Una vez dentro, menos libres y menos iguales(Opinión)

18/12/2006

Por. Emérita Cuéllar y Alazne Alonso.

El mundo se ha globalizado, y para muchas personas es la panacea. Las noticias se difunden más rápido que los hechos, las mercancías se mueven en todas las direcciones. El dinero se transforma y se mueve. Hasta en el último rincón del mundo se puede comprar lo que hay en todas partes. Al parecer todo pinta muy bien. Saben vender muy bien la moto.

¿Esta mudo el mundo?

Porque la anterior descripción es sólo una de las caras de la moneda, la de las minorías, la de quienes tienen el dinero y el poder, BMI, OMC, FMI. La otra cara es la realidad de las mayorías, de quienes cada vez tienen menos recursos básicos para subsistir, de quienes no pueden hablar en alto porque tienen que huir, de quienes aun teniendo una profesión no pueden trabajar, de quienes deben abandonarlo todo para sobrevivir.

Todo esto es complejo de digerir. Se puede leer en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado". Sin embargo, los portales de países enriquecidos con recursos de países pobres, se cierran ante el paso de millones de personas que escapan de sus crueles realidades recorriendo el mundo de sur a norte, de este al oeste.

Se huye de muchas cosas; de los cultivos saqueados, ríos contaminados, bosques destruidos, precios desvalijados, sueldos miserables. Muchas y muchos sucumben en el intento, y quienes entran van por debajo de la puerta.

Ya dentro, junto a su sueño de “El Dorado”, estas personas son las menos libres y las menos iguales, sus derechos están limitados, su realidad en el nuevo escenario las ha conducido a una situación de total indefensión. Esto responde a un problema de fondo, de falta de democracia y de manipulación de la opinión pública y apatía del gobierno, entre otros, que toleran actuaciones propias de países fascistas, propiciando condiciones para que el racismo y la xenofobia suban como la espuma.

Volvemos a preguntarnos ¿Esta mudo el mundo?.

Sí esta situación no se denuncia en masa, no tendrá eco, pues los gobiernos de turno apuntan a paliativos basados en seudos planes de inmigración, aplazando y profundizando el problema real. Así las cosas, si no hay manifestaciones abiertas y cohesionadas por todo el malestar causado, proponiendo alternativas democráticas y en equidad, se seguirá viendo únicamente la punta del iceberg, mientras el témpano se acerca peligrosamente a las diferentes sociedades.

Es una cruda realidad, pero hay que seguir adelante. Con palmaditas en la espalda se llega a días tan significativos como el Día Internacional de la Solidaridad para con los Inmigrantes, proclamado así porque el 18 de diciembre de 1990 las Naciones Unidas aprobaron la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todas las personas Trabajadoras Inmigrantes y de los Miembros de sus Familias.

La idea era hacer un reconocimiento al aporte que hacen estas personas migrantes, no sólo a los países de acogida, sino también a sus lugares de origen a través de las popularmente conocidas “remesas” informales. Remesas que para países como Bolivia significa el 5,6% del PIB, Ecuador 3,6% de la economía, Senegal el 1,6% del PIB, o Colombia con el 1,1%. Es decir que estos aportes se han convertido en un fundamental renglón económico de estos países.

Pero en la práctica esta proclamación por las personas inmigrantes no tiene incidencia, pues cada Estado tiene sus leyes y las ajusta a sus intereses particulares. Se celebra éste y otros días donde se han acordado acciones a favor de las personas inmigrantes, quedándose especialmente en el plano simbólico, sin que se den cambios en las políticas económicas que redunden en el fortalecimiento del Estado de Bienestar que la mayoría de sus ciudadanos y ciudadanas reclaman.

Al margen de las buenas intensiones lo que se debe plantear es que cambien las políticas restrictivas y que ojalá un día como el 18 de diciembre sea para celebrar la desaparición de normas excluyentes y asesinas (al crear barreras y obstáculos para que no lleguen inmigrantes que mueren en el intento en mares y desiertos) como la Ley de Extranjería 4/00.