La única estrategia de ELA en residencias: salvar vidas

08/05/2020
Igor Eizagirre - Responsable de GIZALAN en ELA
Desde el inicio de la grave crisis sanitaria la prioridad de ELA ha sido muy clara: garantizar la salud y la seguridad de las trabajadoras y los trabajadores, especialmente en el ámbito sanitario y el socio-sanitario, donde el riesgo era y es más que evidente.

Prueba de ello es que tres trabajadoras de estos ámbitos han muerto por la exposición al COVID-19 y son miles las trabajadoras que han contraído el virus en sus puesto de trabajo poniendo en serio riesgo su salud y la de los suyos.

Por eso sinceramente no puedo entender como el Diputado General, Markel Olano, y la Diputada de Bienestar Social, Maite Peña, sacan pecho y hablan de una gestión ágil. Dicen que la crisis les ha pillado con los deberes hechos. Pues bien, resulta que en Gipuzkoa han muerto más de 160 personas en las residencias, más del 60% del total de los muertos por COVID-19. Precisamente, los que ahora se ponen en primera fila han estado ausentes en los momentos más duros de la pandemia, mientras las trabajadoras de las residencias estaban en primera línea para cuidar de las y los residentes, sin mascarillas y sin los medios más básicos para evitar los contagios.

Pero el Diputado General, Markel Olano, va más allá. Critica abiertamente y sin ambages a ELA manifestando nuestra nula voluntad de colaboración y afirmando que detrás de nuestras actuaciones existe un interés propagandístico y de estrategia político sindical.

Este sindicato tiene una representación sindical de más del 60%; más de 130 delegadas y más de 1.300 afiliadas en este sector. Durante esta crisis nuestro único objetivo era y es hacer todo lo que está en nuestras manos para garantizar la salud y la seguridad de las trabajadoras. Dicho de manera más simple, intentar lograr que ninguna de las trabajadoras muera en su trabajo.

Durante los dos últimos meses el sindicato ha sido testigo de las angustias, miedos y el sufrimiento con el que el personal tenía que afrontar el día a día para cuidar a los mayores, indefensos y, en muchos casos, ajenos a una pandemia que había paralizado el país. Las trabajadoras han vivido situaciones extremas.

Hablamos de residencias donde más de la mitad de la plantilla ha caído de baja por la falta de EPIs mientras veía como los responsables políticos y técnicos Forales visitaban durante media hora la residencia dotados de EPIs de los pies a la cabeza. Profesionales de Osakidetza, con muchos años de experiencia, tras ir como refuerzo a una residencia nos han contado entre sollozos que nunca habían vivido una experiencia tan dura. Hablamos de ver morir a personas sin cuidados paliativos de ningún tipo. Hablamos también de trabajadoras que, tras conocer que han dado positivo en el test, informan a sus mandos superiores y estos les dicen que sigan trabajando hasta que termine su turno-más de cuatro horas-.

La denuncia ha ido acompañada, desde el primer momento, de un ofrecimiento de colaboración a la Diputación de Gipuzkoa, que por cierto, ni se ha dignado a contestar. Situación que desgraciadamente no es nueva. Lo hemos padecido en la huelga. Entonces como ahora es absolutamente grave e irresponsable y a todas luces rechazable en este contexto de grave crisis sanitaria.

En esta situación límite ELA presenta las demandas de tutela de derechos fundamentales a la salud, vida e integridad física de las trabajadoras ante corporaciones multinacionales que podrían tomar graves represalias contra las propias delegadas; sin ir más lejos, una de las corporaciones demandadas en el anterior conflicto laboral despidió a trabajadoras por ejercer su derecho de huelga.

Estas demandas se presentan en los tres territorios de la CAPV y no sólo en Gipuzkoa. Demandas por cierto, que en ocho de las diez, los Autos fueron favorables y los jueces exigían a las empresas que de manera urgente e inmediata se tomarán las medidas necesarias para garantizar la salud y seguridad de las trabajadoras. Ante estas resoluciones tanto las empresas como las Diputaciones Forales han dado pasos reales para mejorar la situación en los centros. Visto los resultados lo volveremos a hacer, ya que sólo reaccionan cuando ven en peligro su margen de negocio o las posibles consecuencias personales de dichas demandas. También ha merecido la pena ver la reacción de nuestra gente, que a pesar del miedo a las posibles represalias, se sienten infinitamente orgullosas y con la conciencia tranquila por haber hecho todo lo que estaba en sus manos para salvar la vida de sus compañeras.

La crisis ha sido tan profunda que ha puesto en evidencia el modelo de residencias que durante décadas han favorecido nuestras instituciones. Es necesario cambiar un modelo que no tenga como prioridad la acumulación de beneficios, en muchos casos para grandes fondos de inversión, cuyas acciones suben o bajan en función de que se da de comer y de los minutos de aseo y conversación que les arrebatemos a las y los usuarios. Se debe priorizar el cuidado de nuestros mayores, con más medios y mejor atención y la inmediata publificación del sector, garantizando la subrogación y consolidación del personal que ha demostrado estar a la altura del reto al que han tenido y tendrán que hacer frente en las próximas semanas.