El fascismo también promete seguridad

11/10/2018
Adolfo Muñoz `Txiki´, secretario general de ELA
Y ahora Brasil. Y sigue sin pasar nada. El PP y Ciudadanos dicen que Vox es parte de su ser. Aznar añade que en su legado político todos eran uno y ahora son tres. Lo peor de todo esto es que la mayor parte de la clase política actúa como si no pasara nada.

Al analizar el aumento del fascismo se suele obviar la influencia del capitalismo. Hacerlo así es una perversión. El aumento del fascismo está relacionado directamente con las políticas que provocan pobreza, porque la pobreza y la desesperación de la gente son un caldo de cultivo para el fascismo. En Grecia, la troika impuso una agenda cruel de ajustes y recortes en contra la decisión democrática del pueblo griego manifestada en referéndum. No les importó que la gente se muriera de hambre, ni la pérdida de credibilidad de los políticos que prometieron respetar la voluntad de su pueblo, y tampoco que creciera Amanecer Dorado.

A lo largo de la historia, cuando el capitalismo lo ha necesitado, se ha apoyado en el fascismo. Todo depende del grado de autoritarismo que precise para desarrollar sus objetivos. Y ahora lo necesita. Sabe que la extrema derecha logra desplazar al conjunto de la política a la derecha, incluida la izquierda, que deambula desorientada y acomplejada. Basta analizar las preocupaciones del FMI hechas públicas esta misma semana: Brexit, guerra comercial, crecimiento… No aparecen por ningún sitio ni el aumento de la extrema derecha, ni los destrozos del cambio climático, ni el componente misógino de estos fascistas. Los medios de comunicación recogen, tras la victoria en la primera vuelta de Bolsonaro en Brasil, que los `mercados´ aplauden su victoria y su apoyo a las privatizaciones.

La UE doblegó a Grecia y ahora se enfrenta a un pulso contra sus dictados sobre el límite de déficit con el gobierno neo-fascista italiano. Lo que no ha sido capaz de hacer la izquierda para proteger la cohesión social lo hace la extrema derecha para consolidar su proyecto. Es inaceptable que la crítica a esta UE la realice, fundamentalmente, una extrema derecha que se organiza y coordina en toda Europa.

La otra perversión del aumento del fascismo es que los autoritarismos locales, que los hay y duros, pasan más desapercibidos. Comparados con personajes como Orban, Trump, Salvini, Bolsonaro, Le Pen… parecen corderitos. Pero no lo son. Un buen amigo catalán que mantuvo una reunión con dirigentes de un partido de la derecha clásica me resumía cómo defendían su estrategia: “ofrecemos al electorado la seguridad que exige la gente normal”. Bolsonaro, Salvini, Trump… también ofrecen seguridad. “Bolsonaro -dice un periodista de izquierdas brasileño- representa esa sensación de orden y autoridad que cala en la población en un contexto de retroceso económico y moral. Bolsonaro ha seducido a ese electorado pobre y rabioso”. La cronificación de la pobreza vuelve como alimento del fascismo. La pobreza y la habilidad del fascismo para colocar a los enemigos entre las personas pobres, nunca entre quienes detentan poder y capital.

Decía hace unas semanas el nuevo ministro de Interior de México: “Mientras no atendamos las causas económicas, políticas y sociales que generan inseguridad, no mejoraremos la situación aunque se ponga un policía en cada esquina. Hay miles de niños armados hasta los dientes que prestan algún servicio al crimen organizado, bien bajo amenaza o bien por su situación económica insostenible”. Desde 2006 han muerto por violencia 200.000 personas y hay 35.000 desaparecidas en México. Esta semana pasada tuve la ocasión de estar con un compañero sindicalista gallego al que le habían asesinado a su yerno en México. Su hija y nieta habían tenido que volver a vivir a Galicia. Me contaba que el precio para contratar a un sicario había caído de 3.000 a 300 dólares. Los sicarios llegan a ser niños de 15 años. Brutal.

“Esto es lo que hay”, nos repite una y otra vez el autoritarismo local para que nos dejemos seducir por un mundo sin piloto. Su oferta de seguridad es una patraña para adormecer conciencias y sociedades. Una conclusión que nos parece importante: no hay izquierda sin plantear alternativas en política económica y social, sin un programa alternativo al capitalismo y sin una propuesta sobre Europa que frene el auge del fascismo.