El coronavirus ha puesto en evidencia la necesidad de los sectores feminizados y su precarización actual

30/03/2020
Nahia Fernandez - Política de Género de ELA
Limpieza, salud, intervención social, trabajo doméstico, venta de productos básicos… son trabajos que las mujeres desempeñamos casi en exclusiva (tanto en el mercado de trabajo como fuera de él), y una vez más, al estallar una crisis sistémica, ha quedado claro que no podemos prescindir de ellos, que no pueden paralizarse. Más allá de la coyuntura que atraviese el sistema, el cuidado de la vida es un trabajo imprescindible, y para cuidar la vida es imprescindible cuidar a las cuidadoras.

Sin embargo, estos días no se están aplicando las medidas mínimas de salud y prevención, y, en consecuencia, algunas trabajadoras salen a denunciarlo:

Por ejemplo, las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio afirman que no saben con qué se encontrarán cuando van a las casas a prestar su servicio habitual, y que no tienen equipos de protección individual (EPIs) en cantidad suficiente.

También las trabajadoras de supermercados y alimentación han llamado a cerrar sus establecimientos si no se establecen las medidas mínimas de salud y prevención. No obstante, en algunos lugares como Mercabilbao, hoy por hoy ni siquiera se controla el aforo.

Por supuesto, podríamos referirnos igualmente a la desprotección que sufren las enfermeras, auxiliares, limpiadoras y profesionales que trabajan en la sanidad …

Suspensión de las huelgas feminizadas

La crisis sanitaria ha pillado en plena lucha a mujeres que trabajan en otros sectores feminizados fundamentales; con un gran sentido de la responsabilidad colectiva, las huelguistas han dejando en suspenso su lucha.

Lo han hecho, por ejemplo, las limpiadoras de Gorliz, en lucha desde el 3 de marzo para acabar con la brecha salarial; o las trabajadoras de las residencias de Gipuzkoa, que llevaban 243 días de huelga cuando la dejaron de lado de modo provisional para garantizar el cuidado de los y las residentes que permanecen en aislamiento estos días.

Las trabajadoras de las residencias siguen poniendo en estos momentos sobre la mesa situaciones que habían venido denunciando con anterioridad (escasez de personal, cargas de trabajo excesivas, condiciones laborales precarias…). De hecho, tienen claro que la crisis de cuidados viene de atrás.

¿Y los sectores feminizados que no son fundamentales para la vida?

También en sectores que no son tan básicos la situación de las trabajadoras suele ser especialmente precaria, y especialmente vulnerable en una situación de emergencia como la que vivimos. Es el caso de la foto que nos ha dejado la venta telefónica, también llamada telemarketing. En este sector donde las trabajadoras son la inmensa mayoría, están obligándolas a trabajar sin respetar la distancia mínima y sin desinfección alguna del instrumental de trabajo.

Las condiciones laborales de los sectores feminizados de servicios suelen presentar características comunes: temporalidad, jornadas parciales, riesgos psicosociales, salarios de miseria… Y estas condiciones de trabajo y vida condicionan y dificultan, por supuesto, la organización sindical de las trabajadoras. Así, aunque las trabajadoras de estas empresas estén en condiciones especialmente precarias y vulnerables, en muchos casos las posibilidades de organización colectiva suelen ser mínimas.

Necesidad de organización y lucha sindical feminista

En trabajos indispensables para la vida, igual que en otros sectores, las mujeres sufrimos con especial gravedad las consecuencias de esta crisis sanitaria. La precarización general de los sectores feminizados hace que nuestra vulnerabilidad sea también mayor en situaciones de emergencia como la actual. En este caso, las trabajadoras de sectores feminizados lo estamos notando en la falta de medidas de prevención y en una enorme deprotección.

Pero sabemos que no se trata de un problema puntual, sino de una profunda crisis sistémica que viene de atrás. Lo que ha hecho esta pandemia es sacar a la luz y agravar situaciones que ya veníamos padeciendo, cuando la situación de emergencia se supere, la división sexual del trabajo y la crisis de los cuidados seguirá ahí.

La vulnerabilidad de los sectores feminizados dificulta con frecuencia el desarrollo de la organización sindical, pero también somos conscientes de que es en estas situaciones, en las que se articulan necesidades e intereses comunes, cuando saltan los procesos feministas de empoderamiento más potentes. Y tenemos que estar organizadas de manera colectiva, empoderadas, para hacer frente a estas coyunturas puntuales de crisis, pero también a los sistemas opresores estructurales y permanentes.

Es en los sectores feminizados donde más evidente resulta el choque entre la vida y el capital; ahí está la clave. Por eso, seguiremos dando a conocer sus condiciones de vida y trabajo y sus luchas sindicales feministas. ¡Por la vida!