Nueva ley de Cambio Climático, pero con los mismos errores del pasado

Esta ley fija los objetivos para las próximas décadas en diferentes ámbitos:
- Para 2030 las emisiones deberán reducirse en un 30% (sobre 1990).
- Para 2030 el 30% de la energía de consumo final deberá ser renovable y el 70% en el sistema eléctrico. En energía primaria, como consecuencia de las medidas de eficiencia, habrá que reducir el consumo en un 35%.
- Neutralidad de emisiones para 2050. Es decir, podrá emitir tantos GEI como absorban los sumideros.
- Antes de 2050 el sistema eléctrico deberá ser 100% renovable.
Estos objetivos de emisiones de GEI y del sector energético son los mismos que se mencionan en los últimos años, no hay grandes diferencias. El cambio climático ya está aquí y son más importantes las nuevas medidas o legislaciones que se impulsarán en este momento que marcar objetivos concretos. La ley del cambio climático incidirá en diferentes ámbitos.
Por un lado se menciona la rehabilitación de edificios. Este sector es muy importante, porque por un lado se ahorra energía y emisiones, y por otro supone calidad de vida y es una herramienta para hacer frente a la pobreza energética. Si además se impulsa realmente este sector, se pueden crear muchos empleos sostenibles.
Por otra parte, esta ley también prevé importantes cambios en las ciudades, sobre todo en las ciudades de más de 50.000 habitantes con las zonas de bajas emisiones que se aplicarán para 2023. Es decir, se reducirá el uso del coche convencional y se dará prioridad e impulso al transporte público, la movilidad eléctrica, la bicicleta y los peatones. Esta medida sigue el rumbo que han tomado las ciudades europeas y será imprescindible si queremos hacer frente al cambio climático.
Pero, citando estas dos medidas positivas y muy concretas, también las hay menos positivas. Por ejemplo, se mencionan medidas que sirven para reducir el uso de energía fósil, como no conceder permisos para el fracking y exploración y extracción de otros hidrocarburos. Pero al mismo tiempo, no se cierra la puerta a las energías fósiles, ya que se podrán tomar medidas favorables en situaciones de necesidad o en caso de ausencia de alternativas. Por lo tanto, con esta letra pequeña se garantizan ayudas a las energías fósiles.
En cuanto a las renovables, su desarrollo se deja en manos del mercado, en el propio texto de la ley se habla de que las renovables son la fuente más barata, la más rentable y la que garantiza la competitividad. Se trata de hacer una nueva configuración del mercado de la energía, aceptando nuevas figuras y cuestiones como el autoconsumo, pero siempre con la lógica del mercado y no considerando la energía como un derecho, ni desarrollando las renovables como la única opción. También contempla la electrificación del sistema como un nuevo modelo de negocio y no como un paso imprescindible para la transición energética.
Siguiendo con la lógica del mercado y del crecimiento, define la transición ecológica como una oportunidad de inversión y un proceso que permite el crecimiento de la economía, pero no como el único proceso que puede combinar el desarrollo de las personas y de la sociedad, el bienestar y la sostenibilidad del planeta.
Tampoco se cuestiona la globalización, ya que el cambio que plantea en cuanto a transporte aéreo y marítimo es el de la utilización de biocombustibles. No cuestiona la necesidad de reducir la movilidad, tanto de personas como de mercancías, y de relocalizar la economía a pequeña escala.
En torno a la movilidad, se mencionan las medidas de siempre, las mismas que hasta ahora no han cambiado nada: trabajar con el sector para tener coches sin emisiones en 2050 e invertir en investigación, desarrollo e innovación.
En cuanto a la reconversión ecológica de la industria, la ley sitúa a la industria dentro de la estrategia de la transición justa. No considera la industria como fuente de contaminación, solo tiene en cuenta los perjuicios que le causará ir hacia una economía sin emisiones. Fomentar la actividad económica y el empleo es la principal medida que se plantea en torno a la industria, tampoco se menciona la desaparición de algunos sectores y los beneficios que generarán otros. De esta errónea lectura no puede venir una solución real.
Con este análisis erróneo de la situación, siguiendo con la lógica del mercado y con estos objetivos y medidas que se plantean para el futuro, en ELA no podemos hacer otra cosa que preocuparnos aún más. Con los mismos planteamientos, objetivos y medidas de las últimas décadas no se logrará combatir el cambio climático y revertir la situación. El camino es la transición ecológica, social, feminista y democrática de la economía para posibilitar un cambio real. Poner las personas en el centro y no el mercado. Y seguiremos trabajando en ello.