Laura Gonzalez de Txabarri: Nuevo contratiempo de la OMC

2006/01/03

El acuerdo "in extremis" con el que finalizó la VI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), de Hong Kong, ha permitido maquillar el nuevo fracaso de sus promotores; fracaso que constituye una buena noticia para quienes consideramos que la implementación de los planes de la OMC es un desastre para la mayoría.

Esta conferencia tenía por objeto impulsar las negociaciones de la ronda de Doha, eufemísticamente llamada "ronda para el desarrollo". Bajo este nombre realmente de lo que se trata es de la liberalización del comercio. El discurso oficial trata de establecer una relación directa entre apertura comercial y mejora económica y social (en todos los países, ricos y pobres). Sin embargo, la experiencia no avala tal tesis. Realmente, lo que mejoran son las cuentas de resultados y el poder de decisión de determinadas empresas (sobre todo multinacionales), a expensas del desmantelamiento del sector público, de las privatizaciones, o de la imposición de sistemas de producción agrícola intensivos. Ello desestructura las redes de solidaridad o de protección social, y empeora las condiciones de vida y de trabajo de la inmensa mayoría de la población, en especial en los países menos desarrollados económicamente.

Una de las cuestiones más llamativas de la OMC, y que se ha vuelto a repetir en Hong Kong, es de qué se habla realmente y de qué no. Así, no se habla de derechos laborales, sociales o medioambientales, cuestiones que sí deberían tener mucho que ver con el comercio. Sin embargo, la cumbre de Hong Kong sí ha abordado la liberalización de los servicios de los países en vías de desarrollo. Éste ha sido, además, el principal objetivo de los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos. Esta liberalización, en base a la flagrante desigualdad de condiciones existente, tiene y tendrá un fuerte impacto negativo en el desarrollo y en las condiciones de vida y trabajo de las poblaciones de los países menos ricos. Éstos, además, deberán facilitar el acceso a sus mercados de productos no agrícolas (NAMA), fundamentalmente a través de la rebaja de los aranceles para los productos industriales producidos en los países desarrollados.

En materia de agricultura, el acuerdo por el que la UE y los EE.UU. aceptan eliminar las subvenciones agrícolas a la exportación para el 2013, se pretende "vender" como algo positivo para los países en vías de desarrollo, pero a nada que se escarbe un poco queda en evidencia que no es para tanto. Estos subsidios representan, en el caso de la UE, tan sólo una parte de las políticas que se destina a políticas que suponen una "competencia desleal" y que van en detrimento de la soberanía alimentaria. Algo parecido sucede con el acuerdo alcanzado en torno al algodón. Además, los detalles del acuerdo se dejan para su negociación en abril de 2006, lo que pone en duda la validez del propio acuerdo.

¿A quien beneficia todo esto? La disputa no es entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, no es una disputa entre Norte y Sur. Los intereses que los dirigentes de los países desarrollados defienden en la OMC no son los de sus poblaciones (millones agricultores y agricultoras, de trabajadores y trabajadoras, pensionistas,... ) sino los de unas pocas empresas transnacionales o multinacionales que controlan prácticamente todo el mercado mundial. Son sus intereses, defendidos por políticos y funcionarios, los que una vez más priman frente al respeto de los derechos fundamentales de la inmensa mayoría de la población mundial.

Y para la defensa de esos intereses se emplean todos los medios que haga falta, entre ellos la represión. Las cumbres de la OMC se han convertido en un paradigma del control policial y del intento de que no se visualice el rechazo a las mismas. Pero la realidad es que cada vez está más extendido el enfado de millones y millones de personas, que sólo reclamamos justicia y el respeto de los derechos humanos y sociales.

El no acuerdo alcanzado hace dos años por los gobiernos en la cumbre de Cancún fue considerado por ellos un "fracaso", aunque para la mayoría social ese fracaso constituía una victoria, en la medida en que frenaba de alguna forma el avance de la liberalización total de todos los sectores de la economía. Ahora, han pretendido evitar un nuevo "fracaso", pero no pueden ocultar la realidad. La OMC ha fracasado, ha fracasado al igual que lo han hecho otras instituciones como el BM y el FMI, porque no han cumplido sus supuestos objetivos iniciales: no han servido ni para promover el desarrollo, ni para regular el comercio mundial de forma justa. Por el contrario, han demostrado que su compromiso es con los países ricos y sus multinacionales.

El fracaso y desprestigio actual de las organizaciones internacionales se debe a sus políticas, pero sobre todo al trabajo de sensibilización y movilización llevado a cabo por múltiples organizaciones en todo el mundo. Este trabajo ha sido necesario hasta ahora, y va a seguir siéndolo en el futuro. La globalización de los derechos humanos, económicos, sociales y culturales es la alternativa a la globalización neoliberal, una alternativa mucho más atrayente para la inmensa mayoría de las ciudadanas y ciudadanos del planeta.

Laura González de Txabarri, ELAko nazioarteko idazkaria