¿Eliminar subsidios a la energía fósil es la mejor medida para la transición energética?

“Pocos problemas provocan tanta ira entre los progresistas preocupados por el cambio climático, como el conocimiento de que los gobiernos continúan subsidiando los combustibles fósiles. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2017 estos subsidios sumaron 5.2 billones de dolares anuales. La mayoría de las élites políticas piensan que los subsidios a los combustibles fósiles deberían desaparecer. Hace una década, los líderes del Grupo de los Veinte (G20) se comprometieron a “racionalizar y eliminar gradualmente” el apoyo del gobierno al carbón, el petróleo y el gas, una decisión respaldada por las principales instituciones como el FMI y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En una cumbre en mayo de 2019, el secretario general de la ONU, António Guterres, dijo que “ el dinero de los contribuyentes se estaba utilizando para impulsar huracanes, extender las sequías, derretir los glaciares y blanquear los corales; en una palabra: destruir el mundo.” Algunos estudios sugieren que la eliminación de los subsidios conduciría a reducciones sustanciales en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Uno de esos estudios llegó a la conclusión de que esto podría equivaler a una cuarta parte de las reducciones de emisiones propuestas por los países en virtud del Acuerdo de París. Utilizando los niveles globales de emisiones y contaminación de 2015 como referencia, un estudio reciente del FMI concluyó que, si no hubiese habido subsidios en absoluto durante ese año, las emisiones podrían haberse reducido en un 28%.
El 70% del crecimiento de la demanda de energía en 2018 fue cubierto por combustibles fósiles. Muchos fueron los que instaron a los gobiernos a acelerar un “intercambio de subsidios” para acelerar la transición energética.Según The Guardian, “solo del 10 al 30 por ciento de los subsidios a los combustibles fósiles pagarían una transición global hacia la energía limpia”.
Con números como estos en el aire, no sorprende que los grupos ambientalistas hayan convertido los subsidios en un objetivo importante, y deshacerse de ellos es visto como un “día D” potencial para el clima; un momento decisivo en la guerra entre la energía limpia y la sucia.
Si el valor en dólares de los subsidios se ha inflado con fines políticos e ideológicos, entonces se puede decir lo mismo de las estimaciones de reducción de emisiones que se derivan de ellos. El FMI sostiene que, si los usuarios pagaran el “precio total” de la energía fósil, el consumo disminuiría y con el tiempo se produciría un uso más eficiente de la energía.
Pero eliminar los subsidios o más exactamente, imponer precios más altos a los combustibles fósiles, dañaría a mucha gente común y corriente; especialmente en los países más pobres. Esto exacerbaría las desigualdades globales. La eliminación de los subsidios se traduce en un aumento de los precios de los combustibles fósiles contribuyendo a una contracción generalizada de la actividad económica nacional. Por supuesto que desencadenar una profunda recesión e inducir la pobreza es una forma de reducir las emisiones.
La reforma de subsidios se está utilizando como un cañón de agua político, para quitar al estado del camino. El efecto deseado de la reforma es elevar el precio de la energía. Obtener los precios de energía “correctos” crea espacio para obtener ganancias e incentiva la inversión privada. Pero su impacto en los niveles de emisiones apenas se ha notado, porque el consumo no se reduce, en cambio millones de personas empobrecen aún más.
Para los activistas en el Norte, hacer de los subsidios a los combustibles fósiles un objetivo político clave es un error. Se suma a la obsesión del FMI con hacer que los precios de la energía sean correctos, y que apunta a la propiedad estatal y a la regulación de los precios. Tal enfoque puede conducir a un uso más juicioso de la energía, pero no abordaría los enormes desafíos involucrados en la transición de los combustibles fósiles, controlar y reducir la actividad económica innecesaria, o reducir las emisiones de la manera más directa posible.
El problema de los combustibles fósiles es la dependencia, no la energía a bajo precio. Elevar el precio sin formas alternativas de energía baja en carbono disponibles para todos, no producirá el tipo de reducción de emisiones que el mundo necesita. En cambio, ahondará en la pobreza de millones de personas.
Esto no significa que los sindicatos progresistas y la izquierda deberían apoyar los subsidios para los combustibles fósiles, especialmente cuando los beneficiarios son grandes multimillonarios industriales. Pero es necesario estar al tanto de lo que proponen el FMI y las organizaciones de reforma de subsidios, y lo que estas propuestas podrían significar para los trabajadores y la gente común, especialmente en el Sur Global.”
Esta es una reflexión que nos lleva a pensar que no hay solución fácil, como ya sospechábamos. Hay mucho que conocer en torno a los subsidios a las energías fósiles para que la reivindicación de su abolición vaya apoyada por otras medidas que beneficien a sociedades de países en los que la pobreza energética se agudizaría con la eliminación de los subsidios.
Para profundizar más en este tema, leer el artículo completo aquí.