Nativas y extranjeras: una brecha entre la clase obrera

22/03/2024
Katia Henríquez - ELA
A raíz de que en marzo reivindicamos el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras (8M) y el día Contra el Racismo y la Xenofobia (21M), me ha llegado un documento que afirma que la brecha salarial entre mujeres autóctonas y mujeres migradas es del 37%. (Informe sobre la integración laboral de Inmigración, 2022).

Frente a este dato nos podemos preguntar ¿cómo es posible que, en el mercado laboral formal, supuestamente con criterios de selección objetiva, exista este tipo de discriminación entre mujeres autóctonas y migradas? ¿De dónde viene y por qué ocurre esta discriminación?

Ante a esta pregunta, cierro los ojos y me remito a aquel día en que, cumpliendo las pautas que me marcó Lanbide, acudí a una oficina donde, entre otras cosas, ofrecían asesoría laboral. También era una espacie de banco de alimentos y otro tipo de servicios para personas migrantes.

Pronta y dispuesta, me presenté a la cita a la hora indicada. El lugar estaba al cobijo de una parroquia de Getxo, y esto me llamó la atención porque: ¿qué tiene que ver una parroquia con la asesoría laboral?

Llamé al timbre y al abrirme la puerta, vi que todas las personas usuarias eran de origen extranjero, con tez morena y mezcla de acentos latinoamericanos. La primera pregunta que me hicieron fue si venía a recoger comida, a lo que respondí negativamente y me encontré aún más sorprendida. No entendía a qué lugar me había derivado Lanbide con la intención de ayudarme a conseguir empleo.

Esperé en una pequeña sala, hasta que dijeron mi nombre y me hicieron pasar. Me atendió un hombre autóctono de mediana edad, que, por su apariencia, forma de actuar y hablar me recordaba a algún sacerdote de los que iban en misión a mi país de origen. Me senté. Alegre, y con esperanzas de que me ayudaría a encontrar trabajo, le mostré mi currículum. Un documento que había preparado cuidadosamente, intentado resumir mi formación y experiencia laboral. Aquel hombre cogió el documento, pasó las hojas mirando detenidamente y después de un momento de lectura y silencio, emitió su recomendación: “Lo mejor es que quites toda la formación universitaria y la experiencia laboral. Deja solo la formación como bachiller y busca un trabajo como dependienta en un comercio local. Bórralo todo y en la siguiente cita volvemos a hablar. Nadie quiere una dependienta o cuidadora con tanta formación”.

Salí contrariada y desmoralizada. Por supuesto nunca volví. La sensación de que el esfuerzo que has hecho por formarte y tu experiencia laboral se van a la basura en cuanto migras a un país del norte global, es aniquilante.

No era la primera vez que migraba, antes había vivido en otros países de Latinoamérica para continuar con mis estudios, lugares donde mi mochila profesional era considerada un aporte. Aquí parecía lo contrario.

Por esta razón no me resulta extraño que exista brecha laboral y salarial entre las personas autóctonas y las migradas que estamos en el sector formal. El mercado laboral informal no se menciona y es donde la población migrada es abrumadora mayoría. El dato sobre la brecha sale del Informe sobre la integración laboral de Inmigración, del Observatorio del Racismo y la Xenofobia. La brecha de la que habla hace referencia a la ocupación, tipo de actividad, parcialidad, jornada y antigüedad. Este dato desvela que en el Estado español las mujeres migradas que contamos con empleo formal estamos 37 puntos por debajo de las mujeres autóctonas en términos de calidad de empleo, sin llegar a profundizar en el nivel de ingresos y poder adquisitivo de ambos colectivos. De tomarse en cuenta estas variables, probablemente la brecha sería mayor.

En el contexto de la reivindicación de las mujeres trabajadoras y del día contra el racismo, es necesario poner esta foto sobre la mesa para dar pie a reflexionar sobre esta realidad y, principalmente, para poder luchar por reducir y eliminar esta brecha. Brecha cuya semilla es plantada desde la administración pública, desde las oficinas donde dan asesoramiento para la búsqueda de empleo bajo el esquema de la división sexual y racial del trabajo.

En contrapunto y con el objetivo de avanzar en la eliminación de la brecha, nos encontramos las mujeres migradas sindicalizadas y no sindicalizadas. Somos nosotras, quienes, junto a las aliadas autóctonas, las que tenemos un papel fundamental en la lucha para construir una sociedad libre de discriminación y racismo.¡Empecemos ya!