Discriminación y explotación, son actitudes xenófobas (Opinión)
Emérita Cuéllar.
El 21 de marzo conmemoraremos otro día Internacional contra el racismo y la xenofobia. El discurso se viene enmascarando sutilmente, pero no cambia las actitudes, el fondo sigue siendo el mismo, más racismo y más xenofobia.
Se puede decir que la mayoría de actitudes racistas y xenófobas se orientan a las personas extranjeras extracomunitarias. Queremos destacar: la explotación laboral y la discriminación a través de las alocuciones políticas. Sólo hay que prestar un poco de atención a los medios de comunicación, y observar la realidad que nos rodea. Como dice el cantautor argentino Piero “Las cosas se cuentan solas, solamente hay que saber mirar”.
El racismo y la xenofobia saltan en numerosos escenarios laborales. Cada vez se conocen más casos de explotación, especialmente en los sectores más desprotegidos y precarios como construcción, servicio doméstico, hostelería, entre otros.
A día de hoy no existen datos acerca del número de personas explotadas. Lo que sí se conoce, es que a las personas inmigrantes sin documentos, tras denunciar explotación se les abre proceso de expulsión. Se castiga a las víctimas, y se premia al victimario al permitirle seguir explotando impunemente.
Todo lo anterior ocurre aunque la Ley de extranjería plantea que se puede conceder una autorización de residencia temporal (por circunstancias excepcionales y por razones humanitarias), a las personas víctimas de los delitos contra los derechos de los/as trabajadores/as. Sin embargo, en la práctica no se aplica esta excepción.
Las personas inmigrantes trabajadoras están a merced del empresario, porque están sin papeles o con permisos condicionados a tener un empleo. El prototipo son quienes tienen la primera tarjeta para trabajar, o quienes vienen con contrato desde su país de origen en figuras como cupo o contingente, trabajador de temporada o prestaciones transnacionales de servicios. En gran parte estas figuras de contratación son la clara imagen de la esclavitud. Estas personas tienen la obligación de trabajar más pero el derecho de cobrar menos. Y eso sí, igualdad para pagar impuestos.
Otro marco de racismo y xenofobia, se ha generado a partir de los discursos y debates de las campañas políticas. Se vincula el fenómeno de la inmigración a la delincuencia, la inseguridad ciudadana o la conflictividad social, y esto propicia en todos los ámbitos sociales actitudes racistas y xenófobas, que desde luego no favorecen la convivencia.
Por otra parte no se les reconoce como ciudadanos cuando se les niega el derecho a la participación política, ni activa ni pasiva. No pueden votar ni se les pueden elegir.
A partir de esto hay otros ejemplos concretos de racismo, como la detención de los tres ciudadanos argelinos residentes en Gasteiz, se les detuvo de manera violenta por imputaciones indefinidas de apoyo al islamismo. A los pocos días fueron puestos en libertad, por lo que la presunción de inocencia ha dado paso a la presunción de culpabilidad. Las personas inmigrantes son sospechosas solo por el hecho de su condición.
Otro ejemplo, es la situación que se viene dando con los menores inmigrantes no acompañados. Se señalan como un colectivo con problemas, se les criminaliza por la actuación de sólo algunos. Pese a esto se plantea que se les debe acoger, que todos deberían estar en centros de iniciación profesional, pero nadie quiere tener un centro cerca de casa, llegándose incluso a su destrucción, sin que se de una respuesta política y social acorde a la gravedad de estas actuaciones. Todas éstas son acciones antisociales, porque hay obsesión con los menores extranjeros, eso aunque se conoce que el año pasado la Diputación atendió 1.100 menores de Gipuzkoa, frente a 250 de fuera.
Los dos marcos de explotación laboral y negación de derechos políticos para las personas inmigrantes, constituyen un evidente panorama colmado de matices de racismo y xenofobia, en el que la reivindicación debe ser la exigencia de un cambio radical de la actual Ley de Extranjería, así como reclamar garantías y derechos para todas las personas que denuncian vulneraciones a sus derechos.
ELA considera que la prioridad debe ser denunciar y actuar contra las discriminaciones y las injusticias, sin importar de donde vengan, y para esto exige políticas sociolaborales realmente integradoras.
Este 21 de marzo debemos hacer un pare en el camino y recordar el compromiso que tenemos con la humanidad y dentro de ella la parte más desprotegida y vulnerada. Por eso hay que protestar y luchar contra la intolerancia racista y la xenofobia. Es decir la violencia social profunda que nos invade y deteriora las relaciones humanas.