Combatir la emergencia climática también es una lucha feminista

04/03/2021
Este año dos de los ejes del movimiento feminista para el 8 de marzo están directamente relacionados con la emergencia climática: las migraciones y las transnacionales. Ambos son consecuencia y causante de la emergencia climática que vivimos. El cambio climático afecta sobre todo a la población más pobre del mundo, de la que el 70% son mujeres.

Esta situación de pobreza y emergencia ecológica provoca grandes migraciones. El saqueo y el empobrecimiento que sufren muchos países por el extractivismo de las trasnacionales provoca migraciones. Las fronteras están cerradas para las personas, pero no para las materias primas y mercancías. Quienes no migran sufren contaminación, desplazamiento de personas, destrucción, persecución, y muerte de líderes que defienden sus tierras. En los territorios donde persisten las luchas por el extractivismo, las mujeres son las que más luchan para que no les roben sus recursos y como consecuencia de estas luchas las mujeres indígenas están desapareciendo y muriendo. Migrar no es fácil, pero quedarse defendiendo la tierra tampoco.

La mayoría de las guerras han sido provocadas por países con intereses geopolíticos y económicos, a menudo impulsados por el extractivismo. Las guerras se desencadenan para extender el control y consolidar las aspiraciones colonialistas en territorios con múltiples reservas naturales y fuentes de energía imprescindibles para la supervivencia del capitalismo. Las trasnacionales tienen el mismo objetivo, captar recursos de otros países para obtener cada vez más beneficios. El expolio, la apropiación y la acumulación eran los objetivos de los europeos y el colonialismo, es decir, la extracción y el expolio de los bienes naturales e inmateriales que hoy llevan a cabo las trasnacionales.

Las empresas transnacionales comenzaron a expandirse en los años 70, cuando las empresas con sede en el norte global ampliaron sus negocios al sur global, países en los que podían explotar tranquilamente a la clase trabajadora, saquear bienes naturales sin control y pagar impuestos muy bajos, aunque ello ocasionara graves perjuicios en la población y en el territorio. Este sistema ha continuado hasta nuestros días. Con la globalización las fronteras norte-sur se han difuminado y buscando mayores beneficios han profundizado aún más en la explotación de la clase trabajadora por todo el mundo. Y también se han centrado en los bienes naturales del norte global.

El poder corporativo y la actividad de las trasnacionales producen consecuencias directas, pero no las sufrimos por igual según nuestro país de origen, clase, raza, situación migratoria o género:

  • Deuda ecológica con los países del sur, saqueo y exportación de residuos.

  • Apropiación de tierras y aguas para la realización de proyectos gigantescos y expropiación del territorio.

  • Contaminación del aire, del agua y del suelo, pérdida de biodiversidad y emergencia climática.

  • Vulneración de derechos laborales y condiciones de trabajo relativas a la semiesclavitud.

  • Destrucción de puestos de trabajo y encarecimiento de bienes básicos.

  • Romper las redes comunitarias por migraciones forzadas y destruir las formas de vida.

  • Inseguridad, conflictos y expansión de la economía criminal.

  • Dañar la salud por efecto de la contaminación y la privatización de la sanidad.

  • División sexual del trabajo, reintroducción de cuidados en el hogar e internacionalización.

  • Precarización del medio de vida, deterioro de las condiciones de vida e incompatibilidad entre el ritmo de acumulación de capital y los ritmos de reproducción.

  • Las brechas salariales, la segregación horizontal y vertical, la infravaloración de los trabajos feminizados, la vulneración de los derechos laborales y el acoso laboral.

  • Profundización de las violencias machistas en el contexto de la violencia estructural y destrucción del tejido social.

  • Dejar a las mujeres y a los géneros disidentes al margen de la política o tener una representación insuficiente.

  • Violencia específica contra las mujeres defensoras: difamación, amenazas y acoso.

  • Homogeneización del consumo, transformación de la cultura en mercancía, construcción de la ideología a través de la publicidad.

  • Privatizar la educación y adaptarla a los mercados laborales.

  • Racismo, discriminación, explotación y criminalización de las personas migrantes.

Ante todas estas consecuencias que sufrimos es necesario tejer redes de solidaridad global contra ese enemigo común. Solidaridad feminista contra el poder de las transnacionales.