Victoria del... Front National

20/05/2007

Puede parecer paradójico hablar de la victoria del Front National tras estas elecciones presidenciales de 2007, en las que precisamente los resultados de ese partido han caído de manera espectacular. Sin embargo, asistimos hoy a una gran victoria del Front National, que ha conseguido, con su existencia de estos últimos veinte años, y sin haber llegado al poder en ningún momento, hacer que el mapa político vire por completo a la derecha.

Una balanza desequilibrada

El fenómeno es sencillo: a lo largo de estos dos decenios la extrema izquierda ha ido saliendo de la escena política, con la lenta pero inexorable desaparición del Partido Comunista, que hasta 1980 todavía contaba con más del 20% de los votos. Al mismo tiempo, en la extrema derecha del abanico político, el Front National se ha ido imponiendo poco a poco. Este movimiento no ha cejado en el empeño de una batalla ideológica y política en torno de una serie de cuestiones muy concretas: rechazo de la inmigración, políticas de seguridad a ultranza, crítica de los impuestos y del asistencialismo, reivindicación de la grandeur francesa... La balanza global se ha desequilibrado mucho, y ha acabado hundiéndose, hacia la derecha, en estas últimas elecciones presidenciales (los candidatos de derecha han obtenido el 63,57% de los votos, con una participación récord del 84% en la primera vuelta de las elecciones, con una derecha que ha afirmado con mayor claridad que nunca sus intenciones ultraliberales y su obsesión por las políticas de seguridad).

El mecanismo global de este profundo desequilibrio ha sido sencillo y fácil de entender: Sarkozy ha derechizado mucho la línea de la UMP para tratar de recuperar una parte de los votos del Front National (lo que ha logrado finalmente en este último escrutinio). El PS ha especulado con que esa derechización de la UMP asustaría a los electores más moderados y centristas, y a su vez, ha intentado captar a ese electorado alejándose de la izquierda. Pero de esa manera, las diferencias entre la UDF de François Bayrou y el PS resultaban tan difusas que algunos de los electores de este último partido han preferido votar a Bayrou, hombre de la derecha, por cálculo táctico (Bayrou hubiera tenido más posibilidades que Ségolène Royal de ganar a Sarkozy en la segunda vuelta). Este deslizamiento no se ha producido, por desgracia, únicamente por errores tácticos, sino que secunda una derechización ideológica que hace la situación aún más preocupante. El alto nivel de participación en ambas vueltas de las elecciones y la claridad de los debates y los programas presentados por la derecha demuestran que estamos ante un voto que se adhiere voluntariamente a los valores y principios ideológicos claramente defendidos por Sarkozy (el liberalismo económico en todo su esplendor: trabajar más para ganar más; crítica de la sociedad asistencial; reivindicación del éxito individual; fe en la mano invisible del mercado; nada de complejos ante el hecho de ganar sumas enormes de dinero; "que los ricos sean más ricos beneficia a todo el mundo"; "los impuestos perjudican a la economía; más crecimiento; menos reducción de la jornada laboral, y menos políticas de redistribución de la riqueza").

Todo ello plantea, evidentemente, la necesidad de reequilibrar la balanza e interpela a la izquierda del PS y al movimiento ecologista y altermundialista, divididos en múltiples facciones y estrategias políticas que no consiguen influir en el curso de los acontecimientos. Pero tampoco a este respecto la solución podrá consistir en una simple apuesta táctica para reunir en una coalición a los diversos partidos y sectores de la izquierda del PS. Se ha podido comprobar tras la victoria del no al proyecto de Tratado Constitucional europeo que una coalición de tal naturaleza, sin la premisa de un proyecto común, es demasiado efímera. La necesidad política del momento sería, por tanto, la refundación de un proyecto ideológico y estratégico que fuera capaz de aunar las grandes corrientes antineoliberales, ecologistas, altermundialistas y antijacobinas, y que permitiese la consolidación de un polo fuerte a la izquierda del PS.

En Iparralde

Los resultados en Iparralde no presentan diferencias significativas respecto de los registrados en el departamento de Pirineos Atlánticos, Aquitania o el Hexágono. La consigna de Batasuna, que llamó a la abstención, no ha tenido eco en ninguna de las dos vueltas: de hecho, el nivel de participación ha sido más alto en Iparralde que en otras partes del Estado francés, y más elevado que en otras convocatorias electorales anteriores.

Los candidatos y candidatas que han mantenido posiciones próximas a las reivindicaciones abertzales (departamento vasco, acercamiento de los presos políticos, reconocimiento del euskara y abolición del artículo 2 de la Constitución, que únicamente reconoce al francés como lengua oficial), han obtenido ciertamente resultados algo más elevados que su media en Francia (el altermundialista Bové, un 2,31% frente al 1,15% global; la ecologista Voynet, 2,02·, en lugar del 1,57%; el trotskista Besancenot, un 4,60% frente a un 4,08%), pero estas diferencias no se perciben claramente más que en los tres cantones donde los abertzales tienen una implantación social, cultural y política real: Baigorri (Bové ha obtenido el 6,23%), Garazi (Bové, 5,83%) e Iholdi (Bové, 8,04%).

Además de que el 90% de la población de Iparralde vota como el resto del Hexágono, una parte importante del electorado abertzale es muy sensible a las cuestiones francesas cuando en convocatorias electorales como las presidenciales o las legislativas: la extremada centralización del sistema francés; el tipo de escrutinio (a dos vueltas y por sistema mayoritario) y la escasa masa crítica de Iparralde en el conjunto del estado (270.000 habitantes de 60 millones) explican en gran medida este comportamiento en las elecciones.

Txetx Etcheverry, responsable de la Fundación Manu Robles-Arangiz en Ipar Euskal Herria