Caridad de Amancio para Osasunbidea

31/05/2017
Peio Igeregi y Josetxo Mandado (responsables de ELA Osasungintza-Salud)
Amancio Ortega ha donado este año 5,7 millones de euros a Osasunbidea para la adquisición de un acelerador lineal para radioterapia, un equipo de radioterapia interna, dos scanner y un mamógrafo digital en el Complejo Hospitalario de Navarra. El pasado 31 de marzo pudimos ver a la presidenta del Gobierno de Navarra firmando este convenio con una subalterna del propietario de Inditex (al que, por lo visto, no le pareció apropiado ponerse a la altura de la máxima institución de Navarra).

Sin duda, la donación es una buena noticia, sobre todo para las personas que sufren las graves enfermedades que se podrán tratar con estos nuevos aparatos, pero al mismo tiempo refleja la preocupante situación de las políticas públicas, en este caso de salud. ¿Estos nuevos aparatos son necesarios para luchar con efectividad contra el cáncer? Si es así, ¿por qué tenemos que esperar a la caridad de Amancio Ortega para ponerlos en los hospitales?

El Gobierno de Navarra ha venido renunciando a que la inversión en salud de sus presupuestos sea proporcional a la riqueza que crea la comunidad. Así, en 2016 destinó a salud el 5,1% del PIB de Navarra (en 2010 era el 5,6%, con un gobierno de UPN), mientras que la media de Unión Europea en ese capítulo en 2015 fue del 7,2% (Eurostat). Es decir, para igualar la inversión media europea en salud pública, el presupuesto de Navarra de 2016 debería haber sumado otros 406 millones a ese capítulo (la cifra total fue de 987 millones).

Detrás de ese gasto anémico en salud hay otra decisión política tanto o más importante: la de renunciar a unos ingresos suficientes. Como en tantos otros casos, cuestión de fiscalidad. Según datos oficiales, la presión fiscal en Navarra es diez puntos menor que la media de la UE-28 (no de los países que más recaudan, sino de la media), lo que implica una recaudación cientos de millones por debajo de ese promedio europeo en el que Navarra quiere colocarse en tantas cosas (siempre son otras, nunca la fiscalidad).

Por concretar, en 2015 el 70% de los impuestos directos provino de rentas de trabajo-IRPF, y solamente un 23% de la rentas profesionales y de capital (un 40% menos que en 2008). Y el Impuesto de Sociedades (beneficios de las empresas) solo aportó el 14% (apenas 217 millones frente a los 419 de ocho años atrás). Sigue siendo escandalosa la desproporción entre las aportaciones de la clase trabajadora y las de las clases empresariales o rentistas. También en Navarra queda claro que la fiscalidad no redistribuye la riqueza (su principal cometido). Al contrario, la clase trabajadora financia a los ricos el sistema de salud público (y parte del privado).

Volvamos a la donación de 5,7 millones de Amancio Ortega: solo en 2017, el dueño de Inditex recibirá personalmente un dividendo de 1.256 millones de euros, un tercio del presupuesto anual de Navarra. Por aportar otro dato: un informe presentado en el Parlamento Europeo demostró que Inditex eludió entre 2011 y 2014 el pago de 585 millones a Hacienda.

Así las cosas, la fotografía de su representante junto a Uxue Barkos nos trae a la cabeza algunas imágenes de los libros de Charles Dickens, en los que la caridad era la única manera de tratar la pobreza. Algunas personas demasiado ricas utilizan la caridad para lavar su imagen, sin duda. Quizá preferimos estos ricos preocupados por su imagen a otros que se limitan a descargar su conciencia en un confesionario (la mayoría). Sin embargo, a nuestros representantes políticos no les podemos permitir que promocionen la caridad: les tenemos que exigir justicia social. Y para ello hay que dar la vuelta a la situación fiscal ya descrita.

Si Navarra acercara su política fiscal a la media de la UE-28, y destinara esos ingresos a políticas sociales, Osasunbidea podría asumir infinidad de retos pendientes, por el bien y la salud de todos y todas. Y podría acabar, incluso, con el 40% de precariedad de su plantilla.

ELA exige una apuesta firme por las políticas de justicia social, con los pies en el suelo, y sin depender de aquellos cuya mala conciencia les sugiere, de vez en cuando, repartir un poco de lo que les sobra.