Corredor vasco del hidrógeno: hacer negocios como siempre con la excusa de la transición energética (I)

Se acaba de presentar el proyecto del corredor vasco del hidrógeno. Lo han presentado conjuntamente instituciones y empresas privadas, bajo el liderazgo de Petronor. La tecnología del hidrógeno tendrá inversiones superiores a los 1.000 millones de euros en los próximos años. Algunos de ellos vendrán de fondos europeos. No sólo para generar el propio hidrógeno, sino también para almacenar y desarrollar tecnologías que respondan a otras muchas necesidades. Como suele ocurrir en este tipo de grandes proyectos, participarán el Gobierno Vasco y las Diputaciones Forales y también las mayores empresas de este país, entre ellas Petronor, CAF, Sener o Tecnalia.
Se está hablando mucho del hidrógeno pero no hay mucho conocimiento de lo que supone esta tecnología (qué necesidades materiales tiene, qué necesidades energéticas, para qué se puede utilizar, costes medioambientales,...). Pero algo sabemos: por un lado, cómo puede ser la producción de hidrógeno, y por otro, qué puede suponer para afrontar un reto como la transición energética.
En la producción de hidrógeno (para separar el hidrógeno de una masa de agua) es necesaria la electricidad. Si esta electricidad fuera renovable, obtendríamos lo que se denomina hidrógeno verde, es decir, hidrógeno generado con energía renovable y sin emisiones de carbono. La cuestión respecto al mencionado corredor vasco es, ¿qué tipo de energía será la que servirá para generar la electricidad necesaria para obtener hidrógeno?. Actualmente existen en la industria vasca empresas que obtienen hidrógeno utilizando gas natural (se utiliza para otros usos, no como energía). El hidrógeno generado utilizando gas natural o petróleo se denomina hidrógeno gris, no es renovable y produce emisiones de carbono. Por tanto, la tecnología del hidrógeno puede ser renovable, pero también derivada de las energías fósiles, por lo que una apuesta por el hidrógeno no significa que sea una apuesta por las renovables. Petronor, y las instituciones que le apoyan, no están siendo claras en este tema, pero de lo que dicen se desprende que el punto de partida va a ser la utilización de energías no renovables. ELA considera inaceptable esa opción.
Todo esto nos lleva a otra cuestión, la de la transición. Lo que tenemos delante no es sólo la necesidad de una transición energética. Estamos sufriendo una crisis ecológica que exige un cambio radical del sistema. La sustitución de las energías fósiles por hidrógeno (ni siquiera se sabe aún si es posible) tampoco sería la solución al problema. Nuestro modelo de producción, distribución y consumo choca con los límites del planeta (hemos pasado el pico del petróleo, tenemos muchas montañas de basura como Zaldibar,...). El cambio de sistema, a medida que se agotan los recursos, será un proceso que se va a producir sí o sí. La cuestión es cómo se va a hacer esta transición, ¿para unos pocos que acumularán cada vez más riqueza, o, llevando a cabo una transición ecológica y social en donde esté garantizada la justicia social? ELA tiene claro que la segunda vía es la que hay que seguir. Creemos que es necesaria una transición ecológica y social de la economía, no sólo una transición energética.
La transición que defendemos respeta los límites del planeta y será una transición que se hará con justicia social, y para ello es necesario un reparto justo de la riqueza. Por el camino se perderán empleos en sectores que no van a tener cabida en este nuevo modelo, pero esos empleos se crearán en otros sectores sostenibles que se van a desarrollar. Pero para que este proceso se produzca sin que nadie se quede fuera, hay que tomar medidas como la reducción de la jornada y desarrollar la protección social, y las instituciones públicas tienen capacidad para hacerlo. El interés por estudiar y desarrollar adecuadamente la tecnología del hidrógeno está bien, pero también tomar las medidas necesarias en toda transición. No será fácil llevar a cabo este reto con justicia social, ya que detrás de la crisis ecológica se encuentra el modelo salvaje del capitalismo, un enemigo bien conocido por la clase trabajadora, que no dejará la riqueza en manos de los más necesitados con tanta facilidad. Ahí es donde ELA tiene una de sus luchas principales para los próximos años, en la transición ecológica, social, democrática y feminista.