“Escucha nuestro canto Olabarrieta” #Landeia

28/05/2018
Las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio de Araba llevan más de cuatro meses de movilizaciones en defensa de un convenio que dignifique unas condiciones laborales con salarios netos de 900 euros y una disponibilidad de 10 horas diarias

El SAD tiene razón y le sobra
Se mueve todo el día cuidando personas
Tiene los pies cansados de andar todo Vitoria
Somos muchas mujeres que no estamos de broma
Escucha nuestro canto Olabarrieta
Que seguiremos insistiendo en nuestra meta
Salario digno y condiciones respetuosas
Vamos a lograr conseguir que nos oigas

Así comienza el estribillo de la versión de La bicicleta de las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio de Araba. Una melodía que se ha convertido en la banda sonora del conflicto que están protagonizando en defensa de un convenio que ayude a la dignificación de sus condiciones laborales. Un estribillo que tiene una clara destinataria: Marian Olabarrieta Ibarrondo, directora de Servicios Sociales en la Diputación Foral de Araba, institución que junto al Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz es la responsable de la mayoría de concesiones de este servicio.

Tras meses intentando conseguir que tanto empresas como administraciones se sentaran a negociar, a las trabajadoras se les acabó la paciencia y el 22 de febrero comenzaron con una serie de paros semanales acompañado de un programa de movilizaciones que tendrá su punto fuerte en la huelga convocada para el 24 de mayo.

Lucha por la dignificación

Las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio de Araba llevan desde 2011 sin renovar el convenio; en este tiempo, la perdida del poder adquisitivo ha sido enorme. Estíbaliz González de Herrero, trabajadora del SAD y delegada de ELA en Arabako Laguntza, destaca que desde ese año están con el salario congelado. “Ya son siete años de ultraacitividad. Si tienes garantizadas las horas para una jornada completa, hablamos de un salario neto de alrededor de 900 euros. Si no tienes una jornada completa, la situación es mucho peor. Hay compañeras que necesitan cobrar la RGI para poder comer”.

La económica no es la única reivindicación de estas trabajadoras. “Tenemos que tener una disponibilidad de 10 horas diarias para trabajar cuatro horas y media. Quienes estamos en Gasteiz tenemos que recorrer la ciudad de punta a punta; las personas usuarias están en muchos casos de una punta a otra de la ciudad. Y quienes están en las zonas rurales tienen que hacer cientos de kilómetros al mes para poder prestar el servicio. Para nosotras es imposible conciliar”.

Conflicto con rostro de mujer

Estibariz González de Herrero destaca que este conflicto es un claro ejemplo de que por qué la pobreza tiene cara de mujer. “Somos un colectivo que hace una labor encomiable. Nos encargamos de que las personas dependientes, mayores, discapacitados/as o gente en riesgo de aislamiento, por ejemplo, sigan viviendo en sus domicilios, en su entorno, que tengan una atención profesional, unos cuidados y un trato digno. Sin embargo, parece que a la Diputación se le olvida el trabajo que realizamos, que prestamos un servicio público. Nosotras también sufrimos discriminación laboral por el mero hecho de trabajar en un sector feminizado relacionado con los cuidados”.

Pese a llevar meses de lucha y movilización, las trabajadoras del sector están muy motivadas. Nuria Vallejos, responsable de ELA en el sector socio-sanitario de Araba, destaca que “hemos presentado nuestra plataforma y estamos a la espera de que tanto la Diputación como las empresas muevan ficha. Nos dicen que los presupuestos de este año están cerrados, pero es una mera excusa. Otros años ha habido partidas presupuestarias que no se han gastado y les ha sobrado dinero que han decidido no gastarlo, pese a las carencias que hay en nuestro sector. Si quieren sacan la pasta sin problema. No pedimos nada del otro mundo; por ejemplo, en salarios la subida que recoge la plataforma sería de 41 euros mensuales. Es un tema de voluntad política”.

Estibaliz González de Herrero está convencida de que la lucha dará sus frutos. “Si cuando nos movilizábamos 50 éramos capaces de lograr convenios más o menos dignos, ahora que estamos más de 300 trabajadoras movilizadas a tope tenemos que ser capaces de sacar un buen convenio. Es muy difícil hacer sindicalismo en el sector. Trabajamos de una en una y en muchos casos no conoces a las trabajadoras de tu misma empresa. Si vemos a alguien en un parque varias veces cuidando una persona mayor nos solemos acercar y preguntar si trabaja en el SAD. Luchando desde la base hemos conseguido que seamos cientos las trabajadoras que estamos en pie de guerra contra la precariedad. Y hay que decir con orgullo que ELA está liderando todo el conflicto. Tenemos el 49% de representación, lo que indica el enorme respaldo que tenemos”.