Encarrilados al desastre, y a alta velocidad (opinión)
Hace ya meses que nos metieron en esta dura crisis, y sus consecuencias las estamos padeciendo todos: en educación, sanidad, ayudas sociales... Sin embargo, existen sectores a donde no llegan las restricciones; al contrario, cada vez reciben dotaciones más altas, con la argumentación de que son sectores dinamizadores y facilitan la salida de la crisis: me estoy refiriendo a las grandes obras. La red viaria, el tren de alta velocidad (TAV), las incineradoras... son iconos de modernidad y desarrollo, a la vez que las únicas garantías para remontar con éxito la crisis. Los últimos meses han sido testigos de todo tipo de ajustes en los servicios públicos, no así en las obras del TAV de la Comunidad Autónoma Vasca, ni en Navarra. Los recortes han acentuado la crisis y el paro, y han reducido la protección social. Es de todo punto necesario invertir esa tendencia, pero no hay voluntad.
El Gobierno de Navarra, hasta finalización de año, ha efectuado recortes por un montante de 294 millones de euros. Las ayudas para compra y rehabilitación de vivienda se han suspendido, y en las ya concedidas les faltan 30 millones de euros para poderlas abonar, precisamente el mismo montante que se gastarán en el primer tramo de 8 km del TAV. Todas las obras de infraestructura planificadas para 2012 quedarán en suspenso, excepto el TAV por supuesto. 250 profesores de segunda enseñanza se quedarán sin trabajo, en sanidad los recortes también proliferan...
En la Comunidad Autónoma Vasca también se han hecho numerosos recortes a principios del presente curso, y ya nos han adelantado que en el próximo curso la situación irá a peor. No obstante, las obras del TAV no sufrirán paros, ni recortes. El presupuesto de 2011 es de 298 millones de euros, 163 millones mayor que el de 2010; y para 2012 está prevista una subida del 27%.
Nuestros gobernantes estan obcecados con el proyecto del TAV, mientras que en otros países estos proyectos se han ido poniendo en duda:
- En el estado francés se ponen cada vez más objeciones, y la línea que se proyectaba en Iparralde ha quedado paralizada, hasta tanto no se sature la línea convencional si es que tal cosa llega a producirse alguna vez.
- En Portugal el presidente entrante ha manifestado que el TAV no lo quiere ni regalado, ya que no se podrían soportar ni siquiera los gastos de mantenimiento. Y en lugar de construir el TAV, se propone construir un tren rápido convencional destinado a transporte de mercancías. Transcribiendo sus propias palabras “Lo único que hace falta para empalmar los trenes de Portugal con los de Europa es el ancho de vía internacional”.
- La polémica también se ha extendido al Reino Unido. Resulta realmente sorprendente lo que sucede en ese país. Es el núcleo más neoliberal el que se pronuncia en contra del TAV, por razones económicas. Afirman que se trata de una inversión irrecuperable, y que eso también debería tenerse en cuenta en el resto de países, ya que un esquema equivocado de infraestructuras puede hundir las finanzas públicas.
- En el estado español se han paralizado las obras del TAV en muchas líneas. El ministro Blanco ha declarado que en la situación económica actual no destinará más recursos a tales obras. Incluso en tramos ya operativos, como el ramal de Albacete, se ha interrumpido el servicio, por los grandes gastos de mantenimiento y el bajísimo número de usuarios (7 pasajeros al día).
A pesar de todo, los gobernantes de Hego Euskal Herria siguen empeñados con las obras, sin reparar en el bienestar de las personas y de la sociedad en general. Les resulta indiferente que estas obras se ajusten o incluso se paralicen en otros lugares, ellos dirigen sus recortes a los servicios sociales, mientras que a las grandes constructoras les garantizan los ingresos, aun sabiendo que así se generará una enorme deuda pública, que tales infraestructuras no tendrán apenas usuarios, que aumentarán las desigualdades entre regiones, y que se provocará un daño irreversible al medio ambiente.
Se trata de los argumentos de siempre, compartidos por cada vez más gente. Pero los detentadores del poder no quieren verlos, o peor aún, les resultan indiferentes. Su principal objetivo no es buscar el bienestar de la sociedad, sino defender los intereses de una minoría.