Jugando con las etiquetas, desde del sindicalismo, también

28/06/2016
Cuando entras a una reunión, ya sea vecinal, de las amistades de toda la vida o a una reunión política, los cuerpos hablan por sí solos. Las etiquetas o los prejuicios a menudo empiezan a operar antes de ningún pronunciamiento.

Y en ese silencio, en esos cuerpos que solo emiten información a través del lenguaje corporal o través de la apariencia externa, existen y se expresan distintas normatividades. Normas implícitas-explícitas como el color de la piel, el sexo de la persona, la edad, la vestimenta, los gestos o los innumerables símbolos de orden cultural, religioso, político, etc. La lista es larga y el juego que puede dar, aún más.

Desde el mundo sindical, concretamente desde el sindicato ELA, también se juega con las etiquetas: las que se nos adjudican desde el exterior así como las que operan desde el propio imaginario y prácticas de la organización. El mundo sindical y el mundo del trabajo en general también reproducen la sociedad y sus normas, a pesar de representar una fuerza de contrapoder.

En este sentido, esta vez nos interesaría jugar con esas supuestas identidades de género u opciones sexuales asignadas por tradición y norma “de toda la vida”. La heterosexualidad es lo normal, es la norma. Como ser blanco, hombre, de aquello denominado como clase media, sin ninguna diversidad funcional o ser español hablante en Euskal Herria, entre otros tantos factores.

Lo que se define como heteronorma es precisamente un sistema social, el modelo válido de relación sexo afectiva y de parentesco. Todo lo que se queda fuera es anormal. Y anormal en un sentido que restringe, aparta e invisibiliza, ya que, a pesar de los discursos políticamente correctos y de avances concretos, la norma marca lo que es visible e importante en esta sociedad.

Cuestionar el binarismo de género no es importante; cómo nos construimos como mujeres y cómo hombres parece no ser político. Cuestionar el modelo de familia tradicional no es importante. Cuestionar la heterosexualidad como norma, tampoco. Para el “sentido común” quizá ésta no sea ni norma; simplemente,pura naturaleza.

Si eres como se supone que se tiene que ser en cuanto a roles de género y a opciones e identidades sexuales, te has salvado en esta sociedad. Pero: ¿quién y cómo impone estas etiquetas? Pues va a ser que no hay respuesta certera más allá de los poderes fácticos dominantes; el heteropatriarcado, el capitalismo y el colonialismo, en sus múltiples acepciones. ¡Vaya rollo para el sentido común imperante!

A pesar de todo ello, a pesar del tamaño de la opresión, en nuestras manos también está el no seguir reproduciéndolo. Sin creer en mundos de fantasía ni en fórmulas mágicas que cambien el sistema de un día para otro, es la propia conciencia personal unida a la colectiva la que genera movimientos. Es ponerte en el pellejo de la otra persona aunque te hayas “salvado”; es decir, que todas somos lesbianas, negras, ciegas y/o putas, por mucho que a algunos les moleste o escueza en un principio.

Es eliminar todos esos molestos y asquerosos “pero”s cuando se dice por ejemplo: “A mí me da igual que dos chicas se atraigan, pero que no se besen delante de mí; yo no soy racista, pero creo que las personas que vienen de otros países son más machistas que nosotros; a mí, como si se operan el cerebro, pero los transexuales no son personas estables”. Como os imaginaréis, esta lista no tiene fin. Y como veréis, tenemos mucho campo de acción, tanto desde el sindicalismo, como desde nuestras acciones cotidianas, haciendo conciencia en cada momento.

Esos “peros” son auténticos taladrazos en el reconocimiento de los derechos básicos de las personas. Esas etiquetas y discriminaciones condicionan vidas. Si a alguien no le queda claro esto que analice las fatídicas consencuencias del violento acto de estigmatización y de odio hacia la comunidad LGBTI+ de Orlando y del mundo ocurrido el pasado 12 de junio. ¡Ah no, perdón! que ahora la culpa de la matanza es del islam y el heteropatriarcado no tiene nada que ver con todo esto. Como tampoco el heteropatriarcado tiene relación directa con el femicidio o las agresiones contra las mujeres. ¿En serio?

Por todo ello, desde ELA reconocemos la necesidad de ir arañanado etiquetas, de ir travistiendo mentes y poniéndonos en el pellejo de aquellas otras personas que no se ven ni están en primer orden de agenda política.

El sindicalismo ha sido partícipe de ello a lo largo de su historia. El cruce entre distintas luchas sigue siendo imprescindible, a pesar de que en el camino queden muchas etiquetas por romper.

¡El 28 de junio todas y todos, sin distinciones ni etiquetas, a la calle!

Jone Bengoetxea,

Responsable de políticas de género de ELA