Contra el racismo y la xenofobia (Opinión)

16/03/2010

Emérita Cuéllar.

En víspera del 21 de marzo, día contra el contra el racismo y la xenofobia, conviene hacer una reflexión acerca del constante debate que tenemos en occidente sobre el racismo. Al preguntar en la calle si existe racismo y xenofobia, las respuestas son heterogéneas, pero el denominador común es el mismo, se cree que esta lacra social esta superada, y que se confunde con otras cuestiones.

En aras a aclarar el debate, conviene recordar algunas definiciones. Racismo es discriminación por motivos raciales o características físicas de las personas. El fin es dar privilegios al grupo dominante y quitar derechos al minoritario. Xenofobia, es odio y rechazo al extranjero, con extremos que van desde el rechazo visible, al desprecio y las amenazas, hasta agresiones y asesinatos.

Debemos tener presente que el gobierno ha reforma leyes para recortar derechos básicos a las minorías y generar malestares entre la sociedad. A nuestro entender esto es racismo disfrazado, pero igual de injusto y cruel.

En la calle se escucha argumentos variopintos para escuchar o argumentar el rechazo al extranjero, al inmigrante. “No me gustan, no los quiero cerca porque no son de aquí, son diferentes físicamente, tienen otras costumbres, no les conozco, no me dan confianza, son pobres y se llevan las ayudas, les tocan casas, gastan su dinero en cosas que yo no puedo comprar, me van a quitar mi trabajo, son menos que nosotros, tienen muchos privilegios, etc”. En muchos casos la cosa no queda en el rechazo; va más allá: “Yo tengo más derechos porque nací aquí, que se vayan a sus países”.

Caldo de cultivo. A la vista de lo anterior, creo que no podemos negar que en nuestra sociedad hay caldo de cultivo para el racismo y la xenofobia. En este sentido, me parece necesario analizar cómo hemos llegado a la situación actual, porque es fruto de un proceso.

Los gobiernos europeos quería aumentar las tasas de natalidad, mejorar la economía y garantizar los presupuestos de las pensiones. Pero no tenía suficiente gente. Entonces, lanzaron el modelo neoliberal e instauraron la globalización. En el caso del gobierno español, las grandes empresas ( Iberdrola, telefónica, BBVA, Repsol, etc) abrieron sus tentáculos y absorbieron empresas públicas y privadas de países en desarrollo, hasta saquear sus recursos. Esto generó más pobreza y asfixió a mucha gente. El gobierno europeo aprovecho la coyuntura y llamo a varios países, pidió trabajadores y trabajadoras, mano de obra, pero llegaron personas.

Y fue necesario plantear políticas de integración sociolaboral, que no estaban presupuestadas. Pero persistía el modelo económico, eran necesarias personas jóvenes que contribuyeran a la economía, que no costaran ni un duro a esta sociedad. La sanidad y la educación de éstas ya las habían asumido sus países, aquí sólo generarían riqueza. Y aunque fueran profesionales trabajarían en lo que la gente de aquí no quería, lo sucio, lo mal pago, lo precario.. Esto también facilitó que otros grupos sociales entraran al mercado laboral, entre ellos muchas mujeres, a su vez propicio el aumento de trabajo pagado en negro.

Cuando todo marchaba viento en popa y bajo control, surge la crisis creada por lo bancos. Con eso no se contaba. Aumenta el paro. La solución que se plantea es recortar derechos sociolaborales y rediseñar el modelo económico. Aún se necesita gente extranjera, pero poca, preferiblemente la más cualificada de cada país. Paso a paso cambian las leyes, fomentando, aún más, la precariedad y la exclusión social, situaciones que hacen vulnerables a las personas y permite que se desmonten las condiciones laborales existentes. Resultado: crece la tasa de pobreza.

Con éste paisaje, se hace necesario echar la culpa a alguien. Por supuesto no puede ser la clase política, ni empresarial. Lo más fácil es criminalizar a la gente más débil, la extranjera y echarles la culpa de todo. Se hacen ofertas económicas a la gente extranjera para retornar voluntariamente a sus países y recibir allí subsidios de desempleo, pero no cuela, porque la gente ya tiene raíces aquí. Además en sus países no ha cambiado la situación que motivo su venida a la rica Europa.

Y es en ese momento cuando los nuevos esclavos del siglo XXI se revelan, cuando la clase política muestra su otra cara; da un giro de 180 grados a las leyes e, incluso, se lleva por delante el modelo social europeo. La Europa que firmó la Carta de los Derechos Humanos, flaquea y muestra sus garras llenas del racismo más rancio y duro. Se han desenmascarado para mostrar las lacras sociales, el racismo y la xenofobia que creíamos estaban superadas. “Hay que perseguir a la gente inmigrante hasta expulsarlos” Ese es el objetivo final.

La mano de obra extranjera, los inmigrantes, ya no son la solución. Se han convertido en EL PROBLEMA. Se les vende como amenaza y hay que defenderse. El poder político y económico siguen en sus mismas poltronas, engordando sus cuentas de resultados, pero fomentando el racismo y la xenofobia.

ELA, evidentemente, no va a caer en la trampa. Seguiremos trabajando –todas, todas para superar esta lacra social del racismo y la xenofobia, aprendiendo a construir un país mejor para todos y todas juntos. Seguiremos exigiendo a los gobiernos leyes en igualdad de condiciones para todas las personas, sin tener en cuenta su país de origen. Con un único principio: el de seres humanos con las mismas necesidades básicas.