LEY DE EXTRANJERÍA
“Para pedir la RGI me pedían papeles que tenía en Camerún, si no tienes nadie allí es imposible obtenerlos”
El siguiente testimonio nos lo compartió una compañera de residencias. Su carácter reivindicativo la ha llevado a presentarse como candidata para representar a sus compañeras en su centro de trabaja y ha salido delegada hace unos pocos meses. Aún así, ha decidido mantenerse en el anonimato para protegerse. Nació en Camerún y como el resto de personas entrevistadas nos ha contado como ha sido para ella el proceso de regularizar su situación.
Tampoco para ella el proceso ha sido fácil, “después de 6 años de haber entregado los papeles, me dieron la nacionalidad, en el intervalo me pidieron papeles que ya tenían, que ya les había entregado y estaban en regla”, relata. “Para poder ayudarme con los papeles de la nacionalidad me tuvo que ayudar un abogado externo, porque me pusieron muchas trabas”, detalla y explica que todo ese proceso burocrático de espera por los papeles de la nacionalidad condicionó todos sus planes.
Llevó a cabo los estudios de contabilidad y marketing en Camerún, “la verdad es que se me dan bastante bien los números, pero aquí nunca me han ofrecido trabajo de lo mío”, relata una realidad que como a ella condena a tantas otras compañeras a no poder ejercer la profesión que en su momento eligió. “Tuve que volver a estudiar, en algo relacionado con los cuidados porque solo me ofrecían ese tipo de trabajos (cuidando niños, cuidando de personas mayores…)”, relata y nos explica que finalmente decidió estudiar auxiliar de enfermería por ser lo único de lo que podrían darle trabajo. La gente de aquí la mira con extrañeza cuando ella dice lo que estudió, “no se lo creen, es cuestión de prejuicios, no creen que una persona como yo pueda tener estudios previos”.
Tampoco para ella ha sido fácil el acceso a la vivienda, actualmente “la casa en la que vivo tenemos muchos problemas de humedad, llevo años quejándome pero no me hacen caso”, relata. Cuenta que a ella y a muchas otras compañeras las rechazan por su acento, les dicen “ya está alquilado”, y sin embargo al llamar preguntando por el mismo anuncio otra compañera sin acento le dicen que está disponible. Estos prejuicios se dan también en otros ámbitos, el racismo es generalizado, “la gente no sabe en qué mundo vive, la gente se cree que todo es culpa de los inmigrantes”.
En el caso de ella el racismo y los prejuicios la llevaron a hacer frente a una situación en la que su propia vida y salud estuvieron en verdadero riesgo: “Fui al médico porque me encontraba muy mal. Antes de ir al hospital llamé a un mi tío que es doctor en Camerún y me dijo que tenía peritonitis”. Sin embargo al llegar al hospital con su hija de mes y medio en brazos, “no me hicieron caso, me dijeron que no tenía nada y me insultaron. Tuve que envolver a mi hija de un mes y medio en la bata del hospital, e ir a la farmacia, porque es lo único que me recetaron”. Todo esto sucedió un día en el que había nevado en Gasteiz y cuenta como gracias a la ayuda de un taxista que la llevó gratis pudo ir a una farmacia y llegar a casa.
La situación no acabó ahí, ya que a los días se quedó paralizada por el dolor y tuvo que volver al médico. La operaron de urgencia, tenía peritonitis. “Los médicos que me operaron no entendían como no me habían atendido aquella vez. Me sugirieron denunciar al hospital, pero yo y mi marido decidimos no meternos en jaleos. A los meses me llegaron muchas cartas del hospital pidiéndome disculpas”.
Cuenta que las experiencias de racismo han sido muchas, y que la gente que las presenciaba no hacía nada para impedirlo; ”Una vez en el autobús urbano tuve problemas para subir la sillita del niño y tarde un poco más, nadie me ayudó, ni agarró la mano de mi hijo de un año. El autobusero me grito y me insultó, y ninguna persona que estaba en el autobús dijo nada.
La compañera nos relata que el proceso burocrático no termina con la obtención de los papeles, lo cuenta así: “para pedir la RGI me pedían papeles que tenía en Camerún, si no tienes nadie allí es imposible obtenerlos, los vuelos para ir son muy caros, por eso si no tienes familia allí, te quedas sin ayuda”.
El racismo ha hecho también que su hija decida irse a estudiar medicina a Francia; explica que a pesar de haber nacido aquí, entender y hablar perfectamente inglés, francés, castellano y euskera, le decían que no manejaba el idioma y no conseguía trabajo.
Todas estas situciones han hecho que en repetidas ocasiones haya pensado en volver, “Si hubiera sabido que era así no hubiera venido”, concluye.