“La lucha contra el cambio climático es también una lucha de clases”

17/02/2022
Estamos en plena crisis ecológica y social, y no hay más remedio que organizarnos para salir de este atolladero. Para reflexionar sobre este tema ELA y la Fundación Manu Robles-Arangiz han organizado una jornada de formación dentro de la iniciativa Aldaketaldia 2022. Han hablado tres personas: Ainhoa Plazaola –responsable de medio ambiente de ELA–, Mikel Gómez –miembro de la iniciativa Sukar Horia – y Yayo Herrero –ingeniera, investigadora y militante ecofeminista–.

Ainhara Plazaola ha destacado que la emergencia climática o ecológica también es un concepto que hemos interiorizado, también las instituciones, aunque sólo sea para hacer propaganda. “Desgraciadamente, con el paso del tiempo la situación va a peor, tenemos más cerca los efectos que producen estos fenómenos y cada vez son más graves. No hablamos sólo de inundaciones o sequías, sino de empeorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y de precarizar las condiciones de trabajo. Cuando decimos que el cambio climático y la emergencia ecológica son una cuestión de clase, hablamos de esto”.

Mikel Gómez ha hablado en nombre de Sukar Horia, un colectivo cuyo objetivo es una transición ecológica justa. Antes de analizar sus propuestas sobre la transición ecológica ha dado unas pinceladas sobre la crisis energética. Por ejemplo, ha subrayado que estamos en el principio del fin de una época, la de la energía barata y abundante. “La nuestra es la generación que más energía consume de la historia. La mayor parte de la energía que se consume procede, con diferencia, del petróleo. Y, hoy por hoy, el petróleo es insustituible. Cada cierto tiempo nos venden una especie de solución mágica, pero el petróleo no tiene sustituto. Muchos han puesto sus esperanzas en el desarrollo de la tecnología, pero hoy en día no hay milagros tecnológicos”.

También ha analizado las consecuencias del aumento de temperatura que vive la Tierra. Los expertos dicen que la temperatura de la Tierra podría subir en cuatro grados antes de que termine el siglo. “Parece que el fin de siglo está lejos, pero los niños que nacen hoy vivirán el fin de siglo. Subir cuatro grados no significa que si hoy hace 12 grados a final de siglo haga 16. Debemos comparar el planeta con el cuerpo humano. ¿Qué nos pasa a nosotros cuando la temperatura corporal nos sube a cuatro grados? Ahí está la respuesta. En el caso de la Tierra, además, debemos tener claro que las consecuencias serían irreversibles”.

Mikel Gómez destaca que la lucha contra el cambio climático es también una lucha de clases. “El planeta puede satisfacer las necesidades básicas de todos, pero no da para generalizar la vida de las clases medias-altas del Norte. Para garantizar las necesidades de todos, tendremos que repartir como nunca recursos cada vez más escasos, expropiando a los grandes propietarios. Además, deberíamos poner en tela de juicio la primacía de la propiedad privada y del mercado, y reforzar otras vías para satisfacer las necesidades: bienes comunes, servicios públicos, consumo compartido... En la mente de reducir y repartir, tenemos buenas razones de colaboración entre el movimiento ecologista y el movimiento obrero”.

“Por supuesto que tendremos discrepancias. Por ejemplo, reducir las industrias contaminantes y las infraestructuras puede provocar una pérdida de puestos de trabajo. No podemos olvidar, sin embargo, que se pueden crear otros puestos de trabajo utilizando los recursos en otros lugares. Además, los puestos de trabajo de hoy no tienen un largo camino si se mantienen erosionando la base ecológica. Con el largo plazo en mente, la contradicción no es entre trabajadores y ecologistas, sino entre intereses de hoy y mañana. Así, el ecologismo debería tener muy presente la perspectiva de clase para no apoyar medidas regresivas en nombre del medio ambiente, mientras que el movimiento obrero debería estar alerta para no justificar destrozos en nombre del empleo”.

La presentación de Mikel Gomez:

Yayo Herrero ha comenzado recordando que, a pesar de que a la economía convencional se le olvida, dependemos por completo de la naturaleza. “No hay economía ni tecnología sin naturaleza, y la naturaleza y el planeta, son finitos. El planteamiento es, en apariencia, sencillo. Si la economía convencional necesita aumentar la extracción de bienes naturales para crecer, pero los bienes se encuentran al límite, hay un problema; eso sí, un problema que trasciende el conocido debate del cambio climático. “El reto no es sólo climático o social, estamos ante una crisis de civilización. Lo que está en riesgo no es el planeta, sino las vidas humanas”, asevera Herrero.

Recuerda que los países ricos hace tiempo que superaron sus límites de extracción en sus territorios. El pico del petróleo convencional se alcanza en 2005; el pico máximo de extracción de todos los petróleos, en 2018; y el de todas las energías posibles, en 2020. “Esto tiene unas consecuencias terribles en un mundo que come petróleo”, subraya Herrero. Pone un ejemplo. “Si todo el planeta llevara el mismo estilo de vida que en EH, o el Estado español, necesitaríamos tres planetas. Si hablamos del modo de vida de Noruega o Suiza, necesitaríamos cuatro”. Advierte de que la tan aplaudida economía verde -en el caso de Suiza o Noruega- se basa en deslocalizar, “una dinámica colonial e injusta”. Así, Siria, Libia, Venezuela, Afganistan... se han convertido en sede de las grandes transnacionales occidentales extractivistas que basan su riqueza en el empobrecimiento y destrucción de países empobrecidos y sus habitantes.

Ante ello, Yayo Herrero es tajante: el decrecimiento no es una opción, sino un hecho inevitable. Afirma que no existen los negacionistas, sino negacionistas de la justicia social y la igualdad. “Vamos a decrecer, la cuestión es cómo vamos a hacerlo, “por las buenas o por las malas”. Cuando habla de hacerlo a las malas, menciona directamente -no sin antes avisar que también pretende provocar un poco a los asistentes- el fascismo. “Mantener ciertos estilos de vida de los países ricos de Occidente supone saquear otros territorios y marginar, e incluso dejar morir, a quienes viven allí”.

Por el contrario, aceptar el decrecimiento “por las buenas” implica reconocer que la forma de vida que hemos llevado hasta ahora nos ha puesto en riesgo. También supone asumir que el desarrollo sostenible, impulsado a finales de los 80 y principios de los 90, ya no nos vale”.

Así, destaca tres principios básicos que deben regir el inevitable decrecimiento. En primer lugar, lo que denomina el principio de suficiencia, es decir, asumir que unos tendrán que soltar para que otras personas puedan recibir. Habla de responsabilidades asimétricas, eso sí. En segundo lugar, asegura que urge una redistribución de la riqueza y de las obligaciones. Cuando habla de obligaciones menciona los cuidados de la vida, una tarea que corresponde a todos y a todas: administraciones, sociedad... una tarea que históricamente ha recaído sobre las mujeres. En tercer lugar, Herrero menciona el cuidado de la vida. Habla de sostener la vida como palanca de la organización de la vida en común, donde las instituciones, los sindicatos y la sociedad juegan un papel fundamental. “Hay debates que son inseparables. Contener el fin del mundo al que estamos abocados si no cambiamos y llegar a fin de mes son dos debates que convergen, no pueden darse por separado”, afirma. “Hay que hablar de necesidades vitales y de límites de la biosfera, en paralelo”, recalca.