¿Servirá de algo el COP 17 de Durban? (opinión)
En el 2009 fue Copenhague la ciudad anfitriona, y en el 2010 el encuentro se celebró en Cancún. Desde entonces la lucha contra el cambio climático ha cumplido otro año más, un año perdido en huecas negociaciones entre países; pero el tiempo no pasa en balde y la situación climática sigue empeorándose.
En los últimos 50 años la temperatura media mundial ha subido 0,5 grados, y el 90% de la subida es atribuible a la actividad humana. Las emisiones gaseosas de 2010 han aumentado un 1,4%, respecto a las de 2009. Si la temperatura alcanzara 2 grados más, las repercusiones que padeceríamos serían irreversibles: deshielo de glaciares, inmersión de ciertas islas y franjas costeras, aumento de inundaciones, limitación de biodiversidad... Otra consecuencia sería que muchas actividades económicas se verían abocadas al cierre.
Las negociaciones entre los países se centran en la reducción de los gases de efecto invernadero. Los países industrializados (excepto EE.UU.) se comprometieron a concretar, para luego cumplir, las reducciones de emisiones en el Protocolo de Kyoto, que era vinculante. El tratado se extinguirá el 31 de diciembre de 2012, y a menos de un año de esa fecha todavía no se han cumplido los compromisos adquiridos. Lo que no se llevó a término en anteriores conferencias, y debería haberse hecho en Durban, era un tratado vinculante que tuviera vigencia a partir de 2012; pero no ha habido acuerdo ni sobre los países debían suscribirlo, ni en porcentajes de reducción de emisiones, ni siquiera en el carácter vinculante del mismo. En opinión de los científicos de la ONU, las emisiones deberían reducirse en el periodo 2013-2020 entre un 25% y 40%, para que la temperatura del planeta no aumente más de 2 grados.
Los países industrializados occidentales no aceptan ese grado de reducciones, y proponen porcentajes más bajos; y todo ello en el marco de un acuerdo voluntario, sin el carácter vinculante del Protocolo de Kyoto. Los países emergentes (China, India, Brasil y Sudáfrica) no quieren adquirir compromisos, afirman que los países industrializados han contaminado hasta ahora sin limitaciones, y que ellos también tienen derecho a desarrollarse (y por ende a contaminar). La prioridad de los dos grupos de países mencionados es el crecimiento económico, mucho más que hacer frente al cambio climático. Hay un tercer grupo bajo las siglas de AOSIS, donde se engloban 42 estados isla. Estos países reclaman medidas más contundentes, dado que son los primeros en sufrir los efectos del cambio climático. Resulta evidente que de tales luchas de poder no se van a lograr resultados tangibles.
El resultado que necesitamos es un tratado vinculante, que dé continuidad al Protocolo de Kyoto durante el periodo 2013-2020, que establezca las reducciones necesarias, y deba ser cumplido por todos los países. Los países emergentes, como China, India, Brasil..., también deben hacer suyos los compromisos, dado su crecimiento constante, y su elevada cota de emisiones. No es suficiente impulsar la eficiencia energética, cuando el volumen de emisiones es tan elevado.
Pero también hay que considerar todo lo que los países industrializados de Occidente han contaminado a lo largo de la historia. Por lo que ellos deben responsabilizarse del estado actual del clima, y colaborar con los países que están sufriendo las consecuencias. No solamente limitando las emisiones, sino también ayudando a solucionar los efectos catastróficos, y facilitándoles la adaptación a la nueva situación y a un desarrollo más sostenible.
A juicio de ELA, hay que dar un vuelco a la situación y cambiar radicalmente el modelo económico y energético. Hay que reducir las emisiones y dejar de utilizar combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas); para lo cual resulta imprescindible desarrollar las energías renovables y limitar la movilidad, convirtiendo los mercados globales en mercados más locales. Hay que cambiar totalmente nuestro modelo de producción, distribución y consumo; debido a que utiliza demasiadas materias primas y genera un gran volumen de residuos. Debemos adaptarnos a producir de una forma más limpia, a limitar los desplazamientos y a consumir responsablemente. Para vivir mejor no hace falta consumir más. Sólo así, descartando falsas soluciones, podremos reducir verdaderamente las emisiones y detener el cambio climático.