Menudo fraude, lehendakari

17/09/2021
Xabi Anza - Responsable de formación en ELA
En más de una ocasión he subrayado la coherencia de Urkullu en relación con el debate sobre el autogobierno. Desde que llegó a Lehendakaritza ha expresado con claridad su visión sobre cómo es preciso gestionar cualquier intento de modificar el estatus político vasco. Desde que es lehendakari, Urkullu no ha dejado de repetir que:

1) Debe haber un acuerdo en la CAPV que incorpore al menos a uno de los dos grandes partidos españoles.

2) El acuerdo debe ser asumible por Madrid.

3) El proceso debe ser, por este orden, diálogo-negociación-acuerdo-ratificación, de tal manera que el pueblo sólo participe al final para refrendar en consulta el acuerdo previo de las élites políticas.

4) Es preciso evitar que las organizaciones de la sociedad civil pretendan influenciar y condicionar la posición de los partidos y las instituciones.

Repasen ustedes la hemeroteca. El discurso del lehendakari no deja lugar a dudas.

En el pleno de política general, Urkullu planteó actualizar los derechos históricos, recuperando la soberanía anterior a 1839. Desde mi punto de vista, con este planteamiento, Urkullu vuelve a mostrar una enorme coherencia, además de polarizar el debate y el día después en los medios de comunicación.

Apelar a los derechos históricos y a la foralidad es una cuestión bien funcional para lo que el lehendakari representa: apela a algo reconocido en la Constitución de 1978 en una disposición derogatoria; lo foral es además algo más o menos compartido por muchas tradiciones políticas del país; conecta al menos formalmente con la arquitectura institucional dibujada tras la transición (Ley de Territorios Históricos, Concierto económico, autonomía fiscal...), y como tal lo foral puede ser una percha jurídica utilizable para el Estado si en algún momento quisiera otorgar alguna competencia extraordinaria a nuestro país.

Pero lo que es evidente es que todo esto es absolutamente coherente con los puntos señalados anteriormente:

1) El lehendakari vuelve a afirmar que quiere un “pacto” con el Estado, y por lo tanto con sus grandes partidos; les otorga por tanto el derecho de veto en el debate, tanto en los contenidos como en el tempus.

2) El lehendakari se autolimita de partida, asumiendo como techo lo que España quiera dar.

3) El acuerdo basado en la foralidad es un acuerdo de élites, que el pueblo puede (o no, como es el caso del Amejoramiento foral navarro) ratificar en un referéndum.

4) Todo esto puede hacerse sin activación social. De hecho, es lo que se propone.

Dicho de otra manera:

1) Urkullu quiere un pacto con el Estado y asume las limitaciones que el Estado imponga.

2) El futuro del autogobierno, por lo tanto, no se basará en la voluntad democrática y libremente expresada por la ciudadanía vasca.

3) Se compromete a no activar una mayoría soberanista que tensione eventualmente el debate de autogobierno y suponga una mínima confrontación. Es decir: no recorrerá ese camino con la izquierda ni el sindicalismo abertzale, en ningún caso.

4) Jura que su bancada no activará a la sociedad, como se hizo en Cataluña. Eso, por si Gure esku dago no lo tiene claro.

El lehendakari hizo ayer un discurso que merecía cuando menos un laudatorio por parte de todo el arco político español. Pero las fuerzas españolas, conscientes de la victoria, se limitaron a hacer chistes, incluso a acusarle de rancio y hasta de soberanista.

Urkullu no es Txirrita. Cuando se perdieron los fueros, el bertsolari hernaniarra recordó lo más obvio... "errespetua gordetu zuten, bildur ziraden artean". Nos respetaron mientras nos tenían miedo.

Por si fuera poco, Urkullu hizo esto solo unos días después de que su gobierno publicara un libro contando lo que todos sabemos: que el Estado no respeta el autogobierno; que erosiona a saco el estatuto de autonomía con todos sus instrumentos; que se negocian transferencias averiadas sólo cuando el gobierno español de turno necesita el apoyo vasco en Madrid... Para el resto del tiempo ahí está el Tribunal Constitucional, y todo lo que haga falta para cepillar "nuestro fuero". Urkullu se abstrae de esta realidad, y se abstrae de un clima político español que es hoy, 40 años después, si cabe más refractario al reconocimiento de la plurinacionalidad.

Ni nos tienen miedo, ni nos respetan. Y ahora nuestro más alto representante institucional les dice que sigan atacando...

Lo seguirán haciendo si no espabilamos.

Menudo fraude, lehendakari, menudo fraude.