Frente a las injusticias, solo nos queda la huelga
Fuera de Ajuriaenea la precariedad aumenta y el reparto de la riqueza es cada vez más injusto. Dos datos. Hace dos años calculábamos el número de personas que tenía contrato temporal o percibía un salario menor a 1.200 euros mensuales. En la comunidad que preside el Lehendakari Urkullu eran 407.300 personas, sobre todo mujeres. El otro dato. La remuneración de las personas asalariadas de la CAPV representaba el 55.5% del PIB en 1985, en 2017 se redujo al 47,39%, mientras que el excedente bruto empresarial en ese mismo periodo aumentó del 37,84% al 42,21%. Es decir, el reparto de la riqueza es cada vez más injusto y se está precarizando el mercado de trabajo.
Y cuando reivindicamos un reparto más justo de los beneficios empresariales nos responden que no toca. En los 90 un responsable de la patronal nos lo resumió en una frase, “la vaca tiene que engordar, luego dará leche”. Sin embargo, nunca llegó la leche, como muestran los datos anteriores. Esa misma persona, una vez retirada, nos dijo, “si con nosotros lo teníais difícil, con estos (por los actuales responsables de CONFEBASK) lo tenéis imposible”. En los últimos 20 años existe una correlación directa entre el número de huelgas y la renovación de convenios colectivos, los años con mayor número de huelgas coinciden con los años con más convenios renovados y con mejores condiciones de trabajo. Pero las vacas solo dan leche cuando se les ordeña, y en este caso la herramienta para ello son las huelgas.
Esta actitud autoritaria no es exclusiva de la empresa privada. El año pasado tratamos de negociar con el Gobierno Vasco y con los grupos de PNV y EH Bildu en el Parlamento español que eliminasen de la ley de presupuestos del Estado la imposición de los salarios públicos y las restricciones a las ofertas públicas de empleo. Nadie nos hizo ningún caso. Solo tras haber convocado dos días de huelga en el sector público se ha empezado a dar pasos en ese sentido, como muestra el acuerdo (aunque insuficiente) entre el PNV y el PSOE para la investidura de Pedro Sanchez. Es más, el lehendakari se ha negado reiteradamente a reunirse con ELA.
Para el lehendakari y los analistas económicos, la conflictividad laboral es un gran problema porque ataca su única política económica, hacerle la pelota a grandes multinacionales para que inviertan aquí, y rezar para que “den leche”. La falta de intervención pública en la economía, la rebaja de impuestos al capital o la privatización de Kutxabank han traído consigo una dependencia cada vez mayor de multinacionales extranjeras o fondos buitres, y el monocultivo de sectores industriales como el automovilístico, ahora en proceso de reconversión profunda. Poco importa que el gasto en personal en las empresas industriales no llegue de media al 15%, el lehendakari pretende que en empresas con enormes beneficios callemos y aceptemos que ni siquiera se aumente el salario el IPC.
Las huelgas son la respuesta de los trabajadores y sobre todo, las trabajadoras a la cerrazón empresarial y política. En ELA hemos hecho un análisis de las injusticias cada vez mayores que se cometen contra la clase trabajadora y hemos decidido poner todos nuestros medios para combatirlas, por ello hemos reforzado todo lo posible nuestra Caja de Resistencia. Otras organizaciones han decidido jugar un papel moderador en la sociedad. En ELA decidimos que nuestro papel no era acompañar el empobrecimiento, sino hacerle frente en los centros de trabajo y plantear un modelo de sociedad alternativo.
Pero esa estrategia de nada valdría si no hubiese personas que secundasen las huelgas y quisieran luchar por sus condiciones de vida. Ese es el problema del lehendakari y la razón por la que ha desconectado de gran parte de la sociedad. No se ha dado cuenta de que la sociedad a la que representa no acepta ser explotada de forma pacífica. El lehendakari debiera estar tan orgulloso como lo está ELA porque los trabajadores y, repito que sobre todo, las trabajadoras vascas no aceptan la precariedad y el empobrecimiento.