Los incendios de Australia son un problema global

Estos incendios están demostrando que ningún país puede quedarse al margen en la lucha contra el cambio climático. Da la casualidad de que días antes de empezar a arder el país, su primer ministro Scott Morrison hacía una defensa a ultranza de los combustibles fósiles en la COP25, ya que Australia es uno de los principales exportadores de los mismos. Su política ambiental es lamentable y su principal argumento para defender la economía del carbón es que son responsables únicamente del 1,3% de las emisiones globales y les toca a otros tomar medidas más eficaces. Desde que el primer ministro conservador ganó las elecciones en mayo se ha alineado con Trump y Bolsonaro, y ha torpedeado la acción global contra el cambio climático.
Pero la realidad ha dejado en evidencia a estos gobernantes. De momento estos incendios han devastado 10 millones de hectáreas, está volviendo el aire en uno de los más contaminados del mundo, y ya han fallecido 28 personas y millones de animales. Siempre ha habido fuegos en Australia, pero nunca de esta magnitud. Hay zonas en Australia donde prácticamente ha desaparecido la lluvia, lo que hace que los incendios avances mucho más rápido. Esto unido a las altas temperaturas que ya han batido dos veces los récords de temperatura máxima, y eso que el verano austral acaba de empezar. Además los meteorólogos predicen que habrá nuevas máximas en las siguientes semanas. El dato de hectáreas anuales quemadas en incendios también es devastador. La media de las últimas décadas era de 280.000 hectáreas, que ya son muchas. Pero es que en 2019 ya se habían quemado 10 millones antes de los meses más cálidos.
Los científicos alertan de que estos incendios podrían cambiar el clima en toda la Tierra. Son un claro ejemplo de que el cambio climático no es un problema local sino global. Son tan masivos que provocan patrones climáticos generalizados y alteran el medio ambiente de todo el mundo. Emiten una gran cantidad de gases de efecto invernadero, entre el 5 y 10 % de las emisiones totales de CO2 anuales, y las partículas y el polvo en suspensión atrapan el calor en la atmósfera calentando aún más el planeta. Estamos viendo imágenes apocalípticas de fenómenos climáticos raros como la neblina anaranjada, las tormentas de fuego en la atmósfera y el humo que recorre miles de kilómetros. Estos incendios provocan un gran volumen de CO2, hollín, partículas finas y gases de efecto invernadero que cubren el cielo de Australia pero también de Nueva Zelanda y llegan hasta América del Sur. El humo contamina el aire amenazando el bienestar de las personas que lo respiran. Y el hollín que puede llegar al Ártico, Alaska y Groenlandia puede acelerar el derretimiento del hielo y los glaciares.
Y aunque en diciembre el primer ministro Morrison dijo que no era creíble que existiera un vinculo entre el cambio climático y la oleada de incendios, ahora ha admitido que “puede existir una relación entre la reducción de emisiones y la protección del medio ambiente contra los fuegos devastadores”. Aún así, presume de avanzar hacia el compromiso de reducción del 28% de emisiones para 2030 pesé a ser el mayor exportador de carbón del mundo.
Australia debería ser un aviso para los gobiernos que niegan el cambio climático y para los que no hacen nada para combatirlo. Estos incendios se han convertido en una muestra clara de que las consecuencias devastadoras del cambio climático no son un problema del futuro sino del presente.