma que libremente elija”. ¿No firmaríamos este principio en una ley aplicable a toda Navarra?

Dicha ley se basaría en la autonomía local (municipal, comarcal…) para adecuar la oficialidad en cada lugar a través de un proceso democrático lo más cercano posible. ¿Y cómo se aplica eso en la Administración? La aportación práctica de los y las técnicas municipales de euskara, desde su experiencia de muchos años, puede ser muy valiosa para ello.

¿Y en Educación? ELA advierte de que el extendido y aceptado discurso del pluringüismo (es un concepto anclado en lo políticamente correcto y, por tanto, atacarlo es muy arriesgado) iguala a las lenguas propias de Navarra con las extranjeras (incluso dando más prestigio a estas últimas). Es decir, coloca como las tres patas de la enseñanza al castellano, el euskara y el inglés, haciéndole el trabajo gratis al neoliberalismo y la globalización más uniformizadora e imperalista. Alguien tiene que decirlo: este plurilingüismo no es más que neocolonialismo lingüístico, aquel que promovía el Estado francés en Argelia o el Imperio Británico en la India. Desde luego, hay que aprender idiomas extranjeros, pero no como lenguas vehiculares mediante una semi-inmersión chapucera e impuesta.

En este sentido, es muy preocupante la defensa que algunas organizaciones abertzales hacen de ese plurilingüismo falaz que no es más que una estrategia de marketing en la competencia por captar matriculaciones (aquí, en Bizkaia y en Madrid). ¿No se les enciende ninguna alarma al ver que Ciudadanos y PP defienden un modelo semejante para Cataluña, por ejemplo?

Por contra, lo que hay que garantizar en cualquier sitio es el conocimiento de las lenguas propias. Para ello, tenemos clara una medida: el modelo A (euskara como asignatura) debería ser el mínimo en toda Navarra, en todas las escuelas. Si el euskara va a ser oficial, deberíamos garantizar un mínimo conocimiento de él a todo el alumnado. Hoy en día, la lengua extranjera es obligatoria con cinco sesiones por semana (como mínimo) en todo el territorio. ¿Vamos a reivindicar menos que eso para el euskara si llega a ser oficial en toda Navarra?

Para avanzar, quienes no conocen el euskara deberán percibirlo como una oportunidad, superando esos intereses políticos que lo presentan como una amenaza. Nos corresponde ahora abrir puertas y aprovechar la ocasión que tenemos delante.

Tenemos la oportunidad de hacer toda una ley, pero debemos llenarla de contenido, y trabajar para sumar una mayoría social y parlamentaria que no se arredre ante cálculos electoralistas o ataques de los de siempre. Cómo se articula la oficialidad es la clave de bóveda de esa futura ley, y en la propuesta de ELA hay guías para recorrer ese camino.

Ahora o… vete a saber.